Firmas
¿Qué hacemos con tantos candidatos?
Abogado y escritor. Ha publicado varios libros, entre ellos Abraza la Oscuridad, la novela corta Veinte (Alfaguara), AL DENTE, una selección de artículos. La novela 7, además de la selección de artículos Las 50 sombras del Buey y la novela 207.
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En las últimas semanas hemos visto la usual proliferación de salvadores de la Patria, que aparecen en Ecuador cuando se acercan las elecciones presidenciales. No es nueva. El consuelo que les ofrezco es que no podrán ser más de 24 candidatos, pues el CNE tiene aprobados 24 partidos y movimientos nacionales y no más.
Ya tenemos varios cromos repetidos: Gutiérrez, algún correísta, Bucaram, Noboa, Lasso; y otros nuevos en el que destaco al ilíquido señor que quiere ser Presidente para que Barcelona sea campeón de América. Mamita, la revocatoria que se le viene por incumplir su plan de Gobierno.
Ecuatorianos a fin de cuentas, los caballeros de la Conaie ya están divididos, y no les extrañe que de ese grupo salgan dos candidaturas diferentes.
La cantidad exagerada de candidatos no puede atribuirse a la normativa actual. Si bien en 1978 fueron 6, y para el 2006 subimos a 13, durante la época posterior siempre fueron 8 los candidatos (2009, 2013 y 2017).
Esto también podría ser un consuelo. La tendencia nos puede hacer creer en la posibilidad de que al final no sean tantos los sacrificados seres que nos quieren rescatar del cuarto mundo.
Yo se que muchos siguen ansiando la llegada del verdadero socialismo, en vista de que los anteriores verdaderos socialismos fracasaron rotundamente. Pues no faltará el político que se embandere de esa mesiánica quimera.
Seguro será alguno que SABE que la cosa no funciona, pero entiende que el negocio está cerca. Se parecen mucho a esos sacerdotes que se presentan como tales, pero realmente no creen mucho en el Dios que dicen representar, pero intuyen la cercanía de los niños de sus feligreses.
¿Pero por qué se lanzan tantos? ¿Por qué algunos quieren volver? El número es tan alto que nos podemos contentar con una generalización. Schopenhauer hablaría de la urgencia humana de seguir siendo lo que se es. De nuestra lucha por mantenernos en el poder.
Nietzsche, un poco más cínico, reconocía que queremos el poder para someter al resto, porque la mayoría son medio brutos y hay que salvarles.
Steinbeck sostuvo que no es el poder quien nos corrompe, sino el miedo. El miedo a perder el poder.
¿Cómo vamos a seleccionar un candidato? Todos se parecen mucho en sus ansias de llegar a tener el mayor poder formal del Ecuador que es la Presidencia del país.
Con paciencia terminas viendo cómo los más grandes enemigos se hacen panas y luego enemigos otra vez y se reacomodan según la circunstancia con unas piruetas de no creer. Parece una orgía en el Tagadá.
Entonces, se puede empezar por el tema ideológico. Quienes impulsan modelos que ni los alemanes pudieron hacer funcionar, o quienes promueven modelos que no son tan malos en el mediano plazo.
También se puede analizar las motivaciones personales de cada candidato. ¿Quién quiere volver para salvarse de la cárcel? ¿Quién necesita volver porque ya se le acaba el billete? ¿Quién quiere poner una estrella en su hoja de vida? ¿Quién superar a su padre? ¿Quién dar la vuelta a la historia para cambiarse de aplastado a aplastador?
Tema aparte será el asunto de los beneficios económicos que los candidatos reciben del Estado. Y otro asunto es cuántos asambleístas puedes conseguir aunque pierdas la Presidencia. Ese es otro grandísimo negocio, pues la gobernabilidad en este pobre páramo con manglar se consigue igual que la pasión de una prostituta.
Ahora bien, si algún pre candidato lee esto, sepa que la historia confirma lo que Goethe escribió alguna vez:
“Todo aquel que aspira al poder ya ha vendido su alma al diablo”.
Y en Ecuador, el diablo es puerco. El diablo empuja. Y el diablo se duerme.