Una Habitación Propia
Solo las diosas usan turbante
María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.
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Neisi Dajomes, Tamara Salazar y Alexandra Escobar son, las tres, campeonas en halterofilia. Medallistas olímpicas, oro, plata y diplomas: lo más alto que se puede llegar en tu disciplina deportiva.
Estas ecuatorianas ganaron sus medallas en levantamiento de pesas, un deporte que necesita fuerza. Fuerza física, me refiero. Y fuerza mental. Un deporte de repetirte a ti misma: yo puedo con esta pesa gigantesca, yo puedo levantarla, yo puedo vencerla.
Me tienen loca las imágenes de ellas levantando esas monstruosidades pesadísimas para cualquier mortal y luego celebrándolo a los gritos. Todas celebramos a nuestras compatriotas también a los gritos.
Una dice ser muy poco patriótica hasta que suena el Himno Nacional en un país extranjero lleno de deportistas, los mejores de su país en cada categoría, y uno -una- de las nuestras se sube al podio y recibe una de las medallas o diplomas que dicen: esta persona es la mejor del mundo haciendo esto.
Suenan las primeras notas del Himno y hasta la más descreída siente una bolita caliente en la garganta.
Especialmente cuando la que ha ganado es una mujer. Entonces se despierta un amor de hermana, una sororidad, por esas mujeres que se decidieron por un deporte tan difícil y se convirtieron en las mejores.
El planeta entero las vio ganar y escuchó el salve oh patria, mil veces, oh patria.
Después de Brasil, somos el país latinoamericano con más medallas olímpicas.
Chúpate esa.
En esos días escuché a una comentarista hablar de los cintillos de Neisi y Tamara, que eran muy bonitos. Algo así. Efectivamente, ellas llevaban en la cabeza unas telas de colores luminosos, preciosas, y no se las quitaron para nada.
Todo, incluso la moda, hace una declaración de intenciones y las de Neisi Dajomes y Tamara Salazar tienen una clarísima: lo que llevan no es un cintillo, es un turbante que representa rebelión, orgullo y resistencia para las descendientes afro.
El amarillo, además, significa fuerza.
El turbante se remonta a la época de la esclavitud: la mujer esclava trabajaba bajo el sol y se cubría la cabeza con cualquier trapo que encontraba para no insolarse o, a veces, cuando trabajaban dentro de las casas, las dueñas las obligaban a cubrir su pelo natural porque les parecía sucio y desagradable.
Que una mujer afroecuatoriana, que lleva la medalla de oro, de plata o que atesora diplomas de ser una de las mejores, use en los Juegos Olímpicos un turbante quiere decir: Yo soy negra, estas son mis raíces y no puedo estar orgullosa de ellas.
El turbante amarillo haciendo juego con el oro y con la plata mientras sonaba el Himno Nacional. Ay, carajo, estaban extraordinarias.
Ya sé que se ha dicho muchas veces, pero quiero decirlo una más porque se me llenan los ojos de lágrimas cuando lo escucho: que una niña afro en cualquier parte del mundo vea a esos dos mujerones tan parecidos a ellas, con el pelo tan parecido al de ellas, luciéndolo con orgullo y destacándolo con turbantes luminosos debe ser maravilloso.
Verte en la tele como en un espejo: si ellas pudieron eso que parecía imposible, yo también puedo.
Yo también puedo.
El triunfo de Alexandra, Neisi y Tamara es el triunfo de una raza y de un grupo humano increíblemente discriminado en todas partes, pero sobre todo aquí en Ecuador, un país en el que ser blanco te garantiza desde la cuna un montón de privilegios que, como todos los privilegios, existen porque son negados a los demás.
No paro de ver las fotos de esas mujeres ecuatorianas que solas o casi solas se entrenaron para ser campeonas olímpicas.
Todas deberíamos recortar un par de esas imágenes y ponerlas en nuestros espejos y decirles todas las mañanas: Gracias chicas por lo que hicieron por nosotras y por nuestras niñas.
Mujeres con medallas. Mujeres poderosas. Mujeres orgullosas. Mujeres sobre las que no pueden dejar de hablar. Mujeres de portada de revista. Mujeres afroecuatorianas.
Solo las diosas usan turbante.
Las diosas como ustedes: nuestras diosas olímpicas.