De la Vida Real
Tag y ¡tac!
Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido.
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Parece que confundir a los usuarios es la mejor estrategia que encuentran los expertos para que las cosas sean más complicadas. Lo simple no funciona. Deben enredar todo a tal punto que la gente deje de entender.
Me imagino a un conjunto de estrategas especializadísimos en el tema de complicar la vida, todos juntos, viendo en qué más confundir.
Imagino a estos sujetos reunidos en un despacho de una oficina grandota, con mesa de madera con un vidrio encima y sillas ergonómicas; al fondo, una pizarra de tinta líquida gigante, rayada completamente de mapas conceptuales.
Así deben trabajar y decidir, sudando la gota gruesa, cómo hacer más complicado el asunto de los tags y la circulación vehicular en el país, en las provincias, en las ciudades.
Por ejemplo, los que no salimos mucho no entendemos nada y somos presa fácil para caer en la infracción, sin estar conscientes que estamos cometiendo un error brutal. Los que salen más creo que tampoco entienden, pero por lo menos comparten sus experiencias.
Hace tres fines de semana invitamos a unos amigos que viven en Quito para que bajaran a nuestra casa en los Chillos. Nos llamaron a eso de las 12:00 a decir que se van a demorar, porque tienen que comprar un tag para poder pasar el peaje, que hay una cantidad de gente impresionante haciendo fila.
Les dije que se pasen nomás. Me respondieron que no, porque la multa es de USD 60, entonces yo –con la lógica del no complique– les sugerí que paguen de manera manual, que no se hagan rollo, a lo que, bravísimos, me explicaron que no hay un ser humano que cobre en la caseta.
Solamente se puede pasar con el famoso tag, y si no hay tag, ¡tac! te cae la multa, me dijeron.
Para no alargar la historia, llegaron casi a las 14:00, muertos de las iras y, claro, de hambre. Luego nos contaron que este tag solo se puede recargar en ciertos lugares y, para ir por otras autopistas del país, deben homologarlo en puntos específicos.
Es que, claro, ¡cómo van a entregar homologado si el chiste es hacer las cosas lo más complicado posible!
La semana pasada, vino mi ñaño con su familia de Santo Domingo. Ellos no han venido en muchos meses a Quito y como sus hijos están de vacaciones de quimestre, armaron viaje para el jueves.
Pero resulta que su placa es impar y al entrar a Quito ¡tac!, les agarraron los policías porque estaban infringiendo lo del 'Hoy no circula'. En Santo Domingo ya no hay ningún tipo de restricción vehicular. Resumen: multados por giles.
Habíamos quedado en ir a almorzar donde mi abuela, a quien no habíamos visto. Mi carro tiene un tag desde hace muchos años para el peaje de la autopista General Rumiñahui, el cual también sirve para el peaje de la Intervalles.
El carro de mi hermano no tiene nada. Resulta que se pasó el peaje. Me llama y me dice: “Valenta, ¿y ahora qué hago? Otra multa, y termino quebrado”.
Antes del peaje de la Intervalles, hay un cartón con pésima letra que dice: “Aquí solicite su tag”. Paré, mi ñaño me mandó la foto de su matrícula y licencia y pagué USD 15 (más dos del trámite). La señorita me entregó el tag y ¡tac!, me aseguró que con esto se le borra la multa de USD 60.
Donde mi abuela, mi tía nos contó el lío que fue sacar el tag para bajar por el túnel Guayasamín. Ella tiene el tag homologado, para casi todos los peajes. Pensó que le servía para bajar a Cumbayá.
Resulta que no, que es otro sistema, que es otro tag y ¡tac!, otra multa.
Pero lo que sí me tiene absolutamente harta es vivir a una cuadra del cantón Rumiñahui, donde tampoco hay restricción vehicular, pero como vivo en Conocoto, que es cantón Quito, los policías están al acecho.
Cada vez que saco el carro en día que no me toca, acelero y voy rezando para que los policías no se den cuenta de mi infracción. Es algo así como de Ripley que en el Valle de los Chillos toque calcular exactamente cuál es la frontera de la capital.
No entiendo cómo a estos complicadores de amplia experiencia no se les ocurre poner otro peaje para dividir las fronteras cantonales. Nos harían la vida más simple con un tag más y con límites no tan ambiguos.
Pero, como lo simple para ellos no funciona, han optado que vayamos por el país de manera abstracta, interpretando fronteras y escabulléndonos de los policías porque si no ¡tac!, nos llueven las multas como en aguacero.