El Chef de la Política
Titiriteros y ventrílocuos: ¿Quiénes están detrás de los presidenciables?
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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En la mayoría de los casos, los candidatos presidenciales no son más que fichas colocadas estratégicamente en un tablero electoral.
Los actores que efectivamente buscan el poder y los intereses que representan se despliegan a la retaguardia del barullo político, entre los bastidores del escenario proselitista, a prudente distancia del escrutinio ciudadano.
A la usanza de los titiriteros de los circos ambulantes estadounidenses de inicios del siglo XIX, quienes pretenden decidir el destino del país desde las sombras colocan discursos prefabricados en la boca de sus candidatos, mueven los hilos y les hacen sonreír.
Atinan alguna maniobra y consiguen que un gesto aparezca como espontáneo. A fuerza de billetera y redes sociales, se esfuerzan porque el público se divierta con el gris espectáculo de sus blandengues y descoloridos muñecos. Pero nadie se emociona.
Al contrario, la propuesta es tan elemental y básica que lo único que provoca en las galerías es desazón. Ojalá esto termine pronto. Hasta cuándo tanta podredumbre. Hasta cuando tanta farsa.
Pero la función debe continuar. Ahora es el turno de los candidatos, esos ventrílocuos modernos embadurnados de tecnología y entrevistas previamente pautadas.
Ellos deben esforzarse para que las voces de quienes sostienen sus millonarias campañas se escuchen lejanas. Deben intentar algún movimiento torpe, cual aprendiz de volatinero, que si no genera adeptos al menos permita mantener en reserva a los organizadores del sainete.
Al final, ellos no son más que los nuevos insolentes recaderos de las oligarquías, parafraseando al difunto Jaime Roldós. Y así vamos, avanzando en la campaña electoral, como pomposamente denominados a este acto circense del más rancio nivel.
Mientras tanto, los ciudadanos, esos convidados de piedra a quienes no se permite más que marcar unas papeletas un domingo cualquiera, se hunden en la desesperanza. Intentan escoger pero no pueden.
Tan peregrino es el espectáculo que la decisión no debe ser por el mejor de los ventrílocuos sino por el que menos daño le puede causar al país.
Así de lamentable es el estado de nuestra política. Así de corroídos están nuestros mecanismos de representación.
Pero ahí un punto de orden. El problema no es el régimen democrático. El problema son nuestras reglas de juego, amañadas para que estos titiriteros y ventrílocuos advenedizos sigan haciendo de las suyas a nuestra vista y paciencia.
Pero aún con todo el escenario en contra hay opciones para que podamos identificar a los titiriteros.
Por ejemplo, si quien mueve los hilos del candidato es un emporio comercial o financiero, ese es mal síntoma. Nunca es bueno que el poder económico se vincule con el poder político.
Ese maridaje es letal pues el bien de las mayorías en muchas ocasiones va a contramano de los intereses de los pequeños sectores más aventajados. Experiencias de ese tipo hay varias en América Latina.
También es peligroso cuando el titiritero es de aquellos que tienen experiencias oscuras en su pasado político. Peor aún cuando el ventrílocuo peca de ingenuidad y de ideas fácticamente irrealizables. Ahí hay que encender las alarmas. Cuidado.
Y ya que hablamos de ventrílocuos, si el que desde esa posición intenta ganar un proceso electoral sin un equipo de colaboradores que sepa cómo administrar el Estado, ahí hay otra señal de alerta.
Ya sabemos que la gestión pública eficiente depende de la presencia de personal capacitado y no solamente de la buena voluntad del "llanero solitario".
La falta de ejecución por ausencia de funcionarios experimentados ya nos ha pasado factura. Precauciones.
Finalmente, cuando el ventrílocuo pierde su encanto para convertirse en un simple reproductor de las ideas del titiritero, ahí el ejercicio está en aguzar el oído y valorar si conviene más de o menos de.
Titiriteros y ventrílocuos. El arte está en identificar quiénes mueven los hilos y qué intereses se representan a través de los presidenciables.