Contrapunto
Un registro histórico de la presencia de Rostropovich en Quito
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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Cuando se habla de violonchelo necesariamente hay que recurrir a la búsqueda de los mejores músicos que fueron capaces de tocar con la máxima excelencia este delicado instrumento de cuerdas.
Inmediatamente surgen los nombres de Pablo Casals, Jacqueline du Pré, Mischa Maisky, Mstislav Rostropovich y, más recientemente, Yo-Yo Ma.
La lista puede subir a 100, sin embargo el propósito de este artículo es contar que uno de estos grandes músicos estuvo en Quito en 1993; pero ocurrieron cosas insólitas como la pérdida de su maleta y una confusión con la partitura, lo cual pudo cambiar el curso de la historia.
Todavía nuestra moneda era el sucre y muchos artistas de renombre mundial incluían al Ecuador en su agenda de giras internacionales. Ocurrió el 15 de junio de 1993; el escenario la iglesia de San Francisco y el músico que nos visitó fue Mstislav Rostropovich, considerado por muchos como el mejor violonchelista de la historia.
Nació en Azerbaiyán en 1927 y murió en Rusia en 2007, país al que regresó cuando gobernó Gorbachov, que también le restituyó su nacionalidad. Además de tocar ese instrumento de cuerda fue director musical, defensor de los derechos humanos, embajador honorario de la Unesco y una figura deslumbrante en el escenario.
Su presencia en Quito fue posible gracias a la amistad que tuvo con ecuatorianos amantes de la música clásica, tal como reseña Alicia Coloma de Reed en el libro de su autoría Sociedad Filarmónica de Quito, 50 años.
Invitado oficialmente por la Sociedad Filarmónica, Rostropovich aceptó ser solista con la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador (OSNE), entonces también dirigida por Álvaro Manzano, quien estudió en la ex Unión Soviética y tuvo un desayuno de trabajo con el músico para definir detalles de lo que se tocaría más tarde en San Francisco.
Manzano reveló a PRIMICIAS algunos entretelones sobre esa visita, ya que hubo confusiones que, 27 años más tarde, era necesario aclarar. El actual director de la OSNE relata que a la medianoche del día anterior a la presentación llegaron hasta su casa integrantes de la Sociedad Filarmónica para contarle un malestar del chelista por un supuesto cambio en el repertorio.
Desde un comienzo Rostropovich planteó que iba a tocar el Concierto número 1 para violonchelo y orquesta en do mayor, de Joseph Haydn (1732-1809). El solista tocó también Variaciones en estilo rococó para violonchelo y orquesta, de Tchaikovsky; en tanto que la orquesta completó el repertorio con Serenata para cuerdas, también de Tchaikovsky, recuerda Manzano.
“Había confusión, que tal vez se pudo relacionar con que su maleta había desaparecido. Al otro día, cuando conversamos, en el entonces hotel Oro Verde, el equipaje fue encontrado y el músico fue muy cordial”, narra Manzano.
La misma noche de la confusión Manzano convocó a los músicos presentarse una hora antes del ensayo que tenían previsto con Rostropovich al día siguiente. En la conversación en ruso durante el desayuno, el músico narró a Manzano que justo antes de viajar le habían informado que tocaría el Concierto número 1 para chelo y orquesta de Camille Saint-Saëns.
El maestro Manzano también precisa que ese concierto puede ser el único escrito por Haydn para violonchelo, a pesar de que existe otro más en re mayor. “En realidad hay cinco conciertos para violonchelo del músico austríaco, alguno está perdido y otros, cuya pertenencia se atribuye a Haydn, se ponen en duda”, afirma el director.
El concierto en do mayor de Haydn dirigido por Rostropovich:
Con un solo ensayo y con las partituras correctas se hizo el concierto al que asistió el presidente de entonces Sixto Durán-Ballén, de acuerdo con el libro de Alicia Coloma de Reed. Manzano narra que durante el ensayo Rostropovich alentaba a los músicos de la OSNE, “todo va a salir bien”, les repetía.
Además de las obras programadas, Rostropovich, que se había informado de la reciente muerte del pianista ecuatoriano Juan Esteban Cordero, tocó una obra muy emotiva y pidió al público que no aplaudiera. Era un hombre muy sensible, incluso, afirma Manzano, el dinero recaudado por los auspicios lo donó a una entidad filantrópica.