Leyenda Urbana
El socialismo del Siglo XXI atiza el fuego del odio contra Ecuador
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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En lo que parece configurar un patético acto de hipocresía internacional, los gobiernos que integran el Grupo de Puebla, alineados con el socialismo del Siglo XXI, atizan el fuego del odio en el que pretenden arda Ecuador, tomando como pretexto lo ocurrido en la embajada de México en Quito.
El odio viene acumulado desde que “perdieron Ecuador” -tal como dijo Rafael Correa en Caracas, en una cumbre socialista en 2022 donde juró recuperarlo- soslayando que el presidente Lenín Moreno soltó la mano a su vicepresidente, Jorge Glas, ante las pruebas incontrastables de los sobornos que recibió de Odebrecht. Y el mandatario abandonó la “revolución”.
El acoso del socialismo parece más una factura al pueblo ecuatoriano porque en las urnas ha escogido a gobernantes de tendencias opuestas al totalitarismo que representan. Y eso no lo perdonan.
Y es que, si de aplicar las leyes del Derecho Internacional y los Convenios que los países suscriben se tratase, ¿por qué guardaron silencio cuando, en diciembre de 2023, México acogió en su embajada en Quito a Jorge Glas, prófugo de la justicia, y le otorgó estatus de “huésped”, a pesar de tener dos sentencias ejecutoriadas por corrupción y una nueva orden de prisión por un tercer delito?
Y tampoco dijeron nada por el asilo diplomático con el que México vulneró el artículo III de la Convención de Caracas de 1954, y la Convención de Viena de 1961, que prohíben usar los locales de las misiones diplomáticas de manera incompatible con las funciones de la Misión.
Y la Declaración Universal de Derechos Humanos que en su artículo 14 prohíbe otorgar asilo contra una acción judicial originada por delitos comunes.
La superioridad moral exhibida contra Ecuador se estrella con la carencia de ética al guardar silencio sobre las atrocidades contra la democracia de su socio Nicolás Maduro, que cerró el paso a la candidata legítima de la oposición, María Corina Machado, por temor a ser derrotado y, luego, a la académica Corina Yoris que también era una amenaza, con lo que ha convertido a la elección en una farsa.
Claro que el presidente de Colombia, Gustavo Petro, fue categórico al calificar de “golpe democrático”, pero tras sus palabras debió volar de urgencia a Caracas para juntarse con su colega en Miraflores.
Maduro es un dictador audaz y de reflejos rápidos que tras llamar “barbarie” a lo sucedido en la sede diplomática mexicana en Ecuador, ordenó cerrar la embajada y los consulados, a costa de dejar sin atención a cerca de medio millón de venezolanos que residen en este país, solo para evitar que, en las elecciones de julio próximo, cientos de miles de votos en su contra sean emitidos.
La ambivalencia de los socialistas de siglo XXI es patética y no es problema de coherencia, sino de dignidad.
Ninguno ha tenido la honestidad intelectual para reconocer que Ecuador ha sido víctima de la corrupción de su correligionario. Porque si Glas no delinquía, jamás el país habría vivido semejantes episodios al saltarse las leyes y las Convenciones.
Tampoco han dicho nada del tirano de Managua, Daniel Ortega, que persigue, encarcela y despoja de sus bienes a sus contradictores; que ha aniquilado todo atisbo de oposición; ha cerrado medios y perseguido y enjuiciado a periodistas; ha expulsado a sacerdotes y obispos; ha empujado al destierro a cientos y hasta les ha arrebatado la nacionalidad nicaragüense a los líderes opositores y a escritores como Sergio Ramírez y Gioconda Bell.
El Grupo de Puebla encubre a Ortega y a la vicepresidenta, Rosario Murillo, su mujer, en cuyas conciencias están los 350 muertos por la brutal represión de las protestas de entre abril de 2018 y julio de 2019, durante las cuales pedían su salida.
Ortega dijo romper relaciones diplomáticas con Quito ignorando que los vínculos entre Ecuador y Nicaragua eran prácticamente inexistentes desde 2020, cuando Lenín Moreno cerró la embajada en Managua después de hablar en favor de una “restauración de la democracia” en ese país.
Lo del Grupo de Puebla es ruin porque blanquea a la dictadura cubana que, no contenta con tener a cientos de presos políticos con penas de 10, 20 años o cadena perpetua, tras haber reformado el Código Penal; hoy amenaza con pena de muerte, en casos excepcionales, a quienes organicen nuevas protestas reclamando comida, medicinas, agua, luz y libertad.
Se creen predestinados y por eso se perdonan entre ellos porque han asumido que sus acciones llevan al bien común y a la felicidad del pueblo, tal como lo cree el “amado líder” y dictador norcoreano.
Que México haya votado en contra del Ecuador, aunque aquello no impidió que la CAF aprobara un crédito puente de USD 800 millones para nuestro país, refleja lo que es el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Ha llamado la atención que el presidente Petro suspendiera el gabinete binacional entre Ecuador y Colombia previsto para el 25 de abril, tras considerar “muy grave” la incursión de la Policía ecuatoriana a la embajada de México, ya que frena las citas iniciadas en diciembre de 2012, cuando los dos países normalizaron las relaciones diplomáticas interrumpidas por Ecuador después de que militares colombianos bombardearon un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano, en marzo de 2008, matando al guerrillero Raúl Reyes y a otras 25 personas.
En la Cumbre de la Celac, convocada sin rigurosidad legal por Xiomara Castro, presidenta de Honduras, el presidente Lula Da Silva de Brasil calificó de inaceptable el asalto a la embajada y pidió que Ecuador reconociera la condición de asilado otorgado por México a Glas; mientras que Bolivia habló de formar una comisión de Estados para monitorear la salud de Glas.
El Grupo de Puebla, creado en 2019 para “promover el diálogo progresista de Latinoamérica y la Europa meridional”, encubre a sus socios, incluso a quienes han cometido delitos, e ignora las evidencias.
Durante el juicio al ex contralor, Carlos Pólit, en Miami, un funcionario de Odebrecht confirmó, bajo juramento, haber entregado a Glas entre USD 17 y 18 millones como soborno.
Con esta revelación, el lawfare del que se habían agarrado como a un clavo ardiente se ha extinto y hasta podría ser probable una extradición.
Todo esto sospechó siempre Correa y por eso, al borde de la insania, habló de “un caso bélico, un caso para la guerra”, insinuando que México bloquee el Golfo de Guayaquil.
Para los socialistas del siglo XXI, todo está consumado. Solo les queda el odio.