Leyenda Urbana
Triunvirato de la conspiración ataca de nuevo; la Asamblea es un avispero
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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Haberlos despojado del control del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (Cpccs) les habría hecho perder la cabeza, por lo que estarían dispuestos a todo, incluso a violentar leyes y reglamentos.
Vivir en la marginalidad política y sin capacidad de manipulación no va con ellos; por eso, habrían echado a andar oscuras maniobras para intentar apoderarse del Consejo de Administración Legislativa (CAL), de las Comisiones Legislativas Permanentes y hasta de la Presidencia de la Asamblea Nacional.
En buen romance, llevarse el primer poder del Estado, en peso, y desde allí hacer lo que quieran con el país hasta golpear a Cardondelet.
Para esta operación, que algunos creen fallida, pero otros consideran que está en pleno desarrollo, se han juntado antagónicos y acérrimos enemigos de toda la vida, en una amalgama política de funestas conveniencias, que sorprendería a los más avezados magos y alquimistas.
En busca de recuperar el poder y lograr impunidad, correístas, socialcristianos y, al menos, cinco asambleístas de Pachakutik, cabalgan a lomo de sus contradicciones.
En Pachakutik, brazo político de la Conaie, hay una facción que se identifica con Leonidas Iza, presidente de la organización. Se hacen llamar "rebeldes y patriotas", y desafían a Guadalupe Llori, a quien colocaron en la Presidencia de la Asamblea recién en mayo.
La trama contempla integrar una comisión ad hoc que investigue las actuaciones del CAL, que preside Llori, blanco de críticas y cuestionamientos.
Ella misma ha confirmado que algunos de sus coidearios tienen "pretensiones desestabilizadoras". Las califica de "asquerosa actitud".
"Aún se ponen descaradamente la wipala; al menos deberían dejar que otra bancada conspire"; se lamentó, el viernes último, en Twitter.
Al menos deberían dejar que otra bancada conspire.
Guadalupe Lori, presidente de la Asamblea Nacional
Esta confabulación daría sentido a la denuncia hecha, semanas atrás, por el presidente, Guillermo Lasso, cuando habló de un "triunvirato de la conspiración", aunque luego se diluyó porque los correístas se abstuvieron en la votación para que la reforma tributaria entrara en vigencia por el ministerio de la Ley, dejando dudas y sospechas.
En los últimos días, ha sido el presidente de la Comisión de Fiscalización, Fernando Villavicencio, quien ha alertado y rechazado la conjura; lo hizo primero en sus redes sociales y, después, ante los medios de comunicación, flanqueado por asambleístas aliados.
Asegura que buscan cambiar el orden de los juicios políticos, poniendo en primer lugar el de los vocales del Consejo de Participación y, después, los procesos que ya están calificados contra de la superintendenta de Bancos, el contralor encargado, el Procurador y el Consejo Nacional Electoral.
Maniobra semejante echaría por los suelos la Ley Orgánica de la Función Legislativa, que establece el orden de prelación de los juicios políticos.
Pero la Asamblea Nacional es fuente de inestabilidad política y de descrédito permanentes; un lugar donde se exhiben todas las miserias políticas, y dónde nada es imposible.
Claro que podrían argüir que los votos imponen las mayorías -al igual que ocurrió en el Consejo de Participación-, y eso verdad, pero no anulan lo repudiable que sería violentar su Ley Orgánica, para entrar por la puerta trasera y cambiar a las autoridades.
A propósito, ¿será verdad que la nueva mayoría contaría con el asambleísta Virgilio Saquicela?
Como quiera que fuere, las batallas en el Legislativo han dejado de ser ideológicas; priman los intereses personales o grupales. Eso se evidencia en todos los temas.
En la Comisión de Justicia, la semana anterior, no se aprobó el informe para el primer debate del proyecto de Ley Orgánica de Repetición, presentado por el procurador, Íñigo Salvador, para recuperar el dinero que paga el Estado por laudos y demandas.
La abstención de Pachakutik (que se espera reconsidere), el voto en contra de Unes y los argumentos de Fausto Jarrín, son una vergüenza.
Jarrín llamó al procurador "empleado de las transnacionales", mientas él se exhibía, sin pudor, como testaferro de quién llevó al país a pagar cuantiosas demandas, por cambiar los contratos firmados por el Estado con empresas extranjeras, a cuenta de un patriotismo a todas luces falsario.
La Ley de Repetición tiene que ser aprobada y puesta en vigencia, aunque el correísmo tiemble.
Sería ignominioso impedir que el país cuente con una ley que agrupe todas las existentes, para agilizar los trámites y lograr que los políticos paguen sus audacias y el Estado no sea perjudicado, porque ellos irrespetaron los Tratados Internacionales.
Aunque resulte mortificante, los ecuatorianos deben mirar con atención todo lo que ocurre en la Asamblea Nacional.
En el discurso, los de Pachakutik se jactan de provenir de una matriz rebelde y contestataria, pero, a la hora de los pactos, van del brazo con aquellos que los humillaron y persiguieron.
O de quiénes aseguraban eran sus adversarios ideológicos de siempre: "la derecha explotadora".
A tres meses de cumplir el primer año de labores parlamentarias, todos parecen haber perdido el sentido de la realidad y el decoro.
La Asamblea Nacional es, hoy, más que nunca, un laberinto de presiones; el epicentro de la maquinación dónde, aunque intenten negar, el ‘triunvirato de la conspiración’ ataca de nuevo y, con astucia, por lo que el avispero político se ha vuelto a agitar.