De la Vida Real
Más allá de los procesos: Lo que ocho años en la editorial nos han enseñado
Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido.
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Mi papá y yo somos dos seres totalmente diferentes, pero al mismo tiempo somos muy parecidos. La vida nos ha llevado a trabajar juntos, a tener un proyecto en común.
¿Cómo hemos logrado trabajar ocho años? Entendiendo que para mi papá lo más importante del día es contradecirme y yo, entendiendo que para mí lo más importante es demostrarle que no importa que me contradiga, al final se hace lo que al Fernando le parezca mejor.
El Fernando es un íntimo amigo de mi papá y socio de nuestra editorial, Ediciones El Nido.
Somos tres personas con proyectos de vida totalmente distintos. Cada uno tiene otras cosas aparte de El Nido, pero con cada nuevo proyecto editorial nos juntamos y empezamos a trabajar coordinadamente.
Mi papá y yo no logramos entender mucho de dineros, cuentas, ni de negocios. Nosotros estamos para leer, editar, criticar y trabajar a fondo en el libro. El Fernando es el que hace las cuentas, nos explica del negocio y nos dice al final si se vendieron o no los libros, cuántos y en cuánto tiempo.
Él no se preocupa tanto de escritura ni de literatura, pero acepta cada proyecto que le presentamos con mi papá y, eso sí, es bastante estricto.
Trabajar juntos es un reto lindísimo, porque mi papá se entusiasma con verdadera pasión con cada libro que vamos a publicar. Quiere que, al día siguiente que me entrega el manuscrito, el libro ya esté publicado. Vamos ocho años en esto, cada vez es el mismo proceso con la misma pregunta: “¿Qué fue, Tinita? ¿Ya está el libro? ¿Cuándo sale? Está de hablar con el Fernando para ver el presupuesto”.
Y yo, una y otra vez, le explico los procesos que tiene que seguir el libro y sus tiempos. Pero no importa lo que le explique, ni bien me ve y me dice (lo grave es que somos vecinos, entonces me ve bastantes veces al día) : “¿Qué fue, Tinita? ¿Ya está la corrección de estilo?”. “Papá, ayer recién me diste el manuscrito, relájate”.
Con el Fernando nos reunimos en la mañana y me afirma “no te preocupes, Valen, ahí vemos tranquilos. En la semana que viene vemos las cotizaciones” pero en la tarde me llama: “¿Valen, ya tienes las cotizaciones de las imprentas? Es que estaba pensando en algo.” Y sé que ese “algo”, significa ponerse a trabajar a full y a toda velocidad.
Y para mí el tiempo no existe. Es un eterno espacio de algo que ya voy a hacer. Sí, viendo en perspectiva, no entiendo cómo a ninguno de los tres nos ha dado un paro cardíaco. Porque yo me pongo activa a morir cuando los plazos, que establecimos en una rigurosa reunión los tres, ya se van a cumplir. Ahí sí me estreso, me angustio y estoy en el corre-corre a mil.
Mi papá y el Fernando tienen el corre-corre y la presión del tiempo como un chip incorporado. El Fernando nunca deja un solo detalle suelto. Mi papá se fija en todo. Su perfeccionismo es un poco desesperante. Y luego estoy yo, con mi forma de ver la vida, en la que nada me parece tan grave y estoy segura de que al final todo saldrá bien.
Lo hermoso de trabajar con el Fernando y con mi papá es que, al final de cada proyecto, los tres aprendemos nuevas cosas. Después de ocho años juntos y de haber publicado 10 libros, cada vez que pienso que ya no hay más que aprender porque los procesos están listos, nos damos cuenta que siempre hay nuevas cosas por aprender.
El Fernando y mi papá, a pesar de sus tiempos apurados, respetan mi inexistencia temporal. Me oyen y se hace lo que el Fernando dice, cuando yo digo, y cómo mi papá quiere. Hemos formado un equipo de trabajo en el que cada ficha encaja a su manera y, sobre todo, hemos entendido, bueno, han entendido, que cada libro tiene sus propios tiempos.
Y sí, me encanta trabajar con mi papá. Nos quedamos horas conversando sobre libros y diseños de libros. Hablamos de otras editoriales. Mi papá tiene una biblioteca gigante, no tengo idea cuántos libros tendrá, y vemos qué papel tiene tal libro, el punto de letra que se utilizó, analizamos la portada, vemos las solapas y nos fijamos bien si es cosido o colado, y el tipo de guarda que tiene el libro.
Cuando mi papá y yo estamos en su biblioteca viendo libros, por fin el tiempo entre los dos se sincroniza, se detiene, se vuelve eterno y sin prisa. Es un tiempo que los dos conocemos y hablamos el mismo idioma, un idioma que nos apasiona.