Punto de fuga
Harta ya de estar harta
Periodista desde 1994, especializada en ciudad, cultura y arte. Columnista de opinión desde 2007. Tiene una maestría en Historia por la Universidad Andina Simón Bolívar. Autora y editora de libros.
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Qué cansona que es la gente que se queja de todo, ¿cierto? Sí, estoy hablando de esos personajes que no pierden oportunidad de machacar con la cantaleta de cómo les va de mal, de cómo todo a su alrededor se cae a pedazos. Bueno, pues así me siento a veces cuando me pongo a escribir para este espacio de opinión: una quejetas profesional (los españoles y la RAE dicen que se dice quejicas, pero a mí me suena muy mal). Así que quejetas o quejumbrosa. Y la verdad es que estoy hasta la coronilla de este estado mental.
En mi defensa, he de decir que motivos sobran (no solo a mí, a ustedes también, sobre todo si en su documento de identidad consta que su nacionalidad es la ecuatoriana). Parecería que el mundo está patas arriba, y si uno vive en o es de Ecuador tiene que multiplicar esa sensación por tres. La situación no está para paños tibios ni parabienes. La cosa tiene ribetes apocalípticos a veces.
Pero como estoy harta de que la corrupción, la ineptitud, la desidia, la improvisación y la maldad a secas lleven las riendas de mis pensamientos y mi estado de ánimo, este sábado de feriado quiero hablar de otra cosa. Me quiero dar el permiso de hablar de asuntos que me interesan enormemente y que, por lo general, están guardados en un cajón trasero de mi cabeza porque el descubrimiento mediático del latrocinio de turno tiene secuestrada mi atención.
Para variar, no quiero escribir indignada. Para variar, quiero decir algo sobre las dos noticias literarias (sobre personalidades de enorme trascendencia cultural) que marcaron mi semana: el merecido Premio Princesa de Asturias en Comunicación y Humanidades otorgado a Marjane Satrapi; y la tristísima noticia de la muerte de Paul Auster. Sepan disculpar la confidencia.
A través de los libros de Satrapi y de Auster, creo que he conocido un poco más, quizás también mejor, el mundo, sus complejidades.
Con ‘Persépolis’, que fue el primer libro de Satrapi que cayó en mis manos, se me quedó tatuado a fuego algo que ya sabía, pero cuyos alcances no había visto tan de cerca: no hay teocracia buena. Toda teocracia es la muerte del respeto por el otro (sobre todo por ‘la otra’, porque en esa clase de regímenes las mujeres siempre suelen llevar la peor parte).
Y ha sido también a través de otros libros suyos, ‘Pollo con ciruelas’ y ‘Bordados’, que he podido atisbar la riquísima vida cotidiana de las mujeres y las familias iraníes, que no tiene nada que ver con el cliché que el gobierno de ese país y una imagen mediática estereotipada han impuesto en el resto del mundo. No hará un mes que me compré ‘Woman, Life, Freedom’ (2023), un libro creado por Satrapi, que mezcla historia, sociología, ensayo y cómic —y que cuenta con la participación de 17 artistas gráficos— para adentrarse en la sociedad iraní y tratar de desenmarañar su historia contemporánea y avizorar alguna salida.
De Auster, lo primero que leí fue ‘Timbuktu’ (la travesía de ese perro hermoso y lúcido llamado Mr. Bones), y no ‘Trilogía de Nueva York’, que correspondería a una cronología intelectual más pulcra, pero que, en cambio, yo leí mucho después. Mi educación literaria —así como mi educación sentimental— ha sido desordenada, sinuosa, quizás no recomendable, pero a mí me ha servido. No sé qué piensen los hoy tan afamados y poderosos prescriptores de literatura juvenil de una chica de 13 años leyendo ‘Madame Bovary’.
Con ‘The Brooklyn Foollies’ o ‘4 3 2 1’, Auster me regaló el privilegio de volver a ver Nueva York a través de sus ojos. Ciudad jodida y ciudad hermosa; como son las ciudades que uno ama… Me quedan tantos libros suyos por leer y, aunque no lo haga, con tener esta ilusión me basta. Así, contenta y liviana como estoy (habiéndome quitado la pesada mochila del hartazgo y la queja por un momento), me retiro a mis aposentos a seguir pensando en aquellas pequeñas cosas / que nos dejó un tiempo de rosas / en un rincón, en un papel o en un cajón… si me permiten continuar citando a Serrat (flamante Princesa de Asturias de las Artes).