Efecto Mariposa
Los regalos de Navidad y sus sorpresas
Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.
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Se acerca la Nochebuena. A estas alturas, imagino que, para la gran mayoría de las personas que acostumbra a dar y recibir regalos, el estrés de las compras navideñas ya pasó.
Entonces, quiero referirme al siguiente paso: el intercambio de los regalos. En este punto, se dice que algunos economistas son aguafiestas de la Navidad. Y no es porque recomienden no gastar, con el objetivo de ahorrar, sino porque algunos especialistas consideran que dar regalos es equivalente a desperdiciar dinero.
Asimismo, otros economistas argumentan que, si se considera un intercambio en términos estrictos, no siempre se reciben cosas de igual valor a las que se da. Así, de cualquier manera, uno de los participantes del intercambio saldrá perdiendo.
Esta columna no tiene la intención de generar polémica sobre dar o no dar regalos en Navidad, puesto que eso sería sugerir que se cambie una tradición que, en estas fechas, muchos disfrutan.
Más bien quiero referirme al significado de los regalos y cómo la actitud con la que los recibimos puede hacer la diferencia entre los sentimientos que experimentan quien recibe y quien da un regalo.
Los presentes son señales, pues a través de objetos, que tienen un valor monetario, se intenta expresar que alguien es importante para la vida del donante. También pueden representar una especie de inversión para afianzar o mantener una relación entre dos personas, que puede ser de amistad, familia, pareja o laboral.
Así, desde el punto de vista psicológico, intercambiar regalos trae aspectos positivos tanto para el receptor como para el donante, pues ambos reciben, a través del presente, la señal de reciprocidad de sentimientos o de la intención de alimentar y mantener una relación.
Además, se debe mencionar los sentimientos de satisfacción y alegría que los donantes pueden experimentar por el hecho de dar.
El simple hecho de comprar un regalo ya trae un mensaje que va más allá de lo monetario, pues pasar por el estrés de salir de compras y hacer esfuerzos económicos no requieren de mayor explicación para entender cuán importante puede ser una persona para otra.
Hasta aquí he mencionado los puntos positivos de los intercambios de presentes. Sin embargo, a veces, y me atrevo a pensar que todos ya pasamos por esa experiencia, el regalo recibido, en lugar de alegrar, decepciona.
Y esto no está relacionado con el valor. Es posible recibir presentes caros, pero que son simplemente inservibles. Por ejemplo, si a mí me regalan unas botas vaqueras de última moda y de una marca cara, no las usaré porque no son parte de mi estilo.
Ahí viene la pregunta: si alguien me conoce bien, ¿por qué me compró algo que no va conmigo? Responder no es fácil, pero intentaré exponer una de las explicaciones que se han propuesto.
Si alguien me conoce bien, ¿por qué me compró algo que no va conmigo?
Se dice que nadie nos conoce mejor que nosotros mismos, pero, parecería que esto no es tan cierto. Para sostener este argumento, me permito preguntarle al lector si tiene alguna prenda de vestir, algún libro, mueble o accesorio en su casa, que fue comprado con emoción y luego se arrepintió, y simplemente no lo usa.
Entonces, si comprar para uno mismo es difícil, imagínese lo complejo que es comprar un presente para otra persona.
Algunos expertos opinan que comprar un regalo supone tomar una decisión con información previa abundante, partiendo de que se conoce a quien va a ser el beneficiario del presente.
Inicialmente, si hiciéramos el ejercicio de ponernos en el sitio del otro y suponer lo que le podría gustar, pero, durante el proceso en el que se toma la decisión de comprar, esa postura inicial se sesga hacia los gustos propios y se termina comprando lo que refleja las preferencias del donante del presente.
Entre los gustos del otro y los propios se hace una mezcla que da como resultado la compra de regalos extraños o inesperados.
Cuando seleccionamos un objeto para regalar, aparece implícitamente el factor sorpresa. Así, cada uno hace la compra, convencido de que causará una gran impresión en el otro. La intención es buena, no obstante, no se sabe si la sorpresa será buena o mala.
Para evitar este conflicto, algunos expertos sugieren que lo más eficiente es regalar dinero en efectivo o un bono de algún almacén. Desde el punto de vista práctico, puede sonar bien recibir dinero como regalo navideño, pero no siempre puede ser bien visto ni aceptado.
Si le regalo a mi pareja USD 20, creo que dudará de seguir conmigo, dado que di una señal clara de tacañería y poco amor.
Sin embargo, si le regalo el libro que justo quiere leer y que costó lo mismo, quedaré como un ejemplo de buen gusto y será la señal de mi gran amor.
Si el regalo está malo, haga un esfuerzo por no mostrar su decepción, ponga buena cara.
Entonces, pensar en regalar dinero no siempre es útil, y lo que nos queda es aceptar lo que nos puede suceder en la vida real: recibir un mal regalo. Aunque, en realidad, los malos regalos no siempre son así. Veamos algunos casos.
Si usted considera que lo tiene todo, o mejor si siente que no le falta nada, usted es una persona difícil de agradar y generalmente se sentirá decepcionada a la hora de recibir un presente.
Otra situación que puede arruinar un intercambio de regalos es sentir que el regalo dado tiene mucho más valor que el recibido. En este caso, el presente recibido puede ser más barato, pero no necesariamente malo.
También se puede cuestionar la utilidad real de un presente y decir que lo recibido no sirve para nada.
Si se hace una comparación entre los regalos recibidos, por ejemplo, por un grupo de hermanos, y uno de ellos siente que el presente recibido es menos valioso que el que le tocó al hermano menor, esto también puede causar resentimientos.
Finalizo con el caso más simple y es cuando lo recibido simplemente no es del agrado del receptor, así sea útil.
En estos casos, cuando la sorpresa es mala, los regalos cumplen un papel contrario al esperado y en lugar de fortalecer las relaciones puede lastimarlas.
Por un lado, quien recibe el regalo se siente ofendido porque sus expectativas no fueron satisfechas. Por otro lado, quien da el regalo se decepciona porque esperaba una reacción de alegría inusitada. En otras palabras, puede ser el inicio de una fricción.
Y ese no es el objetivo de los regalos. Ese no es el sentido de la Navidad. Recibamos con alegría y con el corazón abierto. Si damos, hagámoslo de igual manera.
Si el regalo está malo, haga un esfuerzo por no mostrar su decepción, ponga buena cara. Por favor, no venda ni regale su presente a otra persona. Si su donante se entera, sentirá este acto como una gran ofensa.
Y si el regalo está bueno, agradezca y disfrútelo. Lo importante es que, al menos en estas épocas, no nos amarguemos.
Felices Fiestas.