El indiscreto encanto de la política
La unidad social es uno de los retos del futuro Presidente
Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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El nuevo Presidente de Ecuador entrará en funciones en medio de una profunda crisis económica, política y sanitaria.
Pero además de enfrentar estos complejos problemas, urge que se ocupe de la delicada fragmentación social en la que se encuentra el país y que siente los cimientos para recuperar la unión entre los ecuatorianos.
Han pasado ya cuatro años, y muchas cosas han cambiado en Ecuador, sin embargo, la elección actual inevitablemente nos provoca un déjà vu de las presidenciales de 2017.
Nuevamente, la campaña se ha reducido a una agresiva dicotomía entre el correísmo y el anticorreísmo.
La elección actual inevitablemente nos provoca un déjà vu de las presidenciales de 2017.
Durante este proceso electoral hemos sentido que no hay adversarios, sino enemigos; hemos observado que el éxito de unos depende del fracaso de otros; y hemos comprobado que, para cada bando, hoy más que nunca el fin justifica los medios.
El 24 de mayo, el cambio de mando no será más que el cierre de un capítulo y el inicio del otro de la misma peligrosa novela de polarización extrema de la sociedad ecuatoriana.
Entre la pandemia y la peor crisis económica de la historia, se configura un complejo panorama que difícilmente podrá superarse sin el apoyo y el esfuerzo de todos los ecuatorianos.
En este sentido, el nuevo mandatario debe demostrar la voluntad política y el liderazgo suficientes para convocar a un amplio diálogo social, que incluya a todos los actores políticos y de la sociedad civil, para lograr consensos mínimos sobre los temas más urgentes que afectan a los ciudadanos.
La eventual participación de las diferentes organizaciones políticas en la construcción de este 'Acuerdo Nacional', más allá de lo programático, puede constituirse en ese necesario símbolo patriótico de reconciliación.
La convergencia de ideas se da en el centro, en el punto medio. Y eso obliga a que las principales fuerzas políticas, tan contrapuestas y antagónicas, superen finalmente los dogmatismos y se decidan a negociar programas compartidos de reformas a corto, mediano y largo plazo en favor del bienestar de todos.
La unidad social requiere de sacrificios, pero hoy más que nunca el país necesita unirse para combatir a nuestros verdaderos enemigos: el coronavirus, el desempleo, la inseguridad, la enfermedad, la corrupción y el resentimiento.