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Gina Rueda: entre la postura y el cerebro está el secreto de la felicidad
Comunicadora, escritora y periodista. Corredora de maratón y ultramaratón. Autora del libro La Cinta Invisible, 5 Hábitos para Romperla.
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"Cuida tu postura y verás que tu cerebro se calma", dice Gina Rueda, doctora quiropráctica, especialista en columna vertebral y creadora de Kinesanté, un centro de rehabilitación física.
Un día que estoy en su consulta me habla de la importancia de algunos signos del cuerpo que nos impulsan a tener salud mental, paz y felicidad.
¿Qué signos son esos?
Para explicarme algo sencillo, pero complejo, me muestra un video:
Desde muy pequeños, el cerebro reconoce nuestro miedo y el estrés. Si tenemos la cabeza gacha, los hombros caídos, el cerebro dice: necesitamos economizar energía porque estamos pasando momentos de crisis y conflicto.
Sube el cortisol, sube la adrenalina, bajan las endorfinas y las hormonas que tenemos para la memoria, el cálculo y la concentración. El cerebro nos prepara para pelear la crisis.
Si tenemos una postura más proactiva, la cabeza y los hombros erguidos, el cerebro dice 'vamos bien, qué chévere', pasó la crisis, baja el cortisol. Ganamos hormonas buenas que permiten que salgamos adelante, con alegría.
La postura no es solo músculos y huesos, es cerebro.
Le pregunto por qué no cuidamos nuestra salud mental.
"Las redes sociales están a un clic de estresar nuestro cerebro - responde Gina. Nos acostumbramos a una respuesta rápida, a la satisfacción momentánea. No nos damos tiempo para aburrirnos, para crear".
Si no se concentra, la persona sufre ansiedad.
Según Gina, nadie ha inventado nada en un momento de euforia. Los inventos surgen cuando estamos sentados y una manzana nos cae en la cabeza – dice recordando a Isaac Newton y su descubrimiento de la Ley de la Gravedad. Y continúa: ves la naturaleza, observas las estrellas en momentos de paz mental.
El cerebro necesita concentración para estar feliz, dice Gina Rueda.
Entonces, ¿cuáles son las tres cosas que podemos hacer para proteger nuestra mente?
Gina va enumerando:
- Escucharnos internamente. Si estamos haciendo una tarea y estamos agitados, nuestro cerebro está gritándonos que paremos. Tomemos agua, respiremos, salgamos. Si no hacemos caso viene el mensaje de alarma como dolor de corazón, de cabeza, mareos, vértigo, neuritis. La tristeza y el estrés también producen dolor de cuello, rinitis alérgica, infección de garganta, los mareos y el vértigo.
- Concentrarnos, porque un cerebro concentrado es un cerebro feliz.
- Darnos tiempo de respirar antes de responder un mail, una llamada, una propuesta laboral. En esos minutos, oxigenamos nuestro cerebro y este piensa mejor.
Me hace reflexionar sobre por qué, conforme pasan los años, nuestros malos hábitos empeoran. Somos 'ruditos'.
Gina concuerda: con la edad adquirimos mañas y vicios y no queremos dejarlos. Decimos: me gusta este videojuego y punto; esta marca y punto; sin darnos cuenta de que cada nueva experiencia nos hace mejorar y ser flexibles.
El cerebro tiene la capacidad de ver las cosas fáciles, la ley del menor esfuerzo. Le encanta la zona de confort, 'de aquí no me mueven', para qué salir y arriesgarse. Entonces somos sedentarios o fumamos tranquilamente, pues nos adaptamos a eso.
Hay que motivarse a hacer cosas nuevas -dice Gina. Desprenderse de cosas negativas.
Aunque suene contradictorio: si no dejamos que el cerebro se aburra, no vamos a ser creativos y felices.
Hablamos de los efectos de la pandemia. Según Gina, la falta de interacción con otros nos afectó. Aparecieron los dolores de rodillas, de golpe y sin razón.
Otros impactos, como perder el trabajo, dejar a la familia por un viaje o para casarnos, una mala relación, tiene efectos en el eje del cuerpo que es la columna vertebral.
Y aquí viene la parte matemática y complicada, pero que tiene sentido:
El cerebro funciona con algoritmos. El algoritmo es una secuencia de pasos o datos matemáticos que dan una solución. Yo digo: no soporto a tal persona, pero convivo con ella. El algoritmo del cerebro no sabe dónde poner esa inconformidad, y la pone en la columna.
Entonces, ayayay, empieza el dolor.