Con Criterio Liberal
Una crítica a los Premios Nobel de Economía
Luis Espinosa Goded es profesor de economía. De ideas liberales, con vocación por enseñar y conocer.
Actualizada:
No suelo escribir sobre los Premios Nobel, pues en general estoy en contra de la idea de que quien es mejor en ciencias o en artes se puede determinar por la votación de un grupo de expertos.
Creo que todos sabemos lo suficiente sobre las falencias de los expertos tras la crisis del Covid-19, y creo que es una concepción de la ciencia y el arte como algo medible, evaluable y, además, supuestamente incontestable.
Pero es que este año los Premios Nobel de Economía (y no digo nada de literatura) se han vuelto a superar en la decepción.
Se la han dado a tres economistas por dar (supuestamente) una mejor explicación de las crisis bancarias.
A Bernanke por su explicación de la crisis de 1929 e introducir el sistema bancario en las explicaciones de las crisis (algo que parece bastante obvio que hay que hacer), y a Diamond y Dybvig, por su modelo que da una explicación simple y estilizada de por qué se producen las crisis bancarias.
Dos trabajos meritorios y que sí suponen avances en el conocimiento económico.
Los problemas, y hay dos grandes problemas, son con el entendimiento de qué es la ciencia económica y su función que transmiten estos premios.
Por un lado, se ignora que Ben Bernanke no sólo es un académico, también ha sido muy activo haciendo política económica, como Presidente de la FED (el Banco Central de Estados Unidos) entre 2006 y 2014, y como principal asesor económico del Presidente de Estados Unidos en 2005.
Ninguna de estas facetas las nombra el Comité del Nobel, como si en la ciencia económica sólo importase la teoría, y no la aplicación de esa teoría en la realidad. O peor, la utilidad de esa teoría para explicar la realidad.
Porque el señor Bernanke fue en gran parte responsable de la crisis de 2009, y somos muchos los que tenemos serias críticas a las decisiones que tomó y las consecuencias que estas tuvieron sobre el sistema económico.
Eso, quizá, también se debería haber valorado para otorgarle el Nobel. No sólo sus aportes para entender una crisis pasada, sino su participación en una crisis presente.
En el caso de Diamond y Dybvig, desarrollaron un modelo que parece explicar los pánicos bancarios y ofrece una solución a los mismos, que es la intervención de los gobiernos a través de los sistemas de encaje en el Banco Central.
El problema con su modelo es, precisamente, que es un modelo. Esto es, para modelizar la compleja realidad necesariamente hay que simplificar, haciendo supuestos, asunciones generales que, necesariamente, no son siempre ciertas.
Y en realidad lo que se está introduciendo en el modelo no es el funcionamiento real de los bancos (que además es distinto entre distintos bancos), sino de un supuesto banco modélico, que sólo actúa en tres periodos (no hay tiempo continuo), no tiene creación secundaria de dinero, ni riesgo de prestigio en su capital, no tiene capacidad de crear distintas cláusulas en sus contratos… es decir, se parece a un banco real tanto como un avión real a uno de juguete.
Y peor aún, el modelo que se supone que explica las crisis bancarias, desconoce cómo ocurrieron las crisis bancarias de la historia.
El funcionamiento del sistema bancario real es mucho más complejo de lo que cabe en un modelo y las crisis bancarias no se han producido por la actuación de los agentes limitados modelizados, sino por concomitancias que han hecho perder la confianza en el sistema de reserva fraccionaria (sistema inestable en sí mismo).
Las crisis bancarias son, sobre todo, un problema de confianza, y la confianza es por su propia naturaleza difícilmente medible, peor modelizable.
Por tanto, tener un modelo que supuestamente explica las crisis bancarias con exactitud puede ser contraproducente, pues no se ve todo aquello que queda fuera del modelo y todo aquello que no corresponde en la realidad con los supuestos del modelo, que es la mayor parte de los problemas económicos que realmente causan las crisis.
La idea que nos transmite el Comité del Premio Nobel con estos premios es que para la ciencia económica no importan las consecuencias políticas de las teorías, ni siquiera la capacidad explicativa de la realidad de los modelos.
Que la ciencia económica está muy cómoda en su impoluta torre de marfil como para mancharse con la sucia realidad económica.