Dato y Relato
El costo de la fragmentación geopolítica global y regional
Ph.D. en Economía Universidad de Boston, secretario general del FLAR y docente de la UDLA. Ex gerente general del Banco Central y exministro de finanzas de Ecuador, y alto funcionario de CAF y BID.
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Las tensiones geopolíticas globales han recrudecido en esta década y están afectando las perspectivas de crecimiento y desarrollo del mundo. Estas son las tres principales:
1. Después de más de dos años desde la invasión de Rusia a Ucrania, la guerra entre los dos países no parece tener una salida pronta. Ha dejado miles de víctimas, destrucción de infraestructura y disrupción en el comercio de productos clave como gas, petróleo, alimentos y fertilizantes.
Algunos analistas no descartan un agravamiento bélico, con mayor involucración de países europeos e incluso con el riesgo de uso de armas nucleares. En el mejor de los casos, anticipan un largo período de conflicto (war of attrition) en el que los únicos ganadores serán los vendedores de armamento.
2. En el siempre inestable Medio Oriente, han pasado seis meses desde el repudiable ataque de Hamas a Israel, que dejó alrededor de 1.200 muertos y más de 200 personas secuestradas. Desde entonces, la respuesta de Israel ha sido atroz y sus ataques han causado ya más de 33.000 muertos en Gaza, la mayoría mujeres y niños.
La crisis humanitaria por falta de agua, alimentos y medicinas es catastrófica para más de dos millones de habitantes de Gaza. Existe el peligro de escalamiento del conflicto a otros países de la región, principalmente Irán y Siria, con consecuencias impredecibles para la paz y el comercio.
3. Aunque sin enfrentamientos bélicos, las tensiones entre China y Estados Unidos por sus relaciones comerciales y por la situación de Taiwán podrían desatar represalias económicas, políticas y hasta militares, que desencadenen incertidumbre no solo en el Asia, sino a escala global. Las consecuencias comerciales sobre la estabilidad financiera podrían ser devastadoras.
Más allá de estas tres fuentes de riesgos geopolíticos, el nivel de conflictividad mundo ha venido incrementándose de manera general en todo el planeta. De acuerdo con el Programa de Datos de Conflictos (UCDP), el número de conflictos y muertes relacionadas a combates aumentó en 97% en 2022 y en 400% desde el inicio de la década de 2000.
La situación en África es crítica, pero casi no está en el radar de la opinión pública. El año pasado se dieron tres golpes militares y se mantuvieron guerras o levantamientos armados en Sudán, Níger, Gabón, Somalia, Chad, Congo, Etiopía, Yemen y Burkina Faso. Las secuelas sobre el hambre, pobreza, abusos, migración forzada y muerte son desesperanzadoras.
La falta de un ambiente de paz ha impactado sobre la prosperidad y el ritmo de la globalización económica, que ha venido estancándose en los últimos años. Por ejemplo, el número de barreras comerciales en represalia a varias de estas situaciones se ha triplicado desde 2019, hasta llegar a alrededor de 3.000 el año pasado.
De acuerdo con el FMI, dichos obstáculos provocados por la fragmentación geopolítica reducirían la producción mundial en 7% en el largo plazo, es decir USD 7,4 mil billones. Esto equivale a la suma del PIB de Francia y Alemania.
Además, otras formas de fragmentación, como la disrupción logística, sanciones y restricciones a los flujos de capital y varias formas de control migratorio, incrementarán los costos de la inestabilidad global.
Lo más grave de dicha situación es que el grueso de la cuenta la pagará la población de las naciones más pobres, como siempre suele ser el caso. El organismo internacional estima que las pérdidas en los países de ingresos medios y bajos ocasionadas por barreras comerciales serían entre 80% y 120% superiores a las de los países más ricos.
Por fortuna, y pese al recrudecimiento de la violencia y el narcotráfico, América Latina no está atravesando situaciones comparables a las que aquejan a otras regiones. No obstante, no está aprovechando la oportunidad para posicionarse como una región de diálogo y paz.
La integración latinoamericana está pasando por uno de sus peores momentos en lo que va de este siglo. Contrasta con el entusiasmo que se vivió en los años 60 del siglo pasado, cuando se construyeron la mayoría de instituciones para la integración regional.
El tono es muy diferente al que prevalecía al inicio del nuevo milenio con la creación de UNASUR, Alianza del Pacífico y CELAC, que promovieron iniciativas muy pragmáticas como la integración de la infraestructura, el mejoramiento de los pasos de frontera, la facilitación del comercio y el diálogo político con otras regiones, como la Unión Europea.
En la actualidad, los ánimos están más caldeados.
Las relaciones de Venezuela con varios países de América Latina han sido particularmente tensas, con episodios de rupturas y retiro de embajadores, y posterior restablecimiento de relaciones diplomáticas, dependiendo de los cambios presidenciales o en respuesta a esfuerzos de diálogo regional.
De igual manera, Nicaragua ha enfrentado críticas internacionales, especialmente respecto a las elecciones de 2021 y a la represión de opositores al régimen. Las tensiones diplomáticas se han exacerbado y están menoscabando la integración de los países de Centroamérica.
La diplomacia del Twitter (ahora X, aunque se resiste a perder su nombre original) no ha ayudado a bajar tensiones. Haber sustituido el diálogo diplomático y los foros multilaterales por twits en las redes sociales, en muchos casos ha contribuido a encender más la polémica y diferencias entre mandatarios.
Hay una colección sorprendente de intercambios entre el presidente de Colombia con el de Argentina y El Salvador, o entre el presidente de Chile sobre Venezuela, entre otros.
El más reciente episodio de discordia regional ha sido la disputa entre Ecuador y México, que terminó con la ruptura de relaciones diplomáticas entre los dos países. Nicaragua hizo lo propio, en solidaridad de México.
Se ha escrito mucho sobre el tema y no es el propósito de este artículo agregar más. Recomiendo las columnas del escritor Gonzalo Ortiz, en Primicias, y de la excanciller colombiana María Angela Holguín, en El Espectador, que presentan visiones sólidas, pero contrastantes.
Este nuevo capítulo de tensiones en la región surge en una coyuntura en la que todos los países están enfrentando desafíos comunes como la desaceleración de la economía global, la pobreza y desigualdad, la crisis climática, la brecha digital, la migración y el crimen transnacional.
Enfrentar estos desafíos requerirá más cooperación e integración y no más disputas. Continuar con una espiral de mayor fragmentación geopolítica, que empeore una realidad global que ya es incierta y hostil, podría tener consecuencias devastadoras para la región.