El Chef de la Política
Los resultados de un sistema político putrefacto: Construye es la segunda fuerza política del país
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Construye es el nombre que ahora tiene una organización política que nació a la vida pública como Ruptura de los 25. Formada por personas jóvenes prioritariamente, algunas con altos ideales de servicio a la patria y otras menos, Ruptura de los 25 se posicionó inicialmente como una posibilidad de renovación de los liderazgos políticos del país.
Pronto, cuando los procesos electorales arreciaban y la incipiente estructura partidista debía buscar un norte ideológico, la opción fue el apoyo irrestricto, sin derecho a crítica, a la Revolución Ciudadana. Así, en los primeros años de la patria altiva y soberana, los noveles políticos se entregaron a ese proyecto político. Muchos de los que aplaudían entusiastas al grupo de jóvenes se unieron a la línea de gobierno, mientras que otros, de a poco, se fueron alejando.
Con el tiempo y las aguas, y con muchas facturas políticas por pagar, Ruptura de los 25 se separó del gobierno del expresidente Correa. Salieron por la puerta de atrás, criticados e insultados, pero siempre con la mira de constituirse en una fuerza política autónoma.
Sin embargo, los procesos electorales venideros transformaron la esperanza de la Ruptura de los 25 en un sueño inalcanzable. Nunca consiguieron un espacio en la Asamblea Nacional a pesar de varios intentos.
Sus candidatos presidenciales obtuvieron resultados pálidos, por no decir otra cosa que pueda herir susceptibilidades, y el partido, ahora Construye, estaba destinado a ser una más de esas organizaciones de un solo hervor que pululan en el país.
Sí, de aquellas cuasi estructuras que surgen en un momento impetuoso en el que alguien se siente el elixir de la política o en el que se valora que tener un partido propio es la mejor forma de blindarse frente a procesos judiciales, rencillas políticas o momentos de asfixia económica.
Así, recurriendo a alianzas con las derechas y las izquierdas, con los liberales y los socialistas, con los conservadores y los aperturistas, Construye pudo mantenerse con vida y reconocimiento electoral. Fruto de un sistema de partidos y electoral que premia la mediocridad e inhibe a quienes pueden aportar con base en destrezas y conocimiento, Construye y otras organizaciones políticas de similares características, siguen ahí, sin representación política de ningún tipo pero con registro electoral.
Hasta que, como dice el refrán, a quien no se lo merece, la virgen se le aparece. Se declara la muerte cruzada, las organizaciones partidistas no encuentran candidatos (nunca los tienen) y los candidatos no encuentran organizaciones políticas que presten su nombre para participar.
En medio de ese barullo y ante la inminente posibilidad de desaparecer, Construye entrega el espacio a Fernando Villavicencio. El ex asambleísta nunca fue cercano, todo lo contrario, a la gerencia de ese partido, y el partido jamás supo siquiera de la existencia de un candidato presidencial que correría por su lista.
Al final, se trataba de un matrimonio por interés. Villavicencio podía buscar la presidencia, con sus propios recursos, y Construye podía intentar alcanzar algún espacio legislativo a partir de la figura de su supuesto candidato. Si todos perdían, no pasaba nada. Cada cual a lo suyo y la vida continuaba sin consecuencias. A ese tipo de conductas alienta el putrefacto sistema político del país.
Hay que decir las cosas tal como son. Hasta antes del crimen repudiable de Villavicencio, sus opciones de llegar a segunda vuelta eran mínimas y las de Construye de rasguñar algún escaño en la Asamblea Nacional también. En realidad, hasta ese momento toda la votación de Construye era de Villavicencio. Dicho de otro modo, a cambio de prestar el nombre, Construye podía llegar a la Asamblea Nacional por la gestión directa y exclusiva de Villavicencio.
Pero el crimen todo cambió. La votación de Christian Zurita creció hasta llegar al 16,44%, envolviendo en esa cifra a los que originalmente pensaban confiar en Villavicencio más los que tomaron esa decisión como una muestra de solidaridad ante tan macabro y hasta la fecha impune asesinato.
Al final, Zurita no llegó a la segunda vuelta, pero Construye creció electoralmente hasta constituirse ahora en la segunda fuerza electoral del país.
Pero ese resultado hay que tomarlo con pinzas. Ahí no hay triunfo alguno de Construye. Ahí hay votos de Villavicencio, Zurita y del crimen que, sin merecerlo en modo alguno, ahora pasan a una organización política inexistente en términos electorales.
¿Por qué sucede esto? La respuesta ha sido dicha varias veces: porque el sistema partidista y electoral del país está putrefacto y permite que eventos de esta naturaleza ocurran. Si no se requiere ser afiliado para ser candidato, se abre la puerta para que acuerdos de coyuntura, como el de Villavicencio y Construye se verifiquen, o para que la entrega de espacios en las listas a cambio de ingentes sumas de dinero se hagan más frecuentes.
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Una organización electoral prácticamente inexistente, como Construye, ahora resulta ser la segunda fuerza política en la Asamblea Nacional. Ese es un espejismo.
Dicho de forma más contundente, esa es una malhadada consecuencia de un sistema que está claramente construido para que los menos capaces lleguen y los más virtuosos se aparten de la vida política del país.
¿Hasta cuándo seguimos así? Hasta que un extremista llegue, seduzca y los lamentos empiecen a cundir.