Este año pinta color de hormiga
Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
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Hoy se cumplen tres años del asalto al Congreso de Estados Unidos, azuzado y liderado por el entonces presidente Donald Trump. No obstante la barbaridad de ese ataque a la democracia más antigua del mundo, Trump, si la Justicia no logra detenerlo, tiene altas probabilidades de derrotar en noviembre al viejito Biden y volver a la Presidencia.
Ello sería catastrófico no solo para el pueblo norteamericano sino para todo el planeta, empezando por la martirizada Ucrania, que sería entregada en bandeja a su buen amigo Putin. Para decirlo en quiteño, da chirinchos que el destino de Occidente se juegue entre un gangster inmune a todo y un anciano que no da pie con bola en la política internacional.
No es solo Biden, claro: desde las invasiones a Irak y Afganistán, la política internacional de EE.UU. es un desastre. Si estuviera en un bar opinaría que un imperio no se puede manejar tan chambona e improvisadamente. Mucho menos si tiene al frente a autócratas de la talla de Putin y Xi Jinping, que definieron sus estrategias imperiales hace muchos años y las vienen ejecutando paso a paso.
Da espanto ver cómo manipula Putin a los presidentes de EE.UU.: cuando se reunió con George Bush –quien invadió Irak con la mentira de las armas de destrucción masiva– el gringo dijo que le “había visto el alma” al ruso.
¿Qué le habrá hecho ver el exagente de la KGB, simulador y asesino profesional que también manipulaba a Trump a su antojo? Le atrajo desde antes con ofertas de hoteles en Moscú (y le filmó); luego, sus hackers ayudaron a Trump a ganar las elecciones del 2016 y finalmente le advirtió como si nada que tenía unos misiles hipersónicos que podían alcanzar a las ciudades norteamericanas.
En Ecuador, modestamente, el año empieza con el lanzamiento de la campaña presidencial 2025 de Daniel Noboa; lanzamiento que asume la forma de una consulta popular que no sirve para otra cosa. Pero, ojo, a pesar del cuidado que han puesto en preguntar obviedades que no sean controversiales, yo no estaría tan seguro de ganarla. Y una derrota, aunque parcial, sería catastrófica.
Ya le pasó a Lasso, quien no logró la aprobación ni de la primera pregunta sobre la extradición de los narcotraficantes, a pesar de que el tema contaba con el apoyo de un 70% de la población.
Se ve un alto grado de improvisación y chambonería en la consulta de Noboa, que llega a contradecirse sobre los juegos de azar, dando la impresión de que a la pregunta 11 la pegaron a última hora y ahora buscan más remiendos con los socialcristianos. Como si fuera una ronda infantil, el presidente –que ha envejecido cinco años con el cambio de peinado– dice que los interesados pueden enviarle preguntas a ver si las incluye.
Es que todo es improvisado en Noboa, quien no tiene carisma ni astucia. Ni asesores jurídicos. Pero hay que agradecerle mucho que haya derrotado a Luisa González porque con un gobierno correista no había caso Metástasis, Wilman Terán manejaría la Justicia, Glas estuviera en algún ministerio y la fiscal Diana Salazar, la heroína nacional, anduviera por los tejados.
Los malos augurios del 2024 no terminan ahí, pues el sangriento conflicto en Gaza, a punto de ampliarse al Líbano, es el segundo escenario de la Tercera Guerra Mundial, que empezó con la invasión rusa a Ucrania y marcha mal para Occidente. Tanto así que el historiador inglés Niall Ferguson declara que Rusia puede ganar la guerra y que difícilmente la Administración Biden “será capaz de disuadir a China de montar un bloqueo a Taiwán”.
Es evidente que estamos viviendo un cambio de época, momento en que todas las certezas se derrumban y los mapas se trastocan. A lo mejor esto se arregle, o se termine de joder, cuando la Inteligencia Artificial asuma el control de todo.