Una Habitación Propia
La loba y la pichula
María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.
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Si este no es el momento más mágico de la humanidad, no sé yo cuál podría hacerle sombra. Vargas Llosa y Shakira, el Premio Nobel de la Literatura y la cantante pop, unidos por el desamor, lanzan pullas más o menos encubiertas a sus ex por medio de las palabras.
Es que es para sentarse con una funda de canguil y disfrutar.
Como clara-mente saben, hace unas semanas Shakira lanzó su BZRP Music Sessions 53, más conocida como 'Pa’ tipos como tú', una canción en la que Piqué y Clara Chía, su ex y su nueva novia, salen salpicados de muy mala manera.
Para qué voy a transcribirla si, estoy segura, se la saben de memoria.
La colombiana agarra el abandono, la ruptura, los cuernos y los convierte en una de las canciones más escuchadas de la historia. La corean desde niñitos hasta gente de la tercera edad.
Espectáculo.
En el lío en el que no sé si están tan al día es en el del escritor peruano Mario Vargas Llosa y la que hasta hace poquito fuera su novia, Isabel Preysler. Esto sí que da para una novela.
Resulta que Preysler, dueña y señora de las portadas de las llamadas revistas del corazón, insinuó en una de esas publicaciones que la causa de la ruptura eran los celos injustificados del escritor.
El avispero de cámaras y micrófonos voló a la puerta del departamento del peruano en Madrid a sacar algo de jugo para llenar los larguísimos programas y las páginas de papel cuché.
Espectáculo.
Vargas Llosa dijo que nada que ver, Preysler que sí, que sí, que sí y, en medio del baborreo de los tabloides, un periodista resucitó el cuento 'Los vientos' que el escritor había publicado un par de años antes en Letras Libres, una publicación cultural que con la revista Hola! solo comparte el hecho de estar impresas en papel.
Aquí todo se vuelve delirio.
El espectáculo y la literatura montan una orgía épica.
Ocurre lo inimaginable: los comentaristas de los programas leen la literatura de Vargas Llosa y la analizan minuciosamente, como lo haría un estudioso de las letras latinoamericanas, pero en prime time.
En el cuento en cuestión, resumiéndolo mucho y con sorna, el narrador recuerda mejores tiempos, aquellos cuando estaba casado con una buena mujer, mientras no puede evitar pedorrearse (el título se refiere a esos vientos).
Entre pedos y reflexiones, el anciano, al que la memoria empieza a fallar, se pierde por Madrid y en ese recorrido buscando su portal va recordando fragmentos de su vida. El hombre se lamenta haberse dejado seducir por esa gente que se pasa mirando el celular en la ópera y que gasta casi todo lo que gana en potingues para mantener una eterna juventud.
Digámoslo sin rodeos: el cuento es malo y hubiera pasado desapercibido para el mundo, si no fuera porque los periodistas del corazón, pájaros carroñeros locos por llenarse la panza, leen entrelíneas una alusión directa a Isabel Preysler y a su hija Tamara Falcó.
¿No les parece una delicia?
El pedorro escribe sobre las frívolas y la loba sobre los infieles: la civilización del espectáculo.
Precisamente en ese libro, escrito por un Vargas Llosa desdeñoso y hasta castigador como el dios del Antiguo Testamento, el peruano se queja furiosamente de la espectacularización de toda obra producida por el ser humano hasta el punto de que ahora todo es 'light', entretenido, fácil de tragar.
El autor de 'Pantaleón y las Visitadoras' extraña con rabioso academicismo los tiempos magnos en los que la cultura estaba claramente diferenciada del entretenimiento.
"Cultura", escribía el Nobel, "no es solo la suma de diversas actividades, sino un estilo de vida".
Quién te ha visto y quién te ve, Marito, quién te ha visto y quién te ve.
Lo más delirante es que en este preciso -y precioso- momento, Vargas Llosa está en París, donde recibirá un premio importantísimo, pero a la gente lo que le importa más que el qué es el con quién: Patricia, la esposa abandonada, cuerneada, ha resurgido de sus cenizas para posar -otra vez para el papel cuché- con toda su familia, sonriendo como en publicidad de Colgate.
Yo, común mortal, no puedo más que deleitarme de cómo la vida, si esperas lo suficiente, te dará una razón para reírte de los intocables.