Columnista invitado
Preparando el retorno de Correa
Profesor y director del Centro de Estudios Latinoamericanos, Universidad de Florida. Es autor de varios libros y publicaciones académicas sobre populismo, democratización y autoritarismo.
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El objetivo de la campaña de Luisa es el regreso de Correa. Su lema debería ser “González a la presidencia, Correa al poder”. Sin embargo, parece que a los hermanos Alvarado les pareció de mal gusto resucitar el grito peronista de los años setenta “Cámpora al gobierno Perón al poder”.
A diferencia de Luisa, que titubea su lealtad absoluta a su mentor para ganar votos, Correa es muy claro. En una entrevista reciente en El País manifiesta que será asesor de Luisa si se lo pide, define lo que cree es la izquierda, es incapaz de reflexionar sobre sus errores del pasado, da rienda suelta a sus teorías de la conspiración y al resentimiento a una larga lista de enemigos y traidores.
La noción de izquierda de Correa, que sólo se enfoca en la distribución de ingresos, es decimonónica, mamerta y dogmática. No acepta las demandas de reconocimiento e igualdad de derechos de las mujeres, de las personas que han sido racializadas como inferiores, de los ecologistas que hablan por la naturaleza o de las comunidades LGTBQ.
Tampoco recapacita sobre la importancia de la democracia para un proyecto de izquierda que se base en el respeto de los derechos al pluralismo y al disenso sin miedo a la retaliación del poder.
Su visión vieja de la izquierda, como políticas que son impuestas desde el Estado por un grupo de tecnócratas e intelectuales iluminados, no le permiten recapacitar sobre las contradicciones perversas de sus gobiernos.
Durante una década, a nombre de la izquierda, el correísmo reprimió a los partidos de izquierda, creó movimientos sociales desde el poder para quitar fuerza a los movimientos indígenas y de los maestros. Usó el racismo en las sabatinas para descalificar a los líderes indígenas, fomentó el extractivismo a toda costa y reprimió a todo quien le cuestionó.
Al igual que en 2006, el objetivo de 2023 es una asamblea constituyente. A diferencia del antiguo proyecto que prometía ser democratizador, pero que concentró el poder en la presidencia, la nueva constituyente terminará con la democracia al permitir la reelección indefinida.
Para Correa y su séquito, la alternancia en el poder es un invento burgués y parece que los derechos civiles y el respeto a la autonomía y propuestas de las mujeres, los no blancos o de las comunidades LGTBQ son secundarios a su proyecto de perpetuarse en el poder.
Su hoja de ruta, al igual que en el pasado, será tomarse todos los poderes del Estado, sobre todo el judicial, y usar las leyes para perseguir a la larga lista de enemigos y traidores.
Asombra su falta de autocrítica cuando señala que los narcos se tomaron el Estado en los últimos años. Parece olvidarse que sus gobiernos sembraron muchas de las precondiciones para que el narco nos invada.
Si bien muchas de las políticas públicas tenían buenas intenciones, dieron resultados inesperados.
El fin de la base de Manta facilitó el tráfico de personas y drogas, la legalización de los Latin Kings normalizó a las pandillas, el no pedir visas para entrar al país resultó en el ingreso de mafias europeas, la defensa de las mulas que transportan coca -para lavar la imagen de su padre que fue apresado con dos kilos de coca- en cierta forma normalizó este oficio.
Su retórica satanizó a los rivales políticos como enemigos de la Patria, del pueblo y del líder. Su verbo transformó a Fernando Villavicencio en un ser infrahumano, en una peste que debía ser contenida o eliminada.
Si Correa fuese un político honesto y serio, recapacitaría sobre cómo sus arengas populistas en contra de supuestos enemigos y los errores de su administración sembraron el camino para que, no sólo las mafias se alíen con los carteles criollos, sino que deshumanizaron al otro transformándole en un objeto que debía ser destruido.
Correa siempre sostuvo ideas conspirativas. Por ejemplo, usó el poder del Estado para inventarse que la derecha intentó un golpe de Estado el 30 de septiembre de 2010. Tergiversó la realidad, pues algunos policías le agredieron luego de que les fue a insultar en su cuartel y pedirles que le maten si eran hombres de verdad.
Si hubiese sido un golpe no le hubiesen permitido gobernar desde el hospital de la Policía. Sus actos de machito resultaron en muertes y fueron la excusa para radicalizar los ataques a sus enemigos.
Su nueva teoría conspirativa es que Villavicencio fue asesinado para que no gane Luisa González en primera vuelta y para perseguirle a él y su movimiento. A lo mejor se cuida en sano, pues parecería que si alguien quería librarse del político, luchador y periodista era él. O simplemente, se desquició y deja que sus paranoias y resentimientos hablen disparates.
El nuevo Correa es más peligroso que el outsider que irrumpió en la política en el 2006. En esa época hubo un proyecto de transformación, ahora el objetivo es lavar su honor y vengarse de los traidores.
Hasta su mirada cambió. En 2006 muchas mujeres hablaban del brillo de sus ojos claros, símbolos de blancura y pureza del alma. Con el paso del tiempo enquistado en el poder por 10 años, el odio, y tal vez el remordimiento por las muertes causadas por su gobierno, opacaron su mirada.
Ahora está amargado, emite rencor y venganza en sus gestos, palabras y en su mirada llena de odio.
Si Luisa gana y espero que no, tiene dos opciones: traiciona a Correa para poder gobernar sin que este respire y resople en su nuca, o se transforma en la dócil paloma que se tomará el poder judicial y llamará a una Constituyente con el único objetivo de que regrese el prófugo de la justicia que abusó del poder, normalizó la corrupción y se autoerigió en el sabio-redentor.