Dato y Relato
La resaca, guayabo, ratón, cruda o chuchaqui de la deuda
Ph.D. en Economía Universidad de Boston, secretario general del FLAR y docente de la UDLA. Ex gerente general del Banco Central y exministro de finanzas de Ecuador, y alto funcionario de CAF y BID.
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Ya lo advertimos hace un tiempo: casi todos los países del mundo, y en particular los de América Latina, hemos quedado ahogados en deudas, después de la pandemia.
Este es el tema que aborda el reporte insignia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) 2023 'Lidiar con deuda: menos riesgo para más crecimiento', que fue presentado esta semana.
La historia es conocida: se juntaron gastos imprevistos (vacunas, hospitales, alivios a familias y empresas) con menores ingresos fiscales por el colapso de la actividad económica.
En consecuencia, los déficits públicos se expandieron de manera brusca y fueron financiados con mayor endeudamiento, principalmente de organismos multilaterales y algún apoyo privado o bilateral.
Entre 2019 y 2021, se estima que la deuda del sector público en la región subió de 60% a 75% del PIB. Los hogares y las empresas privadas también incrementaron su nivel de endeudamiento para enfrentar la crisis.
Incluso antes de la pandemia, el endeudamiento ya venía aumentando. En Ecuador, por ejemplo, la deuda pública, que en 2010 había sido de 19% del PIB, subió a 46% en 2018 y a 62% en 2021.
El BID estima que la deuda total (pública y privada) alcanzó 117% del PIB, e incluso superó el 140% del PIB en las cinco economías más grandes de la región. Esta expansión fue necesaria para salvar vidas y evitar un colapso económico y social de mayores proporciones.
El reporte es una alerta importante para la región: aunque no utiliza estos términos, parecería sugerir que, después de haber "ingerido" una cantidad inmensa de deuda, ahora deberemos enfrentar los efectos de la "resaca" financiera, también conocida como guayabo, ratón, cruda o chuchaqui.
Advierte algunos síntomas de esa resaca y la preocupación por la sostenibilidad de la deuda, que estarían presionando al alza en el riesgo país y las tasas de interés, y afectando la inversión y el crecimiento.
Para atenuar el impacto de estos factores, sugiere reducir el endeudamiento a niveles más prudentes de alrededor de 46% a 55% del PIB, lo cual requeriría un esfuerzo fiscal adicional para recortar el déficit en un promedio de 1,4% del PIB anual.
Como saben las personas que se han excedido en el consumo de alcohol, no existen recetas mágicas para curar la resaca. Tampoco las hay para enfrentar los excesos de endeudamiento. Cada país deberá buscar su estrategia, pero la tarea es impostergable.
El BID da algunas recomendaciones. Un esfuerzo básico será fortalecer las instituciones y reglas fiscales para ganar credibilidad y confianza, y evitar episodios de expansión fiscal irresponsable.
Además, se deberá implementar mecanismos para mejorar la eficiencia, equidad y calidad del gasto público y la recaudación de impuestos. Solo por ineficiencia, la región estaría perdiendo 4% del PIB cada año.
De manera paralela, se deberá reorientar el gasto hacia la inversión pública, y mejorar la gestión de pasivos, reduciendo los riesgos cambiarios, mejorando los plazos y asegurando acceso a líneas de liquidez.
El análisis y recomendaciones del BID son sensatos: moverse en la dirección de consolidar las finanzas públicas es lo razonable. Pero es más fácil decirlo que hacerlo.
La teoría del comportamiento muestra que hay dos factores que motivan a los seres humanos a tomar decisiones difíciles: la esperanza o el miedo.
La deuda bien manejada puede ser una palanca para el desarrollo. La esperanza sería hacerlo en un marco de estabilidad fiscal y macroeconómica, que garantice la prosperidad y la mejora en la calidad de vida de los latinoamericanos.
En contraste, el miedo tiene rostro de insostenibilidad fiscal, crisis de la deuda y otra década perdida para la región.