Una Habitación Propia
Es urgente: déjate adoptar
María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.
Actualizada:
Lucky Bienestar Animal de Quito, una fundación que se dedica a recoger perros y gatos para darlos en adopción, está por cerrar. Más de seiscientos animalitos que ellos hospedan se quedarán sin hogar porque las donaciones y las adopciones en estos tiempos de pandemia son casi inexistentes.
Estamos con la cabeza en otras cosas, la vida está en pausa, el futuro es una cosa de penumbra.
Sabíamos que para muchas personas, empresas e instituciones este larguísimo confinamiento iba a ser la ruina, pero confirmarlo de esta manera rompe el corazón que está tan roto ya que apenas es un guiñapo.
Duele especialmente este cierre porque los animalitos no entienden de situaciones de fuerza mayor: ellos piensan que, otra vez, los están abandonando a su suerte.
Y sí, abandonar a un perro a la calle, a la supervivencia, después de domesticarlo es condenarlo a lo peor.
No dejo de imaginar a esos seiscientos perros y a esos treinta gatos, muchos cachorritos, vagando por la calle, a merced de una fortuna que en estos tiempos horrendos abandonó por igual a humanos y animales.
Déjenme hablarles de mi gata.
Mi gata es una conchuda.
Ahora que hace frío duerme bajo las colchas dejándome un mínimo espacio en la cama. Yo no me atrevo a moverme, amanezco contracturada, y a veces me doy risa a mí misma cuando hago contorsionismo para ir al baño y que su majestad no se despierte.
La veo tan bella, tan grande, tan majestuosa, tan propietaria que me resulta difícil recordar que era una bolita negra con una mancha blanca cuando la encontré en la calle.
A veces me pregunto qué hubiera sido de ella si yo no pasaba por ahí en ese momento, ¿alguien la hubiese adoptado a pesar de que parecía estar muy enferma o hubiese crecido, si es que crecía, raquítica y sin ojo buscando comida en la basura?
Cuando me roba el lugar en la cama o husmea en mi cartera buscando cualquier cosa para jugar le digo “qué suerte tuviste de que yo te adoptara, ¿no Bruja?”.
Pero entonces ella levanta la cabeza y me mira con esos ojos color uva verde que son más hermosos que todo lo hermoso o viene de un salto a acostarse en mi pecho como cuando era bebé y ronronea mientras la acaricio y se lleva no sé a dónde toda mi tristeza y toda mi preocupación como si en vez de un gato fuera, quién sabe, un terapista, un spa, un antidepresivo.
Un ángel.
Entonces me doy cuenta perfectamente de quién salvó a quién.
Y soy yo y siempre seré yo la afortunada.
Por favor, déjense adoptar: luckybienestaranimal@gmail.com