Tablilla de cera
Conversando del tabaco en el Whatsapp de compañeros
Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.
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Rodrigo puso en el grupo de compañeros de escuela uno de esos videos nostálgicos en que aparecen fotos de artículos de uso ordinario en nuestra primera juventud: que la máquina Singer, que la rocola, que los discos de acetato, que algún remedio, que las revistas de El Llanero Solitario, Tarzán o Superman.
El primer fotograma del video era de una cajetilla de Chesterfield, que se quedaba congelada en el chat.
—De nuestra época, Rodrigo —comentó alguien.
—Este más moderno, es King Size —precisó Humberto, que se fijó mejor en la foto.
Por asociación de ideas, Rodrigo comentó:
—Y también fumábamos King nacional.
—King cajetilla roja —dijo Humberto, como una precisión más.
De pronto, el propio Humberto, puso este comentario:
—Gracias a Dios, dejé de fumar hace 44 años.
—Fue en el 80 —continuó él mismo, al cabo de un rato, como recordándolo para sí—. Vivíamos en Guayaquil, y dejé de fumar afectado por el fallecimiento de mi padre, a los 63 años, quien, a causa del cigarrillo, tuvo arterioesclerosis, la que le ocasionó un derrame cerebral.
Me conmoví, como todos. Pero el tema no paró. Un momento después, Rodrigo puso:
—Hace unos 20 años dejé de fumar las dos cajetillas diarias que fumaba e igual dejé de tomar las 8 aspirinas diarias, ya que el tabaco me espesaba la sangre terriblemente. Gracias a Dios que me dio la voluntad para dejar.
Y Patricio intervino entonces:
—Yo creo fui el último en dejar de fumar. Lo hice hace solo cuatro años, después de 60 años de fumar una cajetilla diaria. Y ya tengo serios problemas con los pulmones.
Fue entonces cuando Pacho contó algo que ya lo sabíamos, pero nunca oímos de forma tan directa, resumida y brutal:
—Les comento que yo fumé desde la juventud hasta el año 2014 una cajetilla diaria. Dejé de fumar por el cáncer a los pulmones. Casi me muero. Regresé de la otra vida y compartíamos experiencias y comentarios con Patricio T. (Y aquí mencionó por su nombre a otro querido compañero que murió de cáncer hace pocos años).
Y Nico dio entonces su testimonio, este sí desconocido para todos:
—Yo dejé hace 44 años porque llegué a fumar más de 40 cigarrillos al día con fiesta incluida. Lo hice cuando murió mi hermano. Pasé a chicle de nicotina. Hasta hoy.
Como comprenderán, esos testimonios me estremecieron. Era un resumen escalofriante del daño que hace el tabaco. En el diálogo, yo también aporté mi historia, más anecdótica que otra cosa, y que en esta columna puedo ampliar un poco más.
Tuve dos épocas como fumador: aparte de las pitadas esporádicas en el colegio, lo hice desde 1966 hasta 1971, cuando lo dejé. Pero 13 años después recaí, la noche del debate de Rodrigo Borja con León Febres Cordero, en la segunda vuelta electoral en 1984.
Con los nervios que tenía, en la redacción del diario Hoy, donde estábamos viendo el debate, pedí un cigarrillo y ya no paré los cuatro años de Febres Cordero, como suelo explicarme, por los mismos nervios, causados por la tensión del enfrentamiento constante que tuvimos los periodistas del diario con aquel gobierno autoritario.
Y, luego, seguí fumando los cuatro años del Gobierno de Rodrigo Borja, con el pretexto, entre bromas y verdad, de que también era por los nervios, esta vez por la responsabilidad de ser parte del equipo presidencial.
Borja, que no fumaba, nos prohibió hacerlo en el Palacio, pero siempre me daba modos de ir al patio de la fuente o a la terraza para encender un cigarrillo. Luego el ministro de Salud de nuestro Gobierno, el Dr. Plutarco Naranjo, extendió la orden de Rodrigo Borja, y dictaminó, mediante acuerdo ministerial obligatorio, por primera vez en el Ecuador, que los edificios públicos de todo el país eran libres de humo, es decir que no se podía fumar en ellos.
Fue una hecatombe para los fumadores, a quienes nos la puso mucho más difícil. Esa medida debería ser recordada siempre como un hito en la salud pública del Ecuador.
Para entonces el fumador más empedernido del equipo presidencial, Pedro Saad Herrería, quien encendía el siguiente cigarrillo con la colilla del que estaba terminando, ya estaba de embajador en Moscú, así que a él no le afectaba la medida.
Como todos los que le conocieron lo recuerdan, Pedro contrajo enfisema pulmonar y, en los últimos años de su vida, con el oxígeno a cuestas, se convirtió en un apóstol contra el tabaquismo.
