El Chef de la Política
El poco creíble llamado (de los políticos) a la unidad nacional
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Como siempre nos ocurre en situaciones extremas, los ecuatorianos llamamos a la unidad. Nos despojamos de nuestras particularidades y aunamos en torno a la bandera, a la camiseta de la selección de fútbol o al himno. No tenemos héroes nacionales, por lo que ahí no tenemos espacio para juntarnos. En nuestra misión ecuménica, colocamos paisajes naturaleza hermosos, inventamos canciones y nos regocijamos demostrando al mundo el lado bueno del país. Así, con un baño de fraternidad temporal aliviamos las amarguras recientes.
Una semana después, quizás menos, la calentura nos pasa y volvemos a lo de siempre. A la actitud de criticar por criticar, al menosprecio al otro, a la ofensa por el solo hecho de minimizar la opinión diversa. Hay que reconocernos en lo que somos.
Por ello, como ha sucedido antes y no tendrá por qué ser diferente ahora, los eventos de violencia de la semana pasada pronto quedarán en el olvido. Como en el olvido quedará también el falso llamado a la unidad nacional, sobre todo el de ese ramillete de políticos de muy baja ralea que nos representa. Siempre hay excepciones, desde luego; no obstante, el problema es que en Ecuador esas excepciones son cada vez menos.
Razones para esta crítica abierta no faltan.
Por ejemplo, más allá de rasgarse las vestiduras y apoyar las acciones del Presidente Noboa, no se ha visto en ninguno de estos falsos representantes del país una posición clara respecto a la necesidad de reformar profundamente el sistema de partidos políticos. Hasta allá no les llega el patriotismo, por supuesto, pues eso implicaría que se diezme su negocio de hacer de la política una forma de enriquecerse ilegalmente. Eso es mucho pedir, y desde luego es comprensible, pues buena parte de los políticos que ahora llaman a la unidad nacional están embarrados hasta las patas en los escándalos de corrupción que han sido destapados parcialmente desde la fiscalía.
La unidad nacional sí, pero solamente hasta donde no se vean las costuras, ese es el mensaje real que como ciudadanos debemos ser capaces de desenmascarar.
Algo similar ocurre en el plano económico.
Los oportunistas que tenemos al mando de la política apoyan al gobierno, pero son incapaces de decir una sola letra respecto a la necesidad de focalizar los subsidios. Hasta ese punto no llegan, por supuesto. Si ahí está el espacio para agitar a la gente, engañarla y movilizar sus tropas a Quito. Ese es el gran tinglado de las supuestas reivindicaciones que se dan con violencia de por medio y actitud medianamente cómplice, por decir lo menos, de ciertas universidades. Hasta allá no llega la unidad, naturalmente.
Tampoco llega cuando se debe enfrentar con creces el desafío de una justicia plagada de mediocres y corruptos o ambas cosas a la vez. Proponer reformas de fondo para el acceso de jueces y fiscales sobrepasa la supuesta unidad, evidentemente. Hay que salir a las cámaras para fingir la imagen de estadistas, pero en el fondo, no les interesa que nada cambie, pues se les acaba el botín de poner mandaderos a discreción y así emitir sentencias vía mensaje de texto o llamada telefónica.
Cuando del tema social se trata, no hay diferencia.
Unos y otros, los de las derechas junto a los de las izquierdas y también los que no tienen idea de qué es lo uno o lo otro, se desgañitan indicando que el problema de fondo es la falta de empleo; sin embargo, se inhiben de cualquier propuesta para reformar el obsoleto Código del Trabajo que tenemos en vigencia hace casi un siglo. Ahí no, pues, hasta allá no se llega. No porque existan razones de fondo para oponerse, sino porque eso implica dejar sin sustento al recurrente y cansino griterío de “lo neoliberal”. Cuántas páginas se quedarían vacías y cuántos discursos serían mínimos si no tuvieran ese estribillo al frente.
De la seguridad social, ni hablar. Llaman a la unidad nacional, pero no dicen nada sobre la necesidad imperiosa de reformar el IESS y toda la podredumbre que está alrededor. Unidad con piola, diría el común de los ciudadanos.
El gobierno tampoco marca distancia. Propone aumentar el IVA y a la par dejar para el olvido la reforma judicial, política y económica. Tampoco le interesa. Cumple con hacer lo mínimo y seguir con su mirada puesta en las elecciones. Por eso no le conviene que se le acerquen en este momento que, a su juicio, es de gloria y aceptación popular aún a costa de lo que ha vivido el país.
¡Cuánto ganaría en realidad el gobierno si junto a algunas de las preguntas enviadas a la Corte Constitucional propusiera reformas como las ya indicadas! Pero no, desde luego que no. Eso no da votos como tampoco da respaldos de los poderosos anunciar que se va a cobrar a los morosos del SRI. No pues, de eso, nada. No se puede afectar a bolsillos amigos y tampoco a los propios. Mejor virar la página en ese tema.
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La ciudadanía está harta de los golpes de pecho de la mayoría de los actores políticos que simulan unidad nacional en momentos difíciles como los que vive el país. No quieren que nada cambie porque les interesa seguir embarrados con el crimen organizado o ganando espacios de poder aprovechando la situación de pobreza económica y cultural que tiene el país. Por eso cada vez menos gente les cree. Y hacen bien.
A ninguno de ustedes, políticos de pacotilla, gobierno incluido, se les ha escuchado proponer reformas estructurales en estos días. Solamente quieren pescar a río revuelto y dejar que las aguas vuelvan a su ya turbulento cauce en unos pocos días.
Empezará pronto el período electoral y su mediocridad volverá a salir a flote.