Surfeando la ola inflacionaria y cuándo lanzar un salvavidas
Director de Estudios Económicos y Estadísticos de la firma Inteligencia Empresarial.
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El mundo vive un leve tsunami inflacionario. A Ecuador apenas ha llegado una ola, y es probable que no pase a mayores.
De hecho, el FMI estima que la inflación anual promedio en Ecuador sea de 3,2% durante 2022 y apenas 2,4% en 2023.
El consenso de la Encuesta de Expertos de la Economía del Ecuador de abril pronostica que la inflación de 2022 cerrará en el rango de 3,0% a 3,5%.
Sin embargo, aunque sea una ola y no un tsunami, la inflación produce descontento. Después de todo estuvimos acostumbrados que los precios no subieran desde 2016.
Recientemente, la revista británica The Economist publicó un artículo en el que condensa parte de las investigaciones académicas acerca de las percepciones sobre la inflación.
En resumen, para la gente de a pie la inflación es una gran preocupación, mientras que para los economistas no lo es tanto.
Sin importar la magnitud del aumento de precios, las personas tienden a pensar que la inflación las empobrece y que es culpa de las empresas.
Lo anterior causa un malestar social que se traduce en una demanda de la ciudadanía para que los gobernantes hagan algo. Usualmente, la percepción es amplificada por la prensa.
Por otro lado, la explicación detrás de la percepción de los economistas es que no hay evidencia empírica de que la inflación represente costos significativos en la economía.
Me refiero a niveles de inflación similares a los que vive el mundo hoy en día, mas no a procesos de hiperinflación como el que atraviesa Venezuela.
Entonces, ¿El gobierno de Ecuador debería intentar algo para corregir los aumentos de precios?
Desde el punto de vista económico, la respuesta es complicada. Los controles de precios sugeridos por algunos sectores, y cuyo eco se lee en redes, son ineficientes y producen escasez, profundizando aún más los aumentos de precios en el mercado informal.
La mejor herramienta para combatir la inflación es la política monetaria convencional, y Ecuador carece de ella desde que nos dolarizamos. Solo nos queda la política fiscal.
¿Qué se puede hacer con política fiscal? Analistas ecuatorianos han sugerido que el Gobierno gaste más. Otros hablan de bajar impuestos. Ninguna de estas medidas tendrá el resultado esperado.
Subir el gasto de manera generalizada, ya sea corriente o de inversión, causaría el efecto contrario en el corto plazo: que los precios suban aún más debido al aumento de la demanda.
La reducción de impuestos, por otro lado, tiene efectos no tan claros sobre los precios en el corto plazo. Si bien hay un efecto en la reducción de costos de producción, también hay un impulso en la demanda, que presiona los precios al alza.
No es que no se deba gastar, ni que no haya que bajar impuestos. Simplemente, esa no debe ser una política como respuesta a la inflación.
Entonces, ¿nos quedamos de brazos cruzados? Tampoco. Controlar la inflación en el país no debería ser una prioridad, pero dar ayudas económicas a los más vulnerables sí es una necesidad.
A aquellos a los que la pandemia ha dejado muy rezagados. A aquellos a los que les resulta imposible subir una foto de aceite girasol todas las semanas en redes sociales.
En esta ola inflacionaria el Gobierno no tiene que surfear, sino lanzarle el salvavidas a los que no pueden nadar.