Lo invisible de las ciudades
Todos los caminos colapsan en Quito
Arquitecto, urbanista y escritor. Profesor e Investigador del Colegio de Arquitectura y Diseño Interior de la USFQ. Escribe en varios medios de comunicación sobre asuntos urbanos. Ha publicado también como novelista.
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El pasado 27 de noviembre, en la Avenida de los Conquistadores, se dio un colapso parcial del talud adyacente a las bases de un pequeño puente en la mencionada vía, justo al final de esta. Este incidente es la gota que derramó el vaso; y refleja la triste realidad de cuán mal se maneja la vialidad en nuestra capital.
Por ello, comparto una serie de reflexiones urgentes al respecto, sobre cómo llegamos a tan mala situación y sobre cómo las decisiones de la actual administración nos dirigen a un colapso vehicular, en un futuro no muy lejano.
Las medidas de contingencia tomadas por el Municipio Metropolitano de Quito son deplorables, peligrosas y cuestionables. Se ha dispuesto que sobre el puente en cuestión se dé un tráfico regulado, que permite principalmente la circulación de transporte público y escolar. ¿En qué cabeza puede ser coherente que furgonetas y buses llenas de niños sean arriesgados al pasar por una vía con riesgo de colapso? ¿Cuál es la idea de permitir buses con personas traficando en dicho sector? ¿Qué en una posible desgracia mueran personas inocentes de diez en diez?
Dejemos algo claro: el Camino de los Conquistadores NUNCA debió tener circulación de buses grandes.
Se trata de un camino cuyos orígenes y características responden a las de un camino vecinal, no hecho para vehículos pesados de gran tamaño. Lo ideal hubiera sido que el transporte de ese sector se manejara con furgonetas, para satisfacer las necesidades de la población local. Dichas furgonetas podrían conectarlos con las demás alternativas del transporte público en áreas más amplias y sin riesgo de derrumbes. Sin embargo, eso nunca se consideró. Nadie en la Secretaría de Movilidad o en la AMT pensó que ese camino podía ceder ante el abundante número de vehículos que pasan sobre sus adoquines.
Adicionalmente, este camino ha visto incrementado el número de automóviles particulares que lo usan como vía de comunicación entre Quito y Cumbayá; lo cual ha llevado a su capacidad de carga al límite. Ya vimos meses atrás, cómo este Camino cedió -por tercera vez- con un derrumbe, que ha llevado a cerrar dicha vía una vez más. Parece que las actuales autoridades -empezando por el alcalde Muñoz- no han aprendido nada al respecto.
¿Qué es lo que ha llevado al uso exagerado de estas rutas viejas, al punto de estar al borde del colapso? El culpable de esta lamentable situación tiene nombre y apellido: los contraflujos del túnel Guayasamín. Aquellos que tienen que ir en sentido contrario al flujo de dicho túnel no tienen otra más que subir o bajar por Guápulo. Las entradas a Quito por la Avenida de los Granados o por el trébol de la General Rumiñahui son demasiado distantes, y tienen sus propios problemas de congestión.
Nótese que el contraflujo es una medida de élite, que no beneficia en nada a la ciudad; solo empeora la movilidad de la gran mayoría, mientras muy pocos son los privilegiados. Queda en evidencia cómo un alcalde que dice ser de izquierdas atiende la movilización de las élites, en detrimento de los demás.
El contraflujo debe desaparecer, no sólo del túnel Guayasamín, sino de todas las calles de Quito. Quienes habitan en los valles orientales deben lidiar con el tráfico, al igual que todos los demás ciudadanos. Si no quieren hacerlo, tienen dos opciones: trabajar cerca de casa o usar transporte público. Otra opción sería que el contraflujo se reemplace por un incremento en el peaje durante las horas pico.
En contraparte, es nuestra obligación exigir al alcalde Muñoz que dé una solución global a la vialidad de Quito. Los quiteños estamos hartos de esa mentalidad mediocre de parches que nos ha llevado a la situación que sufrimos actualmente.