Al aire libre
Prohibido llevar tijeras, pinzas, navajas...
Comunicadora, escritora y periodista. Corredora de maratón y ultramaratón. Autora del libro La Cinta Invisible, 5 Hábitos para Romperla.
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Todo cuesta dinero. Uno sale y comienza a sumar la caja registradora: la gasolina, el parqueadero, el peaje, el café con bolón. Pero ahora existen otros gastos que hay que tomar en cuenta.
Le pasó a mi peluquero. Los agentes municipales hicieron un cacheo a los pasajeros del bus en el que viajaba y resulta que ha sido prohibido llevar objetos cortopunzantes. Él iba con sus tijeras, ya que corta y peina cerca de su casa, además del trabajo que tiene en la peluquería.
Contó indignado que los policías metropolitanos revisaban con más detalle a los pasajeros que tenían pelo largo, tatuajes o aretes. Él cumplía con todos los requisitos. Dijo que fueron muy groseros.
Hemos oído estos comentarios cuando asaltan a alguien: “eran jóvenes bien vestidos”, “no parecían malas personas”, “jamás nos hubiéramos imaginado que nos iban a robar”, etcétera.
La policía debe tener más profesionalismo y olfato para detectar a los delincuentes, pues muchas veces estos no levantan sospechas.
Y si van a revisar armas, que sea a todos, porque de otro modo, la acción preventiva que debería ser de seguridad termina siendo de discriminación.
Averigüé sobre esta disposición y en efecto, según PRIMICIAS, la norma fue aprobada hace un año, e indica que no se puede portar armas blancas en Quito, esto es, objetos cortantes, punzantes, cortopunzantes y cortocontundentes.
O sea, cuchillos, navajas, puñales, manoplas, machetes, hachas, sables o espadas.
¿Ha descendido el índice de asaltos con esta ley? ¿Han caído más justos que pecadores?
A mi peluquero le quitaron las tijeras. Pero la cosa no termina ahí. Le dieron una citación para presentarse en la Fiscalía. La multa por llevar las tijeras es del 50% de un salario mínimo vital, o sea USD 225. Pero como fue en un espacio público, sube a un salario básico, o sea USD 450.
El inconveniente incluye el pago al abogado que le está ayudando en su caso, para que no vaya a juicio, pues la normativa indica que no hay sanción si es una herramienta de trabajo.
Qué situación en la que vivimos. Uno camina por las calles de Quito o por las playas de Ecuador y tiene recelo de todo: de la gente con la que nos cruzamos, de la moto que pasa, de ir en bus, de ir en taxi, de ir en carro, de las aglomeraciones y, si no hay nadie, tenemos más temor aún.
Es nuestra tierra, nuestra ciudad, nuestras veredas. Nosotros nacimos aquí, crecimos jugando en la calle, montando en bicicleta, viajábamos en bus de arriba abajo tranquilamente.
Nosotros somos los dueños de este territorio, pagamos impuestos, trabajamos por mejorar nuestro entorno, nuestra economía.
Pero vivimos mal. Muy mal. Con miedo.
Cómo podemos recomendar nuestro país a los visitantes que vienen por turismo.
Una familia que quiere conocer el Centro Histórico, ¡Qué miedo que le roben!. Otra que normalmente deja sus pertenencias en el auto alquilado, ¡Pánico de que las pierda! “No hay que dar papaya” se dice, es decir, no hay que tentar a los delincuentes, pero entonces mejor no salir de la casa.
Vamos a volver a ser dueños de nuestro país. Tenemos que trabajar por eso. Recuerdo en España cuando el terrorismo amenazaba con bombas y con secuestros. Los españoles lograron erradicar ese mal y ahora reina la paz en cada pueblo y ciudad. Colombia también ha ido superando la violencia, tanto que su imagen en el exterior es positiva, se habla de sus playas, de su café.
En Ecuador nos secuestraron. No debemos permitir eso. Que todo el país se una contra la maldad, la violencia, la corrupción, el narcotráfico.
Que salgan de nuestras tierras los malvados. Que podamos respirar y dormir en paz. Volvamos a la época en que andar con la pinza de cejas en la cartera o la pequeña navaja Victorinox en la mochila, no representaba ningún peligro para nadie.