El indiscreto encanto de la política
El Rolex, su poder simbólico e impacto cultural
Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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¿Qué tienen en común Fidel Castro, Cristiano Ronaldo, Brad Pitt, Elvis Presley y Leandro Norero?
Absolutamente nada sustancial, salvo que todos ellos lucen en su muñeca costosos relojes en cuya esfera, en la posición de las 12, destaca una estilizada corona de cinco puntas, emblema de una icónica marca: Rolex.
Desde 1905, la empresa suiza ha fabricado productos de vanguardia, innovando constantemente el funcionamiento, la precisión y la resistencia de sus productos, y en general marcando la evolución de toda la industria de la relojería.
Sin embargo, más allá de su fiabilidad en cumplir su función instrumental (medir el tiempo), Rolex es símbolo de estatus, riqueza y poder en la sociedad contemporánea.
Lo curioso es que, si bien son joyas costosas, Rolex no es la marca más cara. En la categoría de relojería industrial, comparte un rango de precios similar al de Omega, Girard Perregaux o Cartier.
En general, bastante por debajo de los precios de las marcas de la alta relojería artesanal como Patek Philippe o Audemars Piguet.
Asimismo, tampoco son más resistentes que un Breitling o un Bremont; y quizá comparten el mismo nivel de precisión que un Zenith.
Rolex es lo que representa.
Hábilmente, la marca ha tejido una sólida red de embajadores, hombres y mujeres destacados en varios ámbitos de la vida pública, que presumen sus relojes ante las cámaras, contribuyendo a perpetuar el mito de la corona de cinco puntas.
Asimismo, los equipos de marketing de la casa cuidadosamente seleccionan y auspician eventos que representan su estilo de vida. Entre estos se incluyen los Premios Oscar, los cuatro Grand Slam de tenis, la Copa Ryder de golf y la Rolex Middle Sea Race. Además, Rolex es el cronometrador oficial de la Fórmula 1.
Esta particular lealtad ha permitido que Rolex se ubique en los primeros lugares de los rankings de reputación corporativa y sea una de las marcas más valiosas de Europa.
En los últimos meses, un par de tendencias en redes sociales pusieron el nombre Rolex nuevamente en la discusión cotidiana.
En la BZRP Music Sessions #53, la cantante colombiana Shakira incluyó la frase “cambiaste un Rolex por un Casio”, haciendo referencia a que su exesposo, Gerard Piqué, le había reemplazado por alguien de menor ‘valor’.
Este detalle abrió un -innecesario- debate alrededor de ambas marcas, pero dejó en el imaginario juvenil un potente mensaje: Shakira es un Rolex. Y, como toda joya de muchos quilates, son un privilegio al que solo acceden unos pocos elegidos.
Por otra parte, las delicadas operaciones Metástasis y Purga, impulsadas por la Fiscal General, pusieron en tendencia el nombre del reloj a nivel nacional.
Los implicados, Leandro Norero y Pablo Muentes, además de compartir vínculos con el crimen organizado, también compartían su afición por los relojes de lujo. De sendos allanamientos se encontraron colecciones de Rolex que, en conjunto, suman más de USD 500.000.
Una pieza de primera calidad y exquisito diseño. Se suma a ello el prestigio de una centenaria historia de asociación con figuras influyentes en el deporte, los negocios, el arte, la política y hasta el crimen organizado.
Un símbolo de elegancia, estatus y poder; a veces, simplemente, una muestra de vanidad, prepotencia y superficialidad. En cualquiera de sus formas, el Rolex es un objeto del deseo.