Por mi parte, dejé de fumar el último día del Gobierno de Borja. Apagué mi último cigarrillo la mañana del 10 de agosto de 1992, antes de salir del Palacio acompañando a Rodrigo a que rindiera su último informe de labores ante el Congreso Nacional.
Y en mi interior resolví algo que me hizo más fácil la tarea: “No volveré a dar una pitada más”. Dejar de fumar se vuelve menos difícil si se reduce a algo tan simple: no dar una pitada, la próxima. No lo recordaba entonces, pero es lo que dijo Lao Tse: “El viaje de mil millas comienza con un solo paso”.
Luego, salí con el presidente, quien, al ver la multitud que se había congregado en la Plaza Grande para despedirle —multitud espontánea y sincera, pues nadie la había organizado—, decidió bajarse del vehículo y seguir a pie. “Vamos caminando hasta la Plaza del Teatro”, dijo.
Pero como la multitud seguía y seguía, fue una marcha espontánea y triunfal hasta el propio Palacio Legislativo. Yo respiraba mal, pero decidido a no contaminar más mis pulmones ni el aire que respiraban los demás.
Para concluir este artículo con cifras se las pedí a Copilot, el asistente de Inteligencia Artificial de Bing. Y esto me respondió:
¡Claro! El tabaquismo tiene consecuencias significativas para la salud. Aquí tienes algunas cifras sobre los riesgos asociados al consumo de tabaco:
- Cáncer de pulmón: El 95% de los casos de cáncer de pulmón están relacionados con el tabaquismo.
- Enfermedades cardiovasculares: El 50% de las enfermedades cardiovasculares están vinculadas al consumo de tabaco.
- Bronquitis crónica y enfisema pulmonar: Más del 90% de los casos de bronquitis crónica y una parte importante de los casos de enfisema pulmonar se deben al tabaquismo.
- Muerte prematura: Los fumadores tienen un 70% más de probabilidades de morir prematuramente.
- Cáncer en otros órganos: Además del cáncer de pulmón, el tabaco aumenta el riesgo de cáncer en la boca, lengua, esófago, vejiga urinaria, cavidad bucal y laringe.
- Diabetes tipo 2: Fumar también aumenta las probabilidades de sufrir diabetes de tipo 2.
Y, para terminar, Copilot, siempre tan atento, me dijo: “Recuerda que no existe ningún producto del tabaco que sea seguro. Siempre es recomendable buscar ayuda para dejar de fumar y proteger tu salud”.
Le pregunté entonces lo que no me había dicho: cuántas personas mueren por tabaquismo. Me respondió que casi 8 millones de personas por año. Y añadió algo espeluznante: Esto incluye tanto a más de 7 millones de fumadores y exfumadores como a más de 1,2 millones de personas expuestas al humo, a las que se les considera “fumadores pasivos”.
Luego me dio unas cifras de España, por lo que le pregunté que de dónde acá me daba de aquel país y que si no tenía las del Ecuador.
“Mis disculpas por la confusión anterior”, me dijo. “Aquí tienes información específica sobre el tabaquismo en Ecuador":
- Muertes diarias: En Ecuador, 19 personas mueren cada día debido al consumo de tabaco. Esto es alarmante y subraya la gravedad del problema.
- Prevalencia: Aproximadamente una de cada 10 personas entre 18 y 69 años consume tabaco en Ecuador, y tres de cada 10 adolescentes entre 13 y 15 años han probado el tabaco en algún momento1.
- Costo anual: El tabaquismo genera un costo anual de USD 658 millones para Ecuador, lo que equivale al 7.9% de todo el gasto público en salud”.
Y me dio incluso más detalles sobre las enfermedades y muertes atribuibles al tabaquismo en el Ecuador:
- EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica): 7.798 muertes por año que podrían evitarse.
- Enfermedades cardíacas: 1.330 muertes anuales.
- Otros cánceres: 1.261 muertes anuales.
- Tabaquismo pasivo: 897 muertes anuales.
¿Qué hacer? Aumentar los impuestos al tabaco no sirve de nada, ya que más de ocho de cada diez cigarrillos que se consumen en el Ecuador son de contrabando.
Por otro lado, el vapeo en jóvenes es una plaga deprimente y los maestros no se dan abasto para detenerla en los colegios. La única salida está en los padres, quienes deben dar ejemplo, no tolerar el humo del tabaco en sus casas, ni siquiera en las reuniones sociales; mantener el diálogo con sus hijos; impedir el acceso de ellos a los cigarrillos físicos, electrónicos y a las otras formas de ingerir nicotina.
Las estadísticas dicen que si no se ha adquirido el hábito (mejor dicho, el vicio) hasta los 26 años, es muy difícil que se lo adquiera luego. Más campañas, más conciencia, más control, menos tabaco.