En sus Marcas Listos Fuego
El regreso del Jedi-sela, Obi-Iván Saquenobi
PhD en Derecho Penal; máster en Creación Literaria; máster en Argumentación Jurídica. Abogado litigante, escritor y catedrático universitario.
Actualizada:
Espero que el título resulte atractivo para los amantes de Star Wars, porque lo que les relataré hoy, como secuela a la columna Los proxenetas y el verdadero golpe de Estado, es una de las noticias más importantes que leerán este año.
Nuestra imitación de democracia se compone de tres pilares: el Poder Ejecutivo, el poder Legislativo y el Poder Judicial. Ninguno de los poderes está sobre el otro. Pero entre los tres, la gran diferencia no solo está en sus funciones, sino en el requisito legal que debe cumplir cada ciudadano que pretende llegar a su presidencia.
Para ser presidente de la República (Poder Ejecutivo) o presidente de la Asamblea (Poder Legislativo) se necesita haber nacido. Sí, cualquier pendejo puede ocupar y acunar tanto poder.
Pero para presidir la Corte Nacional (Poder Judicial) se necesita cumplir un largo listado de méritos, entre ellos, los académicos.
Es decir, a la presidencia de la Corte Nacional únicamente se llega por méritos, pues para serlo, primero se debe cumplir los requisitos para ser Juez Nacional.
Es por ello que quien preside ese poder no se debe al pueblo, pues no gana por votos, sino por puntos. Por ello, la Corte Nacional es el poder más institucionalizado de todos: responde a la ley y no a los aplausos.
Eso, lean bien, eso no les gusta a los políticos que forman parte o que responden a los otros poderes, porque mientras un Juez Nacional trabaja por la justicia, un político trabaja por y para el poder. Y entre esos dos trabajos hay un abismo.
Así es como la familia de Vader decidió controlar la Corte Nacional, como cada cuatro años. Pero algo sucedió esta vez. Los jueces de la Corte Nacional dejaron de agachar su cabeza al poder. El poder se desesperó y empezó a atacar. Los Magistrados, con el escudo de la ley, los repelieron.
El poder enloqueció. Necesitaban controlar las cortes a como dé lugar, así que decidieron descabezar al Poder Judicial.
Sacaron el primer Jabba el Hutt que encontraron en la basura, lo financiaron, le hicieron inventarse una denuncia mientras preparaban casi a la madrugada una suspensión para Iván Saquicela Rodas y finalmente ordenaron a los jueces de la Corte Nacional emitir una declaración jurisdiccional previa por negligencia manifiesta para destituirlo y así demostrar su poder.
Aquí empezó la Guerra de las Galaxias. Con lo que los proxenetas no contaban en su tentativa de Golpe de Estado es encontrarse con un grupo unido de jueces nacionales sumisos exclusivamente a la institucionalidad y a la justicia.
Así sigue esta historia:
El juez nacional sorteado para elegir el futuro del presidente de la Corte Nacional fue Milton Velásquez, más conocido como Yoda, el gran maestro del Derecho Administrativo del país (aunque por su juventud, aparenta ser Baby Yoda).
Ahí empezó la paliza para los proxenetas Vader. Vamos a ver: Saquicela fue denunciado por haberse tardado demasiado en el pedido de extradición de Darth Vader, alias el Belga, dicho argumento, forzado, inventado, desesperado y manoseado, fue desvirtuado en su totalidad por Baby Yoda, quien se dio cuenta de lo que sucedía: los malos de toda película, esos que quieren el poder por el poder, venían a acribillar sin legalidad a todos los que no fuesen adictos a la genuflexión.
Así, empezó la odisea. Lo resuelto por Velásquez debía ser leído, expuesto y resuelto por el Pleno de la Corte Nacional de Justicia (por esos ciudadanos que llegaron al cargo por méritos y no por prostitución).
Pero hubo una filtración en el Halcón Milenario, así que los proxenetas hicieron lo que mejor saben hacer: el 29 de junio de 2022, cuando los 20 jueces se reunieron a votar, vino el clásico: amenaza de bomba a las 10:00.
La idea era mandarlos a sus casas para amenazarlos correctamente, uno por uno, para que se conviertan en meretrices del poder. Pero no. Los jueces, vírgenes de esas labores, regresaron a las 13:30.
Pero a esa hora algo más sucedió. Pues por muchos méritos que tengan, son humanos, y llegó el juego de egos.
Algunitos empezaron a codiciar la presidencia. Inteligentemente, un magistrado con mucho Swing, se apoderó de la sesión por pedido del pleno, apoyado por la mano justa de la princesa Danleia, y la constituyó en Comisión General, lo más parecido a un cónclave del Vaticano: no pueden salir hasta que salga humo blanco.
Empezaba anochecer y la pregunta seguía en el aire: ¿permitirían que los proxenetas conviertan a la justicia en su burdel? Al final, ni el ego, ni el miedo pudieron con la institucionalidad. De forma unida, unánime, absoluta, los magistrados recordaron cómo llegaron al cargo: gracias a los méritos que cosecharon en su vida.
Así, el argumento jurídico e indestructible del sabio Baby Yoda fue aceptado por unanimidad y demostró que Iván Saquicela no cometió negligencia alguna.
Pero la historia no acaba aquí. Los proxenetas aún podían patalear porque otra queja, orquestada e igual de absurda, seguía viva contra el presidente. La queja de un Freddy cualquiera, que fue Defensor del Pueblo, que bajo las instrucciones llegadas desde la Belga contratacó.
Pero como las acciones políticas son basura frente a la fuerza de la ley, Marco Rodríguez, el Qui-Gon Jiin de esta historia, el 7 de julio de 2022 quitó el velo a la locura y también salvó al Jedi.
Mientras ello sucedía, en el planeta Morlaco tres jueces de su Corte Provincial, decentes, jamás timoratos, dispusieron que los proxenetas pidan disculpas públicas al agraviado.
Ahora muchos se preguntarán ¿por qué narrar así esta historia? Y ¿por qué esta historia nos debe importar? Y las respuestas son sencillas.
Las parafilias políticas de los ecuatorianos hacen que seamos ciegos e ignoremos el único camino hacia un porvenir digno. Ecuador seguirá siendo el objeto de la necrofilia de los políticos mientras la justicia no sea capaz de enterrar a las aves de rapiña y a los carroñeros junto al cadáver para ver de la tierra un nuevo renacer.
Hoy, tras tantas generaciones, encontramos por fin a jueces que decidieron unidos decirle a los otros dos poderes: "aquí manda la ley y la institucionalidad". Hoy, tras tantos proxenetas en el poder judicial, empezamos a vislumbrar jueces capaces no de revelarse ante el poder, sino de reivindicar su propio poder.
Solo el día que aprendamos a volver la mirada al lugar donde están esos verdaderos ciudadanos con poder, que se lo merecen, dejaremos de idolatrar a ese otro grupo de ciudadanos con poder, que nos hacen bailar y nos arrojan billetes de un dólar para vernos desnudos.
La decisión es nuestra. O empezamos a luchar y defender los méritos o seguiremos siendo, bajo una luz roja, las prostitutas del poder.
Esta columna es un agradecimiento al Pleno de la Corte Nacional de Justicia, mi forma de decirles que somos muchos los que nos dimos cuenta de su lucha. Gracias en nombre de la Justicia.