El Chef de la Política
Con Saquicela todos ganan
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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La expulsión de la bancada del BAN del primer vicepresidente de la Asamblea Nacional, Virgilio Saquicela, responde a su rol en la nueva correlación de fuerzas políticas. Esa es la realidad.
Por ello es que la declaración pública de la bancada oficialista, de que la salida de Saquicela tiene que ver con su "actitud prepotente y deplorable" en días pasados, es tan epidérmica, superflua e irrisoria que ni la propia gente del gobierno se la cree.
En sencillo, lo que sucede es que su ex aliado ahora está en la orilla de la alianza entre Revolución Ciudadana, Partido Social Cristiano y Pachakutik rebelde. Dicho acuerdo ahora lo suma a él, a algunos 'independientes' a los que pronto conquistará o ya ha conquistado, y a unos cuantos más expulsados de otras tiendas políticas.
Con ese variopinto grupo hay setenta voluntades en la Asamblea Nacional. Con esa coalición, el gobierno se queda formalmente por fuera de los acuerdos legislativos y así se firma la carta de salida de Guadalupe Llori.
Como la presidenta de la legislatura no accede a un convenio que ponga fin a su tortuosa relación con sus colegas, entonces ellos irán por el despido intempestivo, sin lugar a indemnizaciones. Vaya y demande, le dirán, como algunos empleadores despachan con aire fresco a sus antiguos colaboradores.
Pero más allá de todos los dimes y diretes de estos días entre el BAN y Saquicela, la posible salida al entrampamiento de la Asamblea Nacional recurriendo a la figura del primer vicepresidente podría dar como resultado un equilibrio de fuerzas que favorezca a todos.
A la Revolución Ciudadana no le interesa asumir el peso de la presidencia de la legislatura, pues ahí hay un desgaste político importante que podría tener consecuencias en los procesos electorales que se avecinan: la consulta popular y las seccionales de 2023.
Siempre será preferible asumirse como opositores y desde allí trabajar en su propia agenda política.
Con Saquicela al frente de la Asamblea Nacional, la Revolución Ciudadana puede tener mayor margen de maniobra en las comisiones legislativas y priorizar los temas que le preocupan, uno de ellos, la remoción de los cuatro vocales del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social.
¿Cuándo y cómo?, eso se verá luego. Lo de ahora es salir de Llori y colocar a alguien lo suficientemente confiable y que, a la par, no se lo pueda vincular directamente con la organización política. Para ello, Saquicela es un candidato perfecto.
Del lado socialcristiano tampoco existe interés directo en ocupar la presidencia de la Asamblea Nacional. El momento de Kronfle pasó y no hay nada más en el estante para escoger.
De hecho, desde el fallido intento de llegar a la titularidad de la legislatura con Xavier Neira, allá por el año 2000, los socialcristianos se han mantenido en su línea de gobernar desde atrás, desde los recovecos del poder. Esos recovecos incluyen a la justicia, desde luego, y por ahí podría enfilar su agenda inmediata. Para ello, Saquicela es clave.
No es del partido, pero llegaría a la presidencia de la Asamblea Nacional con los votos del partido. Esa es la ecuación perfecta y de allí a requerir en el intercambio el reordenamiento de la Fiscalía General, por ejemplo, hay un solo paso.
Así, al igual que la Revolución Ciudadana, con Saquicela serán posible también otros acuerdos como la consecución de un asiento en el Consejo de Administración Legislativa y eventualmente alguna presidencia de una comisión rentable políticamente. Es cuestión de ir por pasos, nada más.
Para Pachakutik tampoco hay una pérdida mayor con la llegada de Saquicela. No son parte del nuevo acuerdo legislativo, entonces su evaluación no debería ser en función de cuánto gano con el cambio, sino en qué medida ese cambio me resulta menos costoso.
Bajo esa lógica, si bien pierden un espacio en el CAL con la salida de Llori, al menos mantienen la presencia del asambleísta Pereira quien, si bien es rebelde, al final de cuentas "la sangre llama" y en caso de necesidad ahí está un posible intermediario frente al resto de agrupaciones políticas.
Quizás la Izquierda Democrática (ID) es la menos aventajada de todo este barullo legislativo, aunque lo más probable es que aún no se percaten bien de lo que está sucediendo.
Allí, en la otrora socialdemocracia ecuatoriana, el nuevo acuerdo legislativo volverá a encender las disputas pues, si las cosas siguen el sendero previsto, la ID debe ceder uno de los dos espacios en el CAL. Guamaní o Moreira. Ese es el dilema.
Moreira se jugó por el recientemente expulsado asambleísta Jaramillo, con lo que se le viene cuesta arriba ser la favorecida. En todo caso, habrá pelea y nuevos desacuerdos.
Finalmente, Saquicela en la presidencia de la Asamblea Nacional tampoco sería la catástrofe para el gobierno. Se han distanciado, pero solamente hasta nuevo aviso. Camas separadas con posibilidad de reconciliación por períodos cortos, aunque eventualmente intensos.
Eso es precisamente lo que ahora le conviene al Ejecutivo. Mantener una relación cordial con la legislatura, intentar el apoyo en determinados temas, como la ley orgánica de uso legítimo de la fuerza, por ejemplo, y marcar distancias hasta conocer el resultado de la consulta popular en primer lugar y de las seccionales posteriormente.
Con ello se podrá revisar la relación con Saquicela. Quien quita que si al gobierno le va bien ya no consideren que la actuación de Saquicela en días pasados responda a "intereses y ambiciones individuales", como consta en el libelo de la demanda de divorcio recién cursada.
La reconciliación, siempre es posible la reconciliación.