Economía y Desarrollo
Una radiografía de la pobreza en Ecuador después de la pandemia
Doctor en Economía, máster en Economía del Desarrollo y en Política Pública. Director general académico de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
Actualizada:
La pobreza se relaciona con una situación de carencia o privación, en términos de bienestar. Sin embargo, establecer a qué dimensión de la vida vincularla y cuál es el umbral o límite que identifica a una persona en situación de pobreza, es una discusión normativa y un debate abierto.
En Ecuador, la pobreza se mide utilizando distintas metodologías. Las dos más relevantes y permanentes son las que permiten identificar a hogares en situación de pobreza por ingresos (carencia monetaria coyuntural) y, desde 2015, el índice de pobreza multidimensional (carencia de derechos estructural) que responde a una perspectiva de ejercicio de derechos económicos, sociales y culturales, como una evolución de las mediciones anteriores de necesidades básicas.
Cada una de ellas responde a realidades diversas, por lo que analizarlas de manera conjunta permite un mejor entendimiento. Una opción es la tipología de Katzman, que organiza la pobreza en cuatro niveles: crónica (carencia coyuntural de ingresos y estructural de derechos), reciente (carencia coyuntural de ingresos), inercial (carencia estructural de derechos, pero no de ingresos) y no pobre.
En el gráfico observamos la evolución de cada una de estas tipologías de pobreza, en Ecuador, entre los años 2019 y 2020, la pobreza crónica aumentó de 19,3% en 2019 a 22,5% en 2020, mostrando un incremento de 16,8%.
El sector urbano fue el más impactado, con un incremento del 28,8%, así como lo las mujeres, con un aumento del 17,3%.
La pobreza crónica es, sin duda, la más precaria: en esta categoría las personas no cuentan con ingresos o activos para poder garantizar la vida y refleja, además, la vulnerabilidad ante los efectos de la pandemia de Covid-19 y de la crisis económica.
En cuanto a la pobreza reciente, podemos decir que muestra el mayor incremento relativo: un 70,9% a nivel nacional entre 2019 y 2020, al pasar de 5,8% a 9,9%. Los grupos más empobrecidos fueron las mujeres con una variación de 77%.
Y en cuanto a la identificación étnica, los pueblos y nacionalidades indígenas son los más golpeados (213%) y también los afrodescendientes (102%).
La pobreza reciente identifica a las personas que están en proceso de empobrecimiento, ya que, si bien cuentan con ciertos activos, la falta de ingresos genera procesos de desahorro y deterioro, de movilidad descendente, si no hay procesos de reactivación en el corto plazo.
Finalmente, la pobreza inercial cayó del 18,8% al 17,6%. Este es el grupo de personas en proceso de movilidad social ascendente, y con perspectivas de una eventual superación de condiciones de pobreza; y en los grupos dónde más cae es, nuevamente, entre las mujeres, los indígenas y los afrodescendientes.
La pandemia y la crisis económica golpean a la mayoría de las personas, pero de manera diferente. Quienes se encontraban en situación de pobreza fueron más afectados y empujados a la pobreza crónica, quienes eran vulnerables ahora son pobres, y son menos las personas que tienen expectativas de salir de la pobreza.
Las estructuras sociales machistas y racistas se hacen presentes. No es una casualidad que quienes hayan sido más afectadas sean las mujeres indígenas y afrodescendientes.
La reactivación económica requiere acciones urgentes de parte del Estado, y deben estar focalizadas hacia grupos de personas históricamente vulneradas.
Es por esto que indignan tanto los privilegios que el Gobierno permite impunemente.