El Chef de la Política
¿Qué es ser de “centro”?
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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En nuestra alicaída política, proclamarse de “centro” es una nueva forma de evadir la responsabilidad cívica de asumir compromisos concretos. Intentar ubicarse en la medianía del escenario político, hoy por hoy, es el camino más fácil para capturar votos de donde sea y como sea. Dicho de otra manera, muchos de los políticos de nuestros días tratan de ocultar su desconocimiento sobre posibles soluciones a los temas fundamentales del país, declarándose como “centristas”.
La gente, intuitiva como es, de a poco asocia a este discurso con una edulcorada forma de huir a la disputa de las ideas que muchos han tratado de inculcar con la vacía declaración de que las ideologías ya no tienen espacio en la política actual.
El centro de la política, desde Aristóteles, no es el reducto de la indefinición y mucho menos de la ausencia de posturas claras. Ese centro simplemente es el lugar en el que la posibilidad de convergencia de diferentes ideas se da en pro de generar los mayores beneficios a la porción más grande de la población. Así, la declaración aristotélica del “justo medio” no hace sino evidenciar la necesidad de buscar el bien de la mayoría a partir de decisiones políticas que dejen de lado los extremismos. Aunque ahí hay una posición normativa sobre la dirección que debe asumir la disputa política también hay una manifestación estratégica de cómo capturar los votos de la población. Desde luego, esto opera en sociedades que no están situadas en los extremos del espectro ideológico.
Visto así, quiénes se declaran de “centro” deberían tener una opinión específica sobre temas en los que se revelan de forma nítida las ideas políticas. Algunos ejemplos. La política universitaria es uno de ellos. ¿Libre ingreso o examen de aptitudes? ¿Gratuidad o pago diferenciado en las licenciaturas? ¿Posgrados financiados por el Estado o por los ciudadanos? Allí, en esas tres preguntas, hay un contenido ideológico profundo y revelador de cuál es la concepción que un político tiene respecto a un tema neurálgico. Si quien dice interesarse por el bien común desde una perspectiva centrista no tiene una propuesta al respecto, simplemente nos hallamos frente a un charlatán.
Otros temas también requieren una definición de los “centristas”. La migración, ¿libre acceso de extranjeros al país?, ¿ciertas restricciones? ¿de qué tipo y en qué condiciones? La salud pública, ¿la financia totalmente el Estado o se busca un sistema compartido con el sector privado? Preguntas similares a las anteriores aplicarían al campo de la seguridad social. La minería, ¿qué tipo de tratamiento recibiría ese sector?
Y así otros tantos temas en los que, declararse de centro, obliga a pensar mucho más que si abiertamente la posición asumida se inclina a la derecha o la izquierda. Luego, y muy a pesar de lo que muchos políticos de medio pelo que pululan en el país creen, una visión de la política desde la medianía implica trabajo mental y criticidad. Dos características que, en la mayoría de ellos, están ausentes.
Si a los “centristas” les siguen consultando sobre temas generalísimos, en los que no hay espacio para respuestas que los comprometan, la calidad de la discusión política en el país va a seguir en picada. Si les preguntan sobre la corrupción, hasta el más delincuente de los delincuentes que hacen vida política dirá que la va a combatir. Si les consultan sobre empleo, todos al unísono señalarán que el país creará fuentes de trabajo a diestra y siniestra. Algo parecido en cuanto al combate a la inseguridad.
Si los “centristas” siguen siendo examinados con ligereza en sus apariciones públicas, pronto el término perderá sentido y se convertirá en un lugar común, como sucede ya con la acepción de “progre”, que aplica en cualquier dirección.