Lo invisible de las ciudades
La peligrosa farsa de reciclar plásticos
Arquitecto, urbanista y escritor. Profesor e Investigador del Colegio de Arquitectura y Diseño Interior de la USFQ. Escribe en varios medios de comunicación sobre asuntos urbanos. Ha publicado también como novelista.
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Dos publicaciones importantes se han difundido recientemente. Ambas sirven para percatarnos del daño que producen los plásticos al ser humano, así como el engaño que han sostenido las empresas petroquímicas sobre la efectividad del reciclaje.
La primera es un reporte del Center of Climate Integrity, titulado: “El Fraude del reciclaje de plásticos”. Se trata de un reporte de 68 páginas, donde se detalla de manera cronológica las diferentes estrategias usadas por la industria petroquímica para incentivar el uso de productos plásticos, desde mediados del siglo pasado, hasta la actualidad. Se menciona desde la promoción de los plásticos desechables durante la posguerra, hasta el incentivo del reciclaje de plásticos como medio para mantener la producción y consumo de estos; aun sabiendo que el reaprovechamiento de los mismos es una gestión inútil.
En sus conclusiones, el mencionado documento señala que el incentivo del reciclaje por parte de empresas petroquímicas ha derivado en la crisis actual de residuos.
Solo en Estados Unidos, se espera que los desperdicios en esta categoría suban de 73 millones de toneladas métricas en el 2019, a 140 millones para el año 2060. Se menciona además, que a través de estas campañas engañosas se ha perjudicado a gobiernos estatales y municipales, quitándoles tiempo para encontrar otras alternativas que perjudiquen menos al ambiente y a la salud de los seres humanos.
Finalmente, el Center of Climate Integrity afirma que la industria petroquímica tendrá que lidiar con demandas y compensaciones monetarias, empujadas por quienes se sientan perjudicados ante esta estrategia de desinformación; tal como lo han hecho anteriormente las empresas tabacaleras y los productores de opiáceos.
Paralelamente, un equipo de investigadores de la universidad de Nuevo México, publicaron un estudio en el Toxicological Sciences Journal; en el cual se tomaron muestras de 62 placentas humanas y todas ellas mostraban la presencia de microplásticos en sus tejidos. Esto se suma a estudios previos, donde se ha encontrado microplásticos en muestras de sangre, leche materna y hasta en heces fecales de bebés. De acuerdo con este estudio, las cantidades encontradas fluctúan entre 6,5 y 790 microgramos por gramo de tejido. Los plásticos más encontrados en este conteo fueron polietileno, PVC y nylon.
Estas partículas se han vinculado previamente con daños celulares y enfermedades inflamatorias; así como en una disminución del 50% en el conteo de espermatozoides.
Dicho en otras palabras, la producción y consumo de plásticos ha envenenado nuestro mundo y a nosotros mismos. La cultura del reciclaje de plásticos ha sido un placebo, que no ha aminorado en nada su impacto en nuestro entorno y en nuestra salud. A través de dicha cultura del reciclaje, se nos ha hecho creer que la contaminación por plásticos era responsabilidad nuestra, cuando en realidad estaba en los productores; quienes sabían de antemano que el reaprovechamiento de muchos productos plásticos era una labor estéril.
Con esto no se quiere negar la efectividad que pueda tener el reciclaje en otros ámbitos, como lo es en el reaprovechamiento de residuos orgánicos, aluminio, vidrio o papel. Lo que se desea es mantener el permanente cuestionamiento sobre nuestras acciones, para que éstas no se conviertan en actos reflejos que limpien nuestras consciencias del daño hecho a la vida en la tierra, incluyéndonos.
Hay mucha desinformación y poco pensamiento crítico en lo que a reciclaje se refiere. Tal desinformación debe ser combatida con conocimiento. El reciclaje ha derivado en una repetición no razonada, que ha servido más como un instrumento para la segregación de quienes no actúan como lo establecen los rigores sociales de estos tiempos.
Si queremos realmente mejorar las condiciones ambientales y la salubridad en la que vivimos, debemos siempre hacer algo de manera irrenunciable: pensar.