Leyenda Urbana
Remodelar el Gabinete y enmendar el rumbo, las urgencias de Lasso
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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Los ecuatorianos intentan reponerse de los aciagos 18 días vividos, durante los cuales daba la impresión de que el país se iba a pique, hasta que se firmó el Acta por la Paz, y surgieron las interrogantes: ¿Cómo llegamos a esto? ¿Cómo conjuramos, para siempre, este mecanismo de coerción, que paraliza y violenta al país, hasta sentar a la mesa al Gobierno para que acepte las demandas?
Se impone una profunda reflexión colectiva para reconocer los errores y enmendar, pero, sobre todo, para permanecer alerta como sociedad, a fin de que las autoridades no repitan, jamás, los desatinos cometidos, y tengan que pagar, por la vía de la presión en las calles, un alto precio político y económico.
La pérdida de USD 1.000 millones por el paro exige una conducta responsable y una sensibilidad humana superior, para arrimar el hombro y trabajar para que el país se reponga.
Los menos de 90 días que tienen el Gobierno, la Conaie y las organizaciones sociales, para viabilizar los compromisos, serán trepidantes y no exentos de riesgos. Hará falta mucha serenidad.
Para el Ejecutivo, todos los escenarios son de alta volatilidad. Y está solo.
Epicentro permanente de la desestabilización, la Asamblea le es hostil, y su presidente no es de fiar, porque su conducta como mediador auto-designado de las partes en conflicto, mientras votaba para destituir al primer mandatario, ha sido despreciable.
Con el país encendido, los asambleístas no han tenido la grandeza de hacer un mea culpa para admitir que la nefasta amnistía, por ellos otorgada, envalentonó a los dirigentes de la Conaie y a los políticos conspiradores, que volvieron, recargados, a desestabilizar el Ecuador.
Las amenazas de llamar a juicio político a los ministros, en un país que apenas ha logrado controlar las llamas, es irresponsable, aun cuando dentro de sus competencias está legislar y fiscalizar.
Con tantas urgencias encima; con tantos frentes abiertos, el reto para Guillermo Lasso es colosal.
Hay que cortar el ciclo de la pobreza que se repite, una y otra vez, en los sectores rurales y en los más deprimidos de las ciudades, al dejar sin oportunidad alguna a miles de hombres y mujeres.
Tanta marginalidad y abandono son inconcebibles; por eso, atender la educación, la salud y la microeconomía es de alta prioridad, por lo que ningún funcionario, más aún los elegidos en las urnas, debería hacer el quite, tras haber asimilado que allí está el caldo de cultivo para la bronca social.
Las revelaciones de la existencia de grupos armados y focos de guerrillas, deben también sacudir las consciencias porque, si a ello se suma el narcotráfico, configuran una bomba de relojería que tiene que ser desactivada, antes de que el país explote.
Ecuador vive una emergencia social, pero eso tampoco parece conmover a los políticos.
Así, una vez más, es mejor apelar al pueblo que conoce todas las amenazas que se ciernen sobre sí mismo y los riesgos a los que está expuesto, y no querrá vivir en una Nación bajo ataque.
Para merecer la confianza de la gente, urge soldar la fractura social, acrecentada con el paro y que ha desenterrado fantasmas de épocas ya superadas, por el absurdo de no haber sido capaces de reconocernos, colectivamente, en nuestra diversidad.
Ahora que los ecuatorianos han comprobado, con estupor, que los enemigos están incrustados en todos los rincones; que usan bombas y armas para atacar y sembrar el terror, hay también que presionar para que la justicia actúe.
En la era de las redes sociales, dentro y fuera del país se han visto, con asombro, imágenes de acciones de inaudita violencia, en las que se utilizan tácticas militares, que solo gente con entrenamiento puede ejecutar.
Por eso, la Conaie no puede seguir hablando de infiltrados, si no presenta una lista con los nombres, o por lo menos referencias claras, de quiénes son los que usan a su organización.
Separar la paja del trigo y denunciar, de una vez por todas, a los que contaminan su lucha, debe ser una muestra de buena fe y de sincera vocación pacifista, tal como reivindica para ese movimiento su dirigencia histórica.
Si a la hora de firmar el Acta por la Paz, ante las cámaras, Leonidas Iza se ufanó de los mecanismos de democracia colectiva, para consultar y asegurarse de que todos estaban de acuerdo, bien podría apelar a los mismos procesos para limpiar a su movimiento de aquellos que los usan, para sus protervos fines.
También desde el Estado se debe transparentar todas las acciones y responder todas las preguntas de una protesta que dejó muertos y heridos. En fin.
Pocas veces un gobernante tiene una segunda oportunidad ante el pueblo que lo eligió, luego de estar a un tris de perder el poder. Guillermo Lasso la tiene.
Él ganó una segunda vuelta electoral que parecía imposible, porque hizo una campaña de excepción; escuchó a personas distintas a las de su entorno habitual y rectificó. Si se propone, también podría, hoy, hacer un buen gobierno, transformado su debilidad en su mayor fortaleza.
Para eso, no tiene más opción que enmendar el rumbo y dar un giro Copernicano.
Sus amigos y conocidos, que han incumplido su tarea, han socavado su autoridad y le han fallado al país. Deben marcharse, ya.
Para conjurar todos los peligros, el presidente Lasso tiene que remodelar su Gabinete, resetear su Gobierno y comenzar de nuevo. En el poder le restan solo 1.055 días.