Efecto Mariposa
Cuidado con lo que se desea
Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.
Actualizada:
Según el Boletín Anual de la Senescyt publicado en 2020, apenas el 2,6% de los estudiantes matriculados en universidades y escuelas politécnicas se autoidentifica como indígena. En el grupo de los mestizos el porcentaje alcanza el 71%; en los afroecuatorianos el 5%.
A simple vista, estas cifras podrían justificar el pedido de la Conaie de eliminar el examen de la Senescyt para ingresar a la universidad. Sin embargo, cuando vi que esto formaba parte del pliego de demandas del movimiento indígena, me surgieron muchas dudas.
Para ser franca, me asusté con el solo hecho de imaginar que podría hacerse realidad ese pedido. Y eso que lo veía muy lejano, a pesar de que fue uno de los ofrecimientos de campaña del presidente Lasso.
Mi intranquilidad no fue porque pensé que, si el Gobierno atendía esta petición, los indígenas iban a ingresar masivamente a las universidades, sino porque creo que el efecto real irá en dirección opuesta a lo que se dice que se aspira conseguir.
Un pedido de este tipo debía estar enfocado y aterrizado a la realidad del pueblo indígena, y de todos los ecuatorianos que viven en situación de vulnerabilidad económica. Y para esto se requiere hacer bien las cosas bien desde el principio.
Con esto me refiero a que se debe analizar la situación de la educación en los niveles previos al ingreso a la universidad, pues no se puede soñar con grandes ingresos a centros de educación superior si los jóvenes ni siquiera cursan el bachillerato.
Según datos del INEC, de la Encuesta de Empleo, Desempleo y Subempleo 2021, la tasa neta de asistencia a bachillerato de quienes se autodeclaran como indígenas es de 65,2%. En los mestizos, ese porcentaje alcanza el 78,2%, mientras que en los afrodescendientes es de 67,2%.
La tasa neta de asistencia a bachillerato es la relación porcentual entre el número de personas de 15 a 17 años que asiste a clases en nivel bachillerato, respecto a la población total de ese grupo de edad, en un periodo determinado.
Analizando la asistencia a bachillerato, según la situación económica de los ecuatorianos, las tasas netas de asistencia a bachillerato de los grupos más pobre y más rico son 68,2% y 86,4%, respectivamente.
Descendiendo a la Educación General Básica (EGB), las tasas netas de asistencia a la EGB son: indígena (92,7%), afroecuatoriano (91,1%), mestizo (94%). En esta tasa se analiza la población de cinco a 14 años de edad que asiste a clases, respecto a la población total de ese grupo de edad.
Por grupos de ingresos, las tasas de asistencia a EGB son 92,1% y 96,1%, para los grupos más pobre y más rico, correspondientemente.
Con estas cifras que reflejan una mínima parte de la realidad de la educación básica y del bachillerato de la población vulnerable del Ecuador, ¿cómo se aspira que los niños y jóvenes que pertenecen a este grupo accedan a la universidad, si ni siquiera asisten a la escuela o al colegio?
Estoy consciente de que este breve análisis solo representa una arista de las muchas que habría que examinar para que, en el mediano o largo plazos, se logre mejorar el acceso de la población indígena, y de todos los ecuatorianos que viven en condiciones de pobreza, a las universidades.
Son muchos los problemas que se deben atender: desnutrición crónica infantil, calidad de la educación en zonas rurales, servicios de salud e infraestructura.
Además, el ingreso a la universidad es solo un primer paso. El desafío también está en que los jóvenes que ingresen a un centro de educación superior tengan la capacidad económica y las condiciones físicas, cognitivas y psicológicas para cursar los estudios universitarios y graduarse.
También se debe discutir la capacidad real de las universidades para recibir estudiantes. Ya se ha dicho de sobra que la eliminación del examen de admisión no es sinónimo de cupos ilimitados.
Ahora que el deseo se hizo realidad, la Conaie festeja la eliminación del examen Transformar de la Senescyt. Lo reconoce como uno más de los logros del paro de junio de 2022, y manifiesta que es un paso necesario para garantizar el acceso a la universidad de los sectores populares, lo cual es muy difícil que suceda.
Creo que este deseo cumplido solo ampliará las brechas y favorecerá a quienes ya tienen posibilidades de ingresar a la universidad. Me temo que, en unos años, la dirigencia indígena no querrá ver el resultado de su petición, y podrá decir que comprobó en carne propia que hay que pensar bien los deseos antes de pedirlos, puesto que estos se pueden hacer realidad.