Canal cero
La Universidad ultrajada. Alfredo Pérez Guerrero
Doctor en Historia de la Universidad de Oxford y en Educación de la PUCE. Rector fundador y ahora profesor de la Universidad Andina Simón Bolívar Sede Ecuador. Presidente del Colegio de América sede Latinoamericana.
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Héroes y heroínas del Ecuador
“Forma y ser de la Universidad Ecuatoriana es la autonomía y la libertad. Sin libertad no hay Universidad. Sin respeto al pensamiento ajeno no hay Universidad”, decía Alfredo Pérez Guerrero en el libro “La Universidad ultrajada”, frase que se volvió célebre cuando la dictadura militar de los años sesenta la intervino y clausuró.
Pérez Guerrero es considerado un conductor notable de la educación superior ecuatoriana. Jurista, maestro, hombre público, militante socialista y demócrata defensor del laicismo, ejerció el rectorado de la Universidad Central por varios períodos en los cincuenta y sesenta. Logró acrecentar su prestigio en circunstancias en que la izquierda crecía y la agitación política se elevaba.
La Junta Militar de Gobierno que tomó el poder en 1963 con la consigna de “combatir al comunismo”, siguió la política anti insurreccional de Estados Unidos para América Latina y uno de sus objetivos fue “limpiar la universidad de agitadores”. Argumentando que las instituciones superiores eran centros de conspiración comunista y que tenían muy bajo nivel académico, las intervino y emitió reformas legales que violentaron la autonomía universitaria y restringieron la libertad de pensamiento.
La Universidad Central, con su rector a la cabeza, se defendió con energía, demostrando que no estaba dirigida por comunistas y cumplía su misión académica, argumentando al mismo tiempo a favor de la libertad de cátedra y del derecho de los profesores de todas las líneas políticas, inclusive los comunistas, a ejercerla.
La dictadura profundizó el ataque y destituyó al rector Pérez Guerrero, al vicerrector Manuel Agustín Aguirre y a varios profesores. Se convocó a elecciones con nuevas normas restrictivas, pero las autoridades electas no cumplieron las consignas represivas. Las universidades públicas de Loja y Guayaquil también fueron intervenidas. La manifestación del 29 de enero de 1964, aniversario del Protocolo de Rio de Janeiro, fue justificación para que la Junta Militar decretara la clausura de la Universidad Central, “dominada por un grupo que se ha convertido en centro de agitación y subversión política”.
El gobierno reabrió luego la universidad, impuso autoridades adictas y trató de aplicar una reforma inspirada por asesores norteamericanos, que pretendía “despolitizar” la institución. En la Facultad de Filosofía, por ejemplo, se suprimió todas las cátedras de Filosofía, por ser “instrumentos de adoctrinamiento”. La reforma fracasó y el movimiento estudiantil siguió movilizado.
En 1966 la dictadura volvió a intervenir la Universidad Central. Los militares armados asaltaron el campus, destruyeron instalaciones y laboratorios, vejaron a los alumnos que vivían en la residencia universitaria y tomaron presos. El acto desprestigió a la dictadura, que fue derrocada en pocos días. La autonomía universitaria se mantuvo. Desde entonces se conserva en la memoria social la experiencia de la universidad ultrajada.