El Chef de la Política
Preguntas imprescindibles para elegir un candidato presidencial
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Se acercan las elecciones presidenciales y los candidatos se alistan. A diferencia de países en los que el respeto por la democracia y sobre todo por la ciudadanía es mayor, acá cualquier hijo de vecina se cree con las condiciones de acceder al poder. Basta mirarse al espejo, asumirse como el ungido y lanzarse a la carrera presidencial. Poco o nada importa el conocimiento sobre asuntos básicos de la administración pública y menos, mucho menos, tener una posición clara respecto a temas decisivos para la marcha del país.
Ante ese lamentable escenario es responsabilidad de la ciudadanía plantear algunas preguntas que los candidatos deberían responder con mediana soltura. Si no lo hacen, o si intuimos que no tienen una respuesta satisfactoria, es mejor buscar otra opción.
En primer lugar, quien llega a la presidencia no puede resolver nada por sí mismo. Un presidente requiere un equipo de gente cercana que le apoye en el diseño y ejecución de un plan de gobierno. Ahí la pregunta que debemos proponer a los candidatos es: ¿quiénes van a ser parte de su equipo? Si en Ecuador se requieren, solamente para los niveles superiores de la administración del Estado, más de cuatrocientas personas, esta pregunta es imprescindible. Si la respuesta es “con los mejores hombres y mujeres del país”, esa es una señal inequívoca de que el candidato no tiene idea de a quién le va a encomendar asuntos de trascendencia.
Ahí hay un elemento de juicio, por tanto, para que nos desanimemos del candidato al que estamos poniendo toda la fe y esperanza pues, si llega al poder, gobernará con la gente que le resulte cercana en su entorno familiar, de amistades o de los grupos sociales a los que pertenece.
Lo dicho deriva a la siguiente pregunta de fondo. ¿Cuál es la agrupación política a la que usted está afiliado? Un presidente que no esté respaldado por un partido político que le provea de personas —los llamados “cuadros”— para gobernar, es un presidente destinado casi indefectiblemente al fracaso. Frente a esta interrogante, si la respuesta es “estamos más allá de los partidos” o frases similares, la duda debe invadirnos y las alarmas deben encenderse.
Alguien que pretende gobernar un país simplemente como resultado de por su propia auto convicción de que puede hacer las cosas bien, no llegará a buen puerto.
Tampoco será un buen gobernante el que se resiste a asumir posiciones políticas específicas. No se trata de que preguntemos a los candidatos por generalidades respecto a determinados temas sino por los medios que ellos creen adecuados para resolver los problemas que allí se detectan. El empleo, la salud pública, la educación, la desnutrición infantil, la justicia. Esos son algunos campos en los que la pregunta ciudadana debería ser: ¿cómo va a afrontar la crisis que en esos espacios ahora mismo tiene el país?
Si las respuestas son generalidades u obviedades, ahí otro referente para que cambiemos de opción. ¡Dejemos ya de ser presa de embusteros y vende humo que pululan por ahí!
Finalmente, es indispensable que preguntemos a los candidatos sobre ¿cuál es su experiencia en la vida política? No se trata de averiguar por los títulos ni por los posgrados —que dicho sea de paso en Ecuador se regalan como hojas volantes—, sino por los antecedentes en el manejo de las distintas facetas de la vida pública. Todas las personas pueden elegir y ser elegidas, sin duda. Pero también la ciudadanía debe estar en la capacidad de elegir a quienes mejor pueden hacer una labor específica.
Si pedimos destrezas y capacidades para asumir un cargo de menor importancia que el de presidente de la república, ¿no será necesario que apliquemos un parámetro medianamente similar para designar a quien va a administrar los recursos de todos?
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No importa si las respuestas a las preguntas imprescindibles para elegir un buen candidato presidencial se dan a través de los medios de comunicación tradicionales o recurriendo a las redes sociales. Lo de fondo, en realidad, es que quienes se sienten en capacidad de gobernar el país tengan respuestas específicas y consistentes.
Si la mayor virtud del candidato es aparecer como buena gente, agradable y con buena presencia física, quizás es una buena opción para reclutarlo como amigo. Si esas son sus únicas virtudes, seguramente será una muy mala opción para tenerlo como presidente.