¿Quién es el cronista que atemoriza a los poderosos?
Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
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Cuando oí que la socialcristiana Cynthia atacaba a Roberto Aguilar, el cronista político más destacado del país, recordé el día en que un muchacho con lentes, que no ajustaba los 20 años, asomó por la minúscula redacción de Impulso 2000.
Corría el año de 1985 y con Pancho Huerta, que siempre fue un liberal de izquierda, nos dábamos modos para publicar esa revista que defendía las libertades y los derechos atropellados diariamente por el gobierno prepotente de León Febres Cordero.
A su corta edad, Roberto ya venía fogueado en la sección cultural de diario Hoy, bajo la tutela del Pájaro Febres Cordero, cuyos artículos de humor contra los socialcristianos hicieron época.
El padre de Roberto, conocido periodista de origen cuencano, le había aconsejado que para ser buen periodista estudiara otra cosa que le ampliara la perspectiva, porque el oficio se lo aprendía en la práctica, como la carpintería.
Y en esas andaba. Inteligente, perspicaz, gran lector, calzó perfecto en Impulso 2000, donde aplicábamos la onda del nuevo periodismo al enfrentamiento político y cultural. O sea que el primer requisito era escribir bien, como si fuera un cuento, pero sin faltar a la verdad.
Las condiciones económicas eran precarias, pues –tal como ahora Cynthia exige quitar la pauta al diario Expreso–, desde Carondelet presionaban a los pocos empresarios solidarios para que no colocaran publicidad en la revista.
Cuando finalmente lograron que se cerrara el quiosco, Roberto fue a dar a Antropología de la PUCE, donde la biblia era 'Las enseñanzas de don Juan', de Carlos Castaneda, un migrante peruano que había coincidido en California con el jipismo y la búsqueda psicodélica de los años 60.
Desde que el best-seller de Castaneda convirtió a don Juan en gran gurú, no había mochilero gringo que no anduviera con su libro buscando hongos y ayahuasca para expandir la conciencia por estas latitudes.
Tarde como siempre, la onda alcanzó a nuestros antropólogos. Y tarde, como siempre, les llegaría la noticia de que don Juan no había existido nunca: era una ficción hábilmente armada por Castaneda, quien terminó vendiendo 27 millones de sus diversos títulos.
Ampliada de ese modo su perspectiva, luego de trabajar en El Comercio y El Universo, Roberto fue llamado por Galo Martínez al Expreso, donde sus crónicas, extensas y pobladas de detalles agudos y destellos de ingenio, tuvieron y siguen teniendo gran acogida.
Decía Aristóteles que no porque algo está bien escrito es necesariamente falso. Castaneda lo contradijo; Roberto no.
Por eso le brincan al cuello, porque bajo un estilo literario –que en el blog Estado de Propaganda alcanzó su esplendor y enrabió a Correa–, siempre anida la verdad.
Ahora, recordando la época de Impulso 2000 y diario Hoy, le pregunto por qué sigue enfrentando a los socialcristianos. "Porque no cambian", responde.
Tiene razón, pues el pacto legislativo "de la regalada gana" con Abdalá se parece mucho al pacto actual con el correísmo, aunque este se plantee objetivos más peligrosos contra la democracia.
Por fortuna quedan periodistas de fuste como Roberto, como el inagotable José Hernández, como Juan Carlos Calderón y su Plan V, que detectan y analizan las picardías de los políticos y no les dejan pasar de agache.