Economía y Desarrollo
¿Qué podemos hacer diferente en 2021?
Doctor en Economía, máster en Economía del Desarrollo y en Política Pública. Director general académico de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
Actualizada:
El país enfrenta una de las mayores crisis de su historia: mínima confianza en las instituciones por sus permanentes fallas y pugnas, emergencia sanitaria (pandemia) y recesión económica.
A lo largo del año pasado, se habló de que la post-pandemia traería una nueva normalidad. Sin embargo, nadie fue capaz de definirla.
Hay cambios evidentes: muchas personas ya no están; las relaciones sociales, familiares y laborales han cambiado; los planes se modificaron y aumentaron la incertidumbre y la vulnerabilidad.
Quedó en evidencia la incapacidad de las sociedades para proteger la vida y el bienestar de las personas. Cambiar no es una opción, es una necesidad.
Muchas cosas deben hacerse diferente, porque no queda duda de que la forma como las veníamos haciendo no funciona o, por lo menos, no funciona para la gran mayoría de las personas.
Si no cambiamos, ponemos en riesgo la civilización: ¿Quién desea una sociedad incapaz de brindarnos garantías básicas como ambiente sano, salud, educación y empleo?
Entre las muchas cosas que debemos hacer diferente está la economía. Como lo plantea Mariana Mazzucato en un reciente artículo publicado por el Financial Times, es necesario establecer nuevos arreglos económicos para lograr resultados que importen. Entre otros elementos propone:
- Fortalecer los estímulos fiscales mediante inversión pública dirigida a lograr objetivos de desarrollo. En el caso ecuatoriano, podría ser, fortalecer la red pública integral de salud, cerrar la brecha digital para asegurar el acceso a la educación y a la información, y universalizar el acceso a agua segura (que ayudaría, además, a reducir la desnutrición infantil y la pobreza multidimensional).
- Condicionar incentivos tributarios y otros subsidios al sector corporativo, la generación de beneficios para la sociedad. Para el caso ecuatoriano esto pasa por metas de generación de empleo, aumento de valor agregado, adquisición de insumos locales y, como se ha hecho, en Francia y en Dinamarca, respectivamente, condicionar la reducción de procesos contaminantes y no usar paraísos fiscales.
- Abandonar agendas de privatización y recortes del presupuesto público que, a la larga, reducen la capacidad del Estado para enfrentar emergencias como la pandemia del Covid-19. En Ecuador, pasa por aclarar la prioridad de la política económica: no es cerrar el déficit fiscal en medio de una crisis y de una emergencia sanitaria, sino sostener el bienestar y promover una rápida recuperación.
- Establecer un fondo para financiar proyectos de inversión de largo plazo, enfocados en transformaciones de largo plazo. Para Ecuador, el énfasis está en el cambio tecnológico y la transición a una economía no-extractivista.
- Incentivar la innovación médica y científica mediante la difusión masiva de conocimiento y el acceso universal a medicamentos, y democratizar el uso de plataformas digitales. Para Ecuador, es necesario fortalecer el sistema de ciencia y tecnología y las alianzas internacionales para investigación y desarrollo, así como usar la capacidad de CNT como Empresa Pública para masificar el acceso a tecnologías de información y comunicación.
Por su parte, como se planteó en el trigésimo octavo periodo de sesiones de la Cepal: "construir un nuevo futuro: una recuperación transformadora", se coincide en que la economía post-pandemia requiere transformaciones estructurales que permitan: cambiar el lento e inestable crecimiento del producto y el comercio mundial, el aumento de las desigualdades, el daño ambiental y el cambio climático.
Estos son elementos que marcan un horizonte de lo que podemos hacer distinto, para dejar de obtener los malos resultados de los últimos años.
El debate está abierto, en la campaña electoral, para ojalá ver menos circo, y escuchar más propuestas que planten soluciones para mejorar la calidad de vida de las personas.