Contrapunto
Stradivari, el luthier más famoso, pero antes estaba Amati
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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Antonio Stradivari (1644-1737), de quien se deriva la marca latina Stradivarius fue el luthier más famoso, pero no el primero, porque antes Andrea Amati (1505-1577) dio forma a lo que se cree fue el primer violín; también compitió en fama con Giuseppe Guarneri del Gesù (1698-1744).
Lo que estos tres fabricantes de violín tienen en común es que todos nacieron y desarrollaron el arte del violín en Cremona, ciudad ubicada al norte de la península itálica.
La historia de estos personajes surge de la investigación de la escritora británica Helena Attlee (1958), autora de varios libros acerca de Italia, Japón y Portugal.
Bajo el sello editorial de Acantilado, Barcelona 2023, Helena Attlee publicó 'El violín de Lev, una aventura italiana', que la lleva hasta las profundidades de la historia del que es considerado como el instrumento que más contribuyó a la música culta: el violín.
La historia que quería averiguar la escritora era si el violín de Lev, un dueño ruso de este instrumento que ella conoció, fue o no fabricado en la Italia del auge de la música para cuerdas.
La lutería o liutería es, como lo explica la escritora, “el arte de construir instrumentos de cuerda de cualquier clase y, tanto en español como en italiano, la palabra de origen francés conserva la memoria de un tiempo en que los instrumentos eran laúdes”.
Cremona registra una historia de talladores de madera, carpinteros y ebanistas debido a su ubicación junto al río Po, una ruta muy frecuentada por gabarras que viajaban hacia el sur cargadas de finas maderas de los Alpes, especialmente arce y abeto.
En un principio el violín se construía de varios tamaños, pero Amati impuso el que se conoce hasta hoy, que es el mismo que 150 años después, salvo por pocas modificaciones, continuó fabricando Stradivari.
El de Amati estaba perfectamente diseñado para tocar música del Renacimiento tardío y del Barroco, pero eso cambió a mediados del siglo XVIII con notas más altas exigidas por el repertorio Clásico, explica la escritora.
Cuarenta años después de que los violines de Amati deslumbraran el ambiente musical en Cremona, los compositores comenzaron a escribir música especialmente para violín; antes de eso se escribía para ogni sorte di strumento (cualquier clase de instrumento), narra Attlee.
La investigación concluye que el primer músico que experimentó las posibilidades técnicas del violín fue Claudio Monteverdi (Cremona 1567, Venecia 1643), que compuso La favola d'Orfeo en 1607. El mismo Monteverdi fue el primer compositor que en 1624 utilizó el pizzicato, que consiste en pellizcar las cuerdas con las yemas de los dedos.
Andrea Amati tuvo varios hijos que continuaron la tradición del luthier, pero el genio resultó ser Giuseppe, a quien en 1730 todos lo conocían con el apodo de Guarneri del Gesù.
En la actualidad, asegura Helena Attlee, los violines Guarneri del Gesù son tan valorados como los Stradivarius. Guiado por su instinto, produjo violines con un sonido tan bello que “muchos músicos siguen prefiriéndolo al de un Stradivarius”.
En el texto entra una anécdota protagonizada por el mítico violinista Niccolò Paganini. Se supone, escribe, que en la década de 1800 el violinista recibió como regalo del propietario de un teatro de Livorno nada menos que un Guarneri del Gesù.
Paganini se encariñó con el instrumento al que denominó il cannone (el cañón) y viajó con él en sus giras por toda Europa.
“Sus interpretaciones con ese violín provocaban una mezcla de asombro y terror entre los músicos (…) durante la década de 1830 comenzó a aumentar la demanda del Gesù, llegando a rivalizar con los Stradivarius”, resalta la autora de 'El país donde florece el limonero'.
Stradivari había alcanzado la cúspide de su destreza: tallaba efes, añadía filetes y esculpía volutas con perfecta maestría; fabricaba instrumentos de una precisión y acabado tan bello que nunca ha sido superado, sostiene la autora británica.
Las efes son dos agujeros en forma de esa consonante que se ubican en el centro de la tapa superior del violín y permiten la amplificación sonora del instrumento.
La autora explica que la tabla armónica del violín no estaría completa sin las aberturas acústicas o efes. Aunque parezcan una floritura decorativa “desempeñan un papel fundamental ya que son las responsables de la resonancia del instrumento”.
A finales del siglo XVII los atrevidos y exigentes compositores Arcangelo Corelli, Tomaso Albinioni y Giuseppe Torelli solo tocaban Stradivarius.
La muerte de Antonio Stradivari en 1737 “marcó el final de la edad de oro de la fabricación de violines de Cremona, pero, para entonces, los luthiers estaban construyendo violines en ciudades y pueblos de toda Italia”.
A mediados del siglo XVII, cuando la música para violín se volvió tan popular, la demanda de los instrumentos era insaciable, porque, además, dice la escritora, “la iglesia adinerada de Italia contaba con su propia orquesta”.