Leyenda Urbana
Presidente Moreno, decrete la cuarentena. Hay que detener el #coronavirus. Miremos a China, Italia, España
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
Actualizada:
Nadie en el mundo parece haber estado preparado para encarar la pandemia del coronavirus, que está dejando el doloroso saldo de miles de muertos y arruinado a la economía del planeta.
Vencer el miedo a un virus de efectos letales y tomar acciones que pueden salvarnos es imperativo. Apelar a la evidencia empírica para emular los aciertos de otros países y no repetir sus yeros, es vital.
China, el gigante asiático, puso en cuarentena a 60 millones de habitantes de Hubei, comenzando por su capital, Wuhan, con 11 millones, donde se habría originado el coronavirus.
La medida lucía cruel. La gente vivió semanas de angustia, con efectos psicológicos, pero con la convicción de que era la única forma de salvar sus vidas.
“Sacar la basura cada tres días se convirtió para los habitantes de Wuhan en una gran excursión. E ir a la tienda del barrio para abastecerse, en la aventura de la semana”, le confió una chica de Hubei a una corresponsal en China. Pero el encierro de 50 días tuvo su recompensa.
Justo en el momento en que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaraba al coronavirus como pandemia, Hubei levantaba la cuarentena. Habían contenido el virus, por la actitud responsable de la gente y la determinación de sus autoridades.
Ahora son Italia, España y Francia los países a los que hay que observar para mirar los efectos del contagio del desconocido COVID-19.
Restringir la movilidad en Lombardía, cuya capital es Milán, donde se prohibieron actos masivos, o la suspensión del carnaval de Venecia y otros grandes eventos, no surtió efecto. La gente siguió saliendo a las calles. El virus se desparramó; los servicios sanitarios estuvieron a punto de colapsar.
Entonces, se decretó el aislamiento de 16 millones de personas. Hoy, nadie entra ni sale de Lombardía y de otras 14 provincias de las regiones de Piamonte, Emilia Romaña y Véneto. Para el resto del país también se aplicaron fuertes restricciones: nada de teatros, museos, cines, bodas ni funerales. Aún así, se registran más de 2.000 muertes.
Los italianos están confinados en sus casas. Roma, Milán y más ciudades son fantasmagóricas. Para aliviar la tensión las personas cantan desde los balcones, hacen música y alientan a médicos, enfermeras y a los servicios sanitarios que atienden a la gente.
“A nuestros abuelos les pidieron que vayan a la guerra. A nosotros solo nos piden que nos quedemos en casa”, es el lema que les ha llenado de coraje mientras ha conmovido al mundo que lo ha viralizado.
Luego de los errores iniciales, el Gobierno español declaró estado de alarma y ha cerrado sus fronteras. Con 309 fallecidos y más de 1.000 casos (hasta ayer 16 de marzo), vive un grave momento.
Dos ministras, los dirigentes de las Comunidades de Madrid y de Cataluya, así como la esposa del presidente del Gobierno y otros altos cargos y dirigentes políticos han dado positivo para coronavirus.
El mundo está convulsionado. Para el G-7 se trata de una “tragedia humana y una crisis de salud global”. El FMI dice estar listo para movilizar como fondo de emergencia la astronómica cifra de USD 1.000.000.000.000 (como leyó: un millón de millones de dólares) y hasta con cero de interés.
La emergencia mundial es de dimensiones apocalípticas. El presidente de Francia, Emmanuel Macron dice que estamos “ante la mayor crisis sanitaria desde hace un siglo”. Y clama: “Es desgarrador, pero no hagan visitas a nuestros adultos mayores”.
En nuestro vecindario el drama es idéntico. Colombia declaró la emergencia sanitaria y cerró sus fronteras y Perú puso al país en cuarentena; aislamiento social obligatorio. La policía llevará a la comisaría a quienes lo irrespeten.
La globalización ha mostrado su dimensión: nadie está exento de riesgo. Desde las barriadas más pobres hasta las zonas opulentas. Pero también está la contradicción: cuando más conectados estamos, ahora los países cierran sus fronteras por el virus.
Casa adentro sabemos de nuestras limitaciones. El sistema de salud de Ecuador es un enfermo crónico. El esfuerzo que se está haciendo es importante, pero harán falta muchos más recursos y una buena actitud colectiva. El aislamiento social se impone.
Las empresas deben pensar en sus trabajadores y empleados y evitar el contagio. El teletrabajo, el uso de medios telemáticos, es una opción. La gente, debe acatar las restricciones. Tomemos conciencia de cuidarnos los unos a los otros. Pero no nos engañemos; la población lo irrespetará. Presidente Moreno, decrete la cuarentena.