¿Pobre Sánchez Bas?
Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
Actualizada:
Normalmente, el título del artículo es lo último que uno escribe, pero en esta ocasión, ante el alud de críticas que recibía el DT desde mucho antes del partido contra Argentina –mejor dicho, desde que llegó a Quito–, se me ocurrió primero el título: ‘Pobre Sánchez Bas…’
Luego pensé que hay otro personaje que es blanco favorito de ataques que vienen de todos los ángulos: Daniel Noboa. Pero, a diferencia del DT, el presidente detenta el poder y puede contratacar; otras veces, es él mismo quien provoca a sus adversarios, o los crea de la nada, de manera que no se puede comparar con Sánchez Bas, que si habla demasiado marcha, como aquel entrenador que dijo hace poco en Guayaquil que el Barcelona que entrenaba no era el Barcelona de España y le pusieron de patitas en la calle.
La gente ha opinado siempre con pasión y agresividad de política y de fútbol. Por ello, en los artículos sobre ambos temas abundan las metáforas y las figuras ardientes, generadas por la urgencia de expresar mejor las emociones, las frustraciones y el anhelo de derrotar al adversario, visto como un enemigo.
Es lógico, entonces, que en ambos campos reine el lenguaje militar. Se podría llenar páginas con ejemplos, empezando por el “letal artillero que tiene pólvora en los botines”. También a las campañas políticas se las enfoca como campañas militares y los estrategas electorales usan como libro de cabecera ‘El arte de la guerra’, de Sun Tzu.
Parafraseando, no al chino sino a Bismark, se podría decir que el fútbol, esa guerra simbólica, es la política por otros medios. Pero como es más próximo a la gente, más sencillo y fácil de entender que los intríngulis de Carondelet, cada vez que juega la Tri surgen miles de estrategas espontáneos que saben más que Guardiola y Ancelotti juntos; no se diga que un pobre españolito, con cara de muñeco de ventrílocuo, dicen, que quedó último en Qatar.
En Qatar mismo, a Gustavo Alfaro, quien tomó un equipo en ruinas y venía haciendo todo bien hasta el último partido –cuando salió a empatar con Senegal y terminó perdiendo–, también le dieron palo de principio a fin, hasta cuando ganaba.
En realidad, quien desempeñe el cargo de director técnico de la Tri, está más expuesto que el mismísimo presidente de la República a recibir un alud de críticas, muchas de ellas injustas, producto de la mala leche de periodistas, comentaristas deportivos y de esa legión de aficionados que usan las redes sociales para desprestigiar a Raymundo y medio mundo.
Me dirán que en Argentina son mucho peores: cuando la albiceleste perdió la final con Alemania en Río de Janeiro tuvo que volver de madrugada para que no les lincharan por haber quedado vicecampeona del mundo. Quizá por eso Carlos Bianchi no aceptó, en su mejor momento, ser el DT de la selección; y Ancelotti se excusó hace poco de dirigir a Brasil, porque en ambos países las expectativas son demasiado altas y la apuesta es a todo o nada.
Acá nos conformamos con menos. Así, hasta que empezó el partido del jueves con el equipo B, Sánchez Bas era el peor DT del planeta; con el marcador final de 3 a 1 sus bonos subieron mucho porque casi todos los convocados se habrían lucido contra un equipo de colegiales bolivianos.
Sin embargo, el debate continúa pues cada opinador tiene su alineación propia y reclama al DT: ¿Por qué convocó a fulano y no a zutano?... ¿Quién metió la mano? Desde los tiempos de Chiriboga, el principal acusado es el presidente de turno de la FEF; a veces con razón, otras veces sin ella, pero aduciendo siempre que hay oscuros negociados o rencillas de por medio. Y tal como en la política, el regionalismo alimenta los rencores. Cuando no la xenofobia de acusar a un español de poner a un argentino como capitán de la Tri.
El asunto es que todo este rifirrafe es parte esencial de la puesta en escena del juego, cuya función social es servir de válvula de escape de las tensiones sociales y políticas. En ese engranaje el DT cumple un papel importante y muy bien pagado.
De modo que “el pobre Sánchez Bas” no es pobre en ningún sentido y esos 90 minutos de éxtasis, cuando está al filo de la cancha con un país entero dependiendo de lo que decida, compensan todos sus sinsabores. Lo único que rogamos es que nunca más les mande a empatar.