Una Habitación Propia
¿Qué tal se te da eso de lavar platos? ¿Sabes decir ceviche?
María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.
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He sido periodista más de la mitad de mi vida y sé que a veces una no puede preparar perfectamente cada entrevista.
Sobre todo cuando he trabajado en periódicos, donde las cosas se mueven a una velocidad distinta que la del resto de la gente, he sentido que pude haber hecho mejores preguntas, que pude haber conocido con más detalle al personaje, que pude, qué sé yo, mostrar de mejor manera a mis lectores a la persona a la que entrevistaba.
Sé, comprendo, empatizo.
Las entrevistas que he hecho o los reportajes que salieron de ellas, no siempre son piezas de orfebrería para enmarcar. A veces son meh, olvidables, mediocronas.
Lo único que jamás ha faltado es respeto por el entrevistado.
Cuando somos periodistas, la gente se entrega a nosotras confiando en que sabemos qué preguntarle. No es lo mismo estar frente a un científico que frente a una abogada. No es igual entrevistar a una deportista que a un escritor.
No sirven las mismas preguntas.
No sirve tampoco no pensar en que hay una persona frente a nosotras que ha hecho algo extraordinario y que esa persona, el tiempo de esa persona y sus respuestas, merecen respeto.
El periodismo es un oficio curioso: hace de vínculo entre unas personas y otras que jamás se conocerán y, sin embargo, permite que los lectores, oyentes, espectadores, sientan que conocieron algo -o mucho- de esa persona que admiran.
Mostrar quién es alguien de la mejor manera posible es una cosa muy seria.
Recuerdo claramente el chasco monumental del periodismo ecuatoriano cuando al gigantesco John Malkovich, ganador de dos premios Oscar, le preguntaron si podía decir ceviche.
Hay preguntas y preguntas.
Unas pueden deberse a la ignorancia del entrevistador. Por ejemplo, a mí me han preguntado sobre mis cuentos infantiles (¿?). Y otra muy distinta es la pregunta ofensiva que ridiculiza al entrevistado.
Lo que pasó con la entrevista de Andrés Carrión a Neisi Dajomes pertenece a esa segunda categoría.
Pero hay más.
Es un hombre entrevistando a una mujer.
Es un hombre blanco entrevistando a una mujer afroecuatoriana.
Es un hombre capitalino entrevistando a una mujer de una de las regiones más olvidadas del país.
Centro y periferia.
Es un hombre privilegiado entrevistando a una mujer de orígenes difíciles.
Es un periodista entrevistando a una medallista olímpica.
Nada exculpa que ese hombre blanco privilegiado periodista le pregunte a esa mujer afroecuatoriana de orígenes duros qué tal se le da lavar los platos.
Nada exculpa esa pregunta.
Nada la explica.
Si a mí un hombre me preguntara qué tal se me da lavar los platos ardería Troya.
Neisi fue una dama y respondió con una sonrisa de compromiso, aunque me imagino que por su cabeza desfilaron unas ganas tremendas de mandar a la mierda, las de levantarse e irse y las de contestar "tengo una medalla de oro olímpica, pendejo, ¿por qué me estás preguntando sobre lavar platos? ¿Estás drogado?".
No pensé que podría estar más orgullosa de ella, pero lo estoy.
Evidenció su grandeza empequeñeciendo al ridículo que hizo la pregunta más clasista, racista y machista que se le puede hacer a alguien.
"¿Sabes lavar platos?"
Tal vez para un hombre blanco privilegiado y capitalino sea importante que una afroecuatoriana sepa lavar los platos sucios
Esa pregunta inconcebible salió de la boca de un periodista al que muchas respetábamos, alguien cuya carrera, en un país donde el periodismo pregunta si sabes pronunciar ceviche, era un ejemplo para los que nos dedicamos a esto.
Dicen que las feministas cancelamos con demasiada facilidad los 'deslices' de los hombres, que somos intolerantes, histéricas, rabiosas y que saltamos a la primera.
Poco nos enojamos para lo que pasa a nuestro alrededor.
Lo de Carrión no fue un desliz, no se debe a que no se preparó a conciencia para la entrevista, tampoco a quedarse en blanco frente a la entrevistada. Esas cosas pasan.
Esto es otra cosa.
Le preguntó a una medallista olímpica si sabe lavar platos.
Frente a eso lo de Malkovich y el ceviche parece hasta bueno. Así de grave fue lo que pasó, así de grotesco.
Neisi Dajomes merece el respeto de todo el país, pero sobre todo de los periodistas, quienes vinculamos a los que nunca la conocerán con su historia, sus desafíos, sus alegrías, su más profunda humanidad.
Nadie quiere saber si ella sabe lavar platos.
O, quién sabe, tal vez para un hombre blanco privilegiado y capitalino sea importante que una afroecuatoriana sepa lavar los platos sucios que deja por toda su casa.