Una Habitación Propia
Unas últimas palabras antes del domingo (ojalá pudiera decirles por quién votar)
María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.
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Quisiera tener un candidato.
Aunque no me convenciera del todo, aunque tuviera todavía mis dudas, aunque supiera que de esa persona no puedo esperar grandes avances en los temas que me interesan.
Quisiera tener un nombre frente al que sentir aprecio, respeto, una cierta certeza, una filiación. Quisiera, ya les digo, alegrarme aunque sea un poco, quizás secretamente, por el triunfo de alguien en quien tengo una cierta fe.
Soy ecuatoriana, sé que un poco de confianza es mucho. Sé que una gota de esperanza es lo máximo que se le puede dar a un político. Nos han roto el corazón demasiadas veces para seguir creyendo en pajaritos de colores.
Hoy, vísperas de las elecciones, no tengo ni siquiera eso, una ñarra de entusiasmo por alguien. Mi corazón está frío como si estuviese muerta, quizás lo estoy, quizás todos lo estamos. Quizás nos damos cuenta, aterrados, de que mañana toseremos y pasado no estaremos.
¿Quién puede pensar en Carondelet mientras se acaba el mundo?
¿Quién puede participar en la fiesta de la democracia cuando todo lo que era sólido se desvanece en el aire? Y, además, ¿no están prohibidas las fiestas?
Como canta Midnight Oil en Beds are burning:
How can we dance
when our world is turning
How do we sleep
while our beds are burning
(Cómo bailamos mientras nuestro mundo se está dando la vuelta, cómo dormimos mientras nuestras camas arden).
En este contexto, todos los candidatos me generan el mismo desasosiego y, aunque los miedos son distintos, al final se resumen en una misma palabra: miedo.
Aunque los miedos son distintos, al final se resumen en una misma palabra: miedo.
No nací ayer. La única inclinación que han tenido muchos candidatos a presidente en toda la historia de nuestro país, más allá de si proclaman pertenecer a la derecha o a la izquierda, es la inclinación a robar y/o a abusar del poder.
Lo hemos visto, lo hemos vivido.
En plena pandemia, además, con la desesperación por vacunarnos, el nuevo presidente llegará a mesa puesta para todo tipo de corruptelas asquerosas.
El domingo hay que votar y seguramente en este instante muchos y muchas se sentirán como yo: sin candidato, sin esperanza, sin un atisbo de simpatía por uno o por otro. Y el detalle: hay que salir a un recinto lleno de gente en plena pandemia mundial. El ejercicio de la democracia este año es un deporte de alto riesgo.
Este país está sostenido en palillos de dientes y sobre él va a pasar una manada de elefantes.
En este embrollo de incertidumbres quisiera rescatar la única certeza que tenemos, que siempre hemos tenido, los ecuatorianos: nosotros mismos. En mis más de cuatro décadas he visto pasar muchas páginas de la historia reciente del Ecuador.
He visto, por ejemplo, que perdíamos nuestra moneda. He visto, por ejemplo, que nos íbamos como animales que huyen de un incendio a buscar una tierra sin arenas movedizas. He visto, por ejemplo, a la gente llorar porque lo perdió todo.
Aunque la palabra me resulta cursi, la resiliencia del ecuatoriano es lo único que nos ha permitido sobrevivir a tantas desgracias y tantos desgraciados y es esa resiliencia, esa capacidad de adaptación y de superar las adversidades, lo que nos permitirá seguir adelante gane quien gane.
Como siempre, amigos, como siempre.