Contrapunto
¡Vuelvan caras, carajo! La historia de Rondón, por Rafael Baena
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
Actualizada:
Ocurrió en Las Queseras del Medio (…) cuando el grupo casi sentía el vaho de los caballos españoles a sus espaldas, José Antonio Páez frenó con violencia su zaino y, de pie sobre los estribos, gritó: ¡Vuelvan caras, carajo!
Entonces, todos los jinetes frenaron, dieron media vuelta para cargar lanza en ristre contra la primera oleada española, que no soportó el embate y cayó segada por la guadaña.
Así relata el escritor colombiano Rafael Baena (1955-2015) una de las epopeyas más importantes de la guerra por la independencia de América en los llanos venezolanos, en el actual estado de Apure.
Escritor, periodista y fotógrafo, ¡Vuelvan caras, carajo! es una de las siete novelas que escribió Baena antes de su muerte ocurrida en Bogotá y, si bien la frase corresponde al general Páez, la historia del libro rescata a un gran personaje de la revolución americana: Juan José Rondón.
Publicada por primera vez en 2009, la novela de Baena fue reeditada en 2022 por Penguin Random House y se constituye en un aporte literario importante por las características del protagonista, un descendiente de africanos casi olvidado por los historiadores.
Tan importante fue esa victoria en Las Queseras, que Bolívar arengó a los soldados después de la batalla: "Soldados, acabáis de lograr la hazaña más extraordinaria en la historia militar de las naciones".
Una batalla de 150 hombres liderados por el intrépido (así lo calificaba Bolívar) Páez frente a un millar de realistas bajo el mando del implacable Pablo Morillo.
"Sus columnas de caballería (de los españoles) han sucumbido al golpe de nuestras lanzas (…) el fuego de sus cañones ha cesado delante de los pechos de nuestros caballos", arengaba un Bolívar eufórico y victorioso.
¿Qué papel jugó Juan José Rondón en esa y en otras campañas escenificadas en los llanos?
Comencemos por decir que fue coronel de los ejércitos de Colombia, comandante general de la Caballería de la Guardia del Libertador, "oficial a carta cabal y hombre de familia", tal como lo describe el narrador de la novela, Angus Malone, escocés y también especialista en caballería.
Los críticos literarios llegaron a definir a la novela de Baena como histórica y también ecuestre, porque profundiza en la importancia del caballo en los combates. Y Rondón era un experto jinete, domador, su misión era proveer de equinos al ejército libertador.
La caballería llanera, explica Malone, tenía órdenes expresas de Bolívar de no enfrentarse a la infantería y a la artillería de Morillo, que era una fuerza con probada eficiencia en Bailén y Vitoria, donde "había correteado a los franchutes (franceses) por toda la península (Ibérica)".
Los llaneros, también veteranos jinetes probados, se habían convertido en lanceros infatigables y osados, era el mejor cuerpo montado que jamás existiera sobre la faz de la tierra, explica el narrador de la novela.
Y ahí estaba el recién ascendido teniente coronel Juan José Rondón, que antes estaba dedicado mucho más a las labores campesinas que a las militares.
Baena, a través del narrador, repasa todas las campañas militares, incluida la travesía del páramo de Pisba, que sin el soporte de la caballería hubiese resultado imposible de cumplir.
Pero también advierte que Rondón era discriminado por los mantuanos, que era el nombre que se le daba a los criollos poderosos de la época colonial.
En Bogotá y en ausencia de Bolívar, Rondón no era invitado a las tertulias.
"No lo decían, pero era indudable que el color de piel del coronel venezolano rechinaba hasta tal punto que en medio de los gobelinos y damascos de sus casas no podían darle la bienvenida", narra Malone.
A fuerza de afeites y fingimientos, continúa Malone, los anfitriones bogotanos no podían disimular la mezcla de sangres que sin duda corría por sus venas.
El libro no solo evoca el papel de la caballería y de los lanceros en la guerra, se aproxima a un Bolívar inflexible con el enemigo, como por ejemplo cuando ordenó ejecutar a todos los presos españoles y canarios confinados en las mazmorras de La Guaira.
O la tregua y el abrazo que se dio con Morillo antes de que el español emprendiera el regreso a su patria.
Vanidades aparte, el encuentro se selló con la orden de levantar un monumento en el sitio de la reunión (Santa Ana, a medio camino entre Trujillo y Carache).
Finalmente, el narrador se informa de la muerte de su amigo Rondón por una carta que le escribió Páez con todos los detalles de la forma en que se apagó la gloriosa carrera del venezolano.