Contrapunto
Brahms y Liszt dieron fama a las danzas y rapsodias húngaras
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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La danza es una expresión artística mediante movimientos estilizados que se practica en muchos países; en tanto que la rapsodia tiene un origen épico nacido en la antigua Grecia, cuyo significado literal es costura y en términos musicales se resume en la técnica de unir fragmentos en una sola composición.
Dos de los grandes compositores del romanticismo, el alemán Johannes Brahms (1833-1897) y el austrohúngaro Franz Liszt (1811-1886) dedicaron una parte de su creación musical a las danzas y a las rapsodias de origen húngaro; sin embargo, fue Béla Bartók (1881-1945) el que más investigó las raíces y el folclor de Hungría en toda su obra musical.
De Bartók, mucho más contemporáneo y menos famoso que Brahms y Liszt, nos ocuparemos en un próximo artículo, porque sus obras y su única ópera merecen un estudio mucho más profundo por su larga dedicación a estudiar la música ancestral de su país con la finalidad de darle una forma más académica que ha servido de ejemplo para algunos compositores.
A los 20 años, en 1853, Brahms visitó por primera vez Hungría junto con el violinista húngaro Ede Reményi, quien solía interpretar música gitana durante sus recitales; eran melodías tan embriagadoras que más tarde el músico alemán hizo sus propios arreglos para piano a cuatro manos, anota LA Phil.
La misma fuente destaca que el primer conjunto de diez danzas fue presentado por Brahms en 1869; posteriormente completaría un ciclo de 21 obras de raíces húngaras, incluso, las que llevan los números 11, 14 y 16 fueron de su exclusiva inspiración.
Una de las más populares fue la 'Danza húngara número 5' en fa sostenido menor (sol menor en la versión orquestal).
Posteriormente, el compositor alemán compuso y presentó las versiones para orquesta de las danzas húngaras que llevan los números 1, 3 y 10. LA Phil dice además que las danzas no son el único ejemplo de la música gitana de Brahms y recuerda el “electrizante final” del Cuarteto para piano en sol menor, opus 25.
Reményi tocaba con verdadera pasión las melodías gitanas y se dice que eso influyó para que Brahms “toque el piano a la manera húngara”, pero al mismo tiempo conoció al famoso violinista Joseph Joachim (1831-1907) y también comenzó a tocar con prolijidad el violín.
Liszt y las rapsodias
Como habíamos manifestado, a Franz Liszt se le atribuye la fama, popularidad y virtuosismo al interpretar y escribir rapsodias en plena etapa romántica de la música; la riqueza melódica y la posibilidad de expresar emociones permitieron que este género sea bien aceptado en el ambiente musical.
Según el Proyecto Biblioteca Internacional de Partituras Musicales (o IMSLP, por sus siglas en inglés), que se respalda en la tecnología wiki, “existen alrededor de 500 obras y partituras catalogadas pertenecientes a Liszt”.
Entre obras corales, sacras y seculares, orquestales, poemas sinfónicos, piano, piano y orquesta, música de cámara, estudios, vals, temas checos, alemanes, ingleses, franceses, rusos, italianos y españoles fueron catalogadas 19 rapsodias húngaras para piano.
Las rapsodias húngaras, se dice en las biografías, fueron influidas por los verbunkos, un género musical del siglo XVIII atribuido a los gitanos por sus fuertes vínculos con la música popular de Hungría.
Algunos datos.
- Las primeras rapsodias fueron compuestas entre 1846 y 1853.
- Un segundo ciclo de rapsodias se ubica entre 1882 y 1885. Aquí destacan las que llevan los números 16, 17, 18 y 19.
- Los números 16, 17 y 18 no son consideradas auténticamente rapsodias húngaras porque fueron compuestas con las ideas musicales que Liszt tenía en su mente.
- Las rapsodias 18 y 19 fueron compuestas por pedido del rey de Inglaterra.
Sin embargo, la más popular o interpretada es la Rapsodia número 2 en do sostenido menor, dedicada al conde Ladislas Teleky, compuesta en 1847 y publicada por primera vez como pieza para piano solo en 1851.
Dentro del catálogo de las obras de Liszt constan unos cuadernos que denominó “años de peregrinaje”, un período dedicado a viajar por varios países y culturas para conocer los orígenes de la música.
La idea del músico, explica la musicóloga Pola Suárez, era “entregar a través de la música un contenido sentimental, filosófico, poético para transmitir la impresión causada por un paisaje en el alma del creador”.
En el prólogo de un ensayo escrito por Liszt se lee:
“Habiendo recorrido estos últimos tiempos países nuevos, sitios diversos y lugares consagrados por la historia y la poesía; habiendo sentido que los aspectos variados de la naturaleza y las escenas que ahí se desarrollan no pasaban delante de mis ojos como imágenes vanas, sino, por el contrario, llenaban mi alma de emociones profundas y que se establecía entre ellas y yo una relación vaga, pero inmediata, indefinida, pero real, ensayé dar a través de la música algunas de mis sensaciones más fuertes y mis más vivas percepciones”.