Firmas
Vamos a elegir acreedor
Abogado y escritor. Ha publicado varios libros, entre ellos Abraza la Oscuridad, la novela corta Veinte (Alfaguara), AL DENTE, una selección de artículos. La novela 7, además de la selección de artículos Las 50 sombras del Buey y la novela 207.
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Desde que me volví sujeto de crédito empecé a conocer la forma en que te relaciones con los bancos. En un resumen corto, mi sensación es de satisfacción contractual.
Es decir, uno firma un contrato de mutuo acuerdo, una de las partes se compromete a entregar un valor y la otra a irlo devolviendo en las condiciones pactadas y aceptadas voluntariamente.
A veces te sacan de quicio cuando te llaman el sábado a recordarte que el lunes ya tienes que pagar la cuota, pero básicamente, si estás al día, no tienen por qué importunarte. ¿Podría ser mejor? Claro
¿Podrían las tarjetas cobrar menos intereses? Supongo que sí, pero si te sale muy caro, pues es mejor pagar solo en efectivo. Y volvemos al punto: al final –salvo una gran emergencia- nadie te obliga a endeudarte con un banco, ni con una tarjeta de crédito. Los lujos no son necesarios, y ni siquiera los sueños, son obligatorios.
Aunque es nuestra responsabilidad y deseo el habernos endeudado, he notado un radicular desprecio por nuestros acreedores. Es una señal de irresponsabilidad, presiento. La culpa siempre es del otro. El débil siempre debe ser tratado como víctima en nuestros barrios.
Y si les parece cruel lo que digo, esperen a atropellar a un motociclista ebrio que rebasa por la derecha y se cruza un semáforo en rojo para clavarse contra su auto. Él será el que sangre, tú serás el perverso. Algo así.
Y en macro, el Ecuador es igual. No hay acreedor al que el Ecuador no deteste. Me extraña que no tengamos una estrofa del himno que mande al Pichincha a lanzarle piedrotas al multilateral de turno.
Últimamente escuchas “tenedor” y te cabreas hasta con el cubierto. Es feo ser así, déjenme decirles. Odiamos más a los acreedores que a los ladrones, y así el discursito de la victimización se convirtió en una hélice de nuestro ADN nacional.
Antes de la llegada de las empresas chinas con sus créditos, el odio se dirigía solamente al FMI y a cualquier otro multilateral. Los prestamistas previos a los chinos se reunían por pereza en un término que dice todo y dice nada y que llamamos “imperialismo”.
Ahora, con sobradas razones, podemos incluir a los chinos en el mismo concepto vago del “imperialismo”, pero del otro lado. Ya tenemos otra herramienta con la cual pelear: vos derechoso, vos izquierdoso, vos progre, vos curuchupa, el seco con papa, el seco sin papa, vos recadero del FMI, vos de los chinos.
Y como no vamos a dejar de pelear, y vamos a seguir sacando “argumentos” como tarjetas de Yu Gi Oh, pues para la siguiente elección presidencial, si el asunto del carisma, de los antecedentes, del plan de gobierno, la ideología y la confianza no nos resultan suficientes para tomar una decisión, pues podríamos escoger candidato a partir de con quién nos vamos a seguir endeudando.
Miren, sean los chinos o el FMI (para resumir), habrá condiciones. Y las condiciones no son un asunto de ideologías. Son temas matemáticos con los que calculas las comisiones, los intereses y los plazos. Y son asuntos administrativos sobre el destino del dinero, la calidad del gasto y las garantías que rindas.
Ya es hora de sacudirse de los dogmas sobre los malos que nos han jodido. ¿Qué culpa tienen los que te prestan la plata si te robas la mitad y con la otra mitad haces una obra que se te cae a los dos años?
En estas elecciones creo que tendremos claro a quién irán a pedir plata los candidatos en caso de ganar. Serán multilaterales como el FMI, o será la República Popular China. De ambas posibilidades ya tenemos recontra suficiente información para comparar.
Entonces lo responsable es informarse sobre las condiciones que cada lado le ha otorgado a Ecuador, con hechos, no con discursos. Y, de paso, si ya tienen hijos mayores de 16 años, explíquenles el asunto porque los jóvenes suelen ser presas de la emoción y de la novedad.