El Chef de la Política
Realismo y prudencia: el día después de la vacunación
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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La situación política en la que se encuentra el Gobierno Nacional es de las más conflictivas que el país registra, al menos desde el retorno a la democracia.
No hay duda que el Presidente goza de un importante apoyo popular, fruto del buen trabajo desplegado desde diferentes ministerios en el proceso de vacunación.
Para algunos, dado que hay aceptación ciudadana a la gestión presidencial, ese factor debería incidir sobre las bancadas legislativas de cara a que asuman una posición más accesible respecto a las propuestas del Ejecutivo. Ese es el razonamiento inicial, intuitivo, aunque superficial.
Las fuerzas políticas en la Asamblea Nacional no ceden porque conocen que ese espaldarazo al Jefe de Estado es coyuntural y que, en cuanto la población esté inmunizada, las aguas volverán a su justo cauce.
Si a eso se suma que las bancadas de UNES y Pachakutik son las que más convicción ideológica presentan y que ambas son mucho más cercanas entre sí que al bloque oficialista, lo único que resta por decir es que entre las dos suman más del cincuenta por ciento de los votos.
Por tanto, con popularidad y todo, en la Asamblea Nacional es poco lo que puede esperar el gobierno sobre temas candentes, como un posible incremento de impuestos.
A lo dicho se suma que varios sectores sociales han dado inicio a un proceso de reposicionamiento en el tablero político nacional.
La mayoría de demandas que, hasta ahora, se observan responden a decisiones del gobierno anterior y otras a cuestiones que la administración actual está en proceso de resolver; sin embargo, en conjunto, sirven para dar una señal de presencia.
Además, la estrategia de situarse como legítimos contradictores le ha resultado exitosa a muchos pues innecesariamente el Presidente Lasso ha caído en la provocación y los ha confrontado públicamente. Con un escenario de las características citadas y más de USD 4.000 millones de déficit fiscal, es difícil descifrar por dónde puede emprender el gobierno para provocar las reformas que tiene en mente.
Más difícil aún resulta comprender cómo, bajo las circunstancias anotadas, los organismos multilaterales de crédito, desde la comodidad del espectador, pretenden que se ejecuten algunas medidas económicas que abiertamente el gobierno no puede asumir porque tiene un escenario político adverso.
Con lo dicho, el Presidente Lasso debería empezar a posicionar la idea de que habrá cambios, pero solamente en la medida en que aquellos sean factibles. Cambios sí, pero evitando los conflictos innecesarios y, sobre todo, las batallas perdidas.
En otras palabras, no se trata de señalar que será un gobierno de transición, pero tampoco se debe crear la falsa expectativa de que la reforma será revolucionaria, cambiando así por completo la estructura económica y política del país.
Para hacer modificaciones radicales se requiere de una mayoría legislativa oficialista y de amplia aceptación en las urnas del presidente. Ambas condiciones le son esquivas al gobierno actual. Por ello, hay que ser realistas y, en el mejor de los casos, dejar un panorama económico y político mejor que el actual al próximo presidente.
Desde esta perspectiva, mantener la estabilidad política, reducir la conflictividad social y aminorar los problemas económicos del país serían los mayores legados que el Presidente Lasso le puede dejar a Ecuador.
Un gobierno con ambiciones conservadoras, pero a la vez decidido y firme para enfrentar los embates de la adversidad. Eso es lo que se puede ofrecer. Eso es lo realizable. Esto es también lo que se debería transmitir como mensaje a los acreedores internacionales y a los asesores que insisten en medidas que son abiertamente inviables.
Desde luego, el gobierno puede optar por otras salidas, como las consultas populares o la muerte cruzada. Ambas estrategias, tachadas desde varios sectores cuando las utilizaban o amenazaban con recurrir a ellas otros gobiernos, pero que ahora las reivindican como legítimas, solo propiciarán confrontación política, incertidumbre económica y tensiones sociales.
Ese es el escenario ideal para la desestabilización presidencial. Ese es el escenario que muchos desean por voluntad propia pues allí, a río revuelto, pueden pescar una presidencia interina, un ministerio o recuperar el control de las cortes de justicia.
Ojalá el gobierno no caiga en la tentación. Si lo hace, cuando el escenario se torne conflictivo y las amenazas sean inmanejables, nadie alabará la audacia del Presidente. Ahí todos se situarán del lado contrario.
Ahí, los que ahora defienden la confrontación pura, estarán bien posicionados en el "lado correcto de la historia". Aquel al que siempre acuden quienes son incapaces de asumir sus propias responsabilidades.