Leyenda Urbana
La salud mental de los ecuatorianos: salta una alarma en Quito
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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El remolino de emociones y sentimientos que han vivido los ecuatorianos desde cuando se declaró la pandemia y se decretó el confinamiento hasta ahora que rigen nuevas restricciones por la guerra contra el crimen organizado, han afectado la salud psicológica y mental de una amplia mayoría de la sociedad.
Son épocas complicadas en las que el ser humano enfrenta una realidad hostil. Es él y sus circunstancias, parafraseando, con osadía, al filósofo español Ortega y Gasset.
Durante la pandemia se pensó que el Covid-19 era el mayor enemigo de la humanidad debido al encierro, las escasas posibilidades para combatirlo y el dolor que provocaba la pérdida de seres queridos contagiados con el virus.
La pandemia nos recodó la condición de mortales que nos identifica. La finitud del ser humano.
Superada la gran crisis, en Ecuador, como en otros lugares del mundo, se comprobó que hubo efectos devastadores en la población, sin distinguido de edad ni condición social. Se habló de casos de ansiedad, ataques de pánico, depresión, trastornos del sueño; se incrementó la violencia doméstica y también subió la tasa de suicidio.
Sin políticas públicas de salud para encarar semejante realidad social, parece que se terminó confiando en que el tiempo ayudará a alivianar el drama que vivían y sufrían los ecuatorianos afectados.
En ese trance difícil estaba el país cuando se produjeron las masacres en las cárceles dejando imágenes de una aterradora y demencial violencia, que repercutió en la condición emocional de los ecuatorianos que, tiempo después, durante la campaña de una elección presidencial anticipada, fueron conmovidos por el brutal asesinato del candidato Fernando Villavicencio, llenando a todos de dolor, miedo y aflicción.
Estos hechos hicieron sentir a los ecuatorianos que estaban atrapados en un laberinto sin salida; las sensaciones eran confusas y contradictorias. La salud emocional estaba siendo, una vez más, perjudicada.
La cota más alta de la violencia del crimen organizado que se había apoderado de algunas zonas, con sicarios que sembraban el terror a diario, fue el aleve ataque armado a TC Televisión, visto en directo por todos, lo que configuró un nuevo y espeluznante escenario que ha perturbado a los ecuatorianos.
El estado de excepción y el toque de queda que restringe la libre circulación y repercute en el ocio y la economía, han sido golpes adicionales, aunque ahora exista la certeza de que la intervención es contundente y efectiva en las cárceles y que la presencia de militares y policías en las calles ha disminuido la violencia y ha devuelto, aunque sea en pequeñas dosis, la paz que nos había sido arranchada.
Pero la salud mental sigue expuesta al riesgo de un enemigo silencioso y destructivo por lo que los expertos aseguran que ha sido muy tocada, a pesar de lo cual un manto de silencio cubre esta realidad atroz que es vivida con angustia porque los afectados que no perciben una sola señal que les haga pensar que alguien está pendiente de su drama.
Se trata de una situación extrema cuyas consecuencias podrían ser lacerantes porque también los efectos de la guerra contra el narcoterrorismo han marcado nuevas heridas psíquicas en la población por el quiebre de los lazos sociales.
Teniendo esta realidad como telón de fondo, ha sido relevante que la Primera Encuesta Distrital de Salud Mental elaborada por la Fundación Tamdem haya sido presentada al Municipio de Quito y al público.
El informe da cuenta de que uno de cada cuatro habitantes de la capital considera que tiene algún problema mental, mientras que ocho de cada 10 (80,7%) reconoce un nivel “algo estresante” en sus vidas y un 11,9% un nivel “muy/extremadamente estresante”. El estudio señala que solo el 7,4% percibe un nivel “nada estresante”.
Las causas que se mencionan son la situación económica, seguida de la falta de tiempo para realizar sus actividades y las relaciones interpersonales. Lo que evidencia que son factores adicionales a los antes mencionados.
La encuesta hace otras revelaciones alarmantes: que una de cada cuatro personas tiene pensamientos suicidas; y que el 22,2% dice que desearía estar muerto.
Todo esto configura un entorno sobrecogedor al que hay que añadir que, en julio pasado, las autoridades de Policía del Distrito Metropolitano alertaron en Quito de que las personas que se quitaban la vida superaban a las que morían asesinadas. La cifra que mencionaron era incontrastable y dolorosa: 198 suicidios frente a 182 muertes violentas.
Con evidente asombro, las autoridades de la Policía dijeron que les llamaba la atención que algunos fines de semana que no había muertes violentas, sí había suicidios.
La revelación debió encender las alarmas para una acción urgente y sostenida. Pero no se conoce de algún programa emergente para encarar esta aterradora realidad, más todavía si los expertos advierten que la salud emocional es vital ya que incide directamente en el organismo.
En la orilla opuesta, una persona que goza de buena salud emocional es capaz de comprender, superar y controlar problemas como el estrés y la depresión. Lo que le permite a su vez mantener un equilibrio mental y emocional que se refleja positivamente en todas las partes de su vida.
Volviendo a Ortega y Gasset su frase completa es potente, pedagógica y ejemplar, y, aunque aluda a otra realidad, resulta pertinente: “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella, no me salvo yo”.
El 14 de diciembre pasado, la Asamblea Nacional aprobó la Ley de Salud Mental que permite a los ecuatorianos el ejercicio del derecho a la salud mental en todo su ciclo de vida y al Estado garantizar una atención integral en la red pública de salud. Ojalá cuente con financiamiento.
Encendidas las alarmas en Quito, las autoridades tienen que intervenir de manera urgente. La salud mental de los ecuatorianos es un tema muy serio y delicado y no puede esperar.