Columista invitado
Consejos no solicitados para quienes desean ser políticos
Economista, empresario, abogado y político; expresidente de Costa Rica y exsecretario general de la Organización de los Estados Americanos.
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Este viernes 10 de mayo participé en la inauguración del Programa Escuela de Presidentes efectuada en la Asamblea Nacional de Ecuador por la Fundación Konrad Adenauer (KAS) y la Corporación para la Innovación en Liderazgo de América Latina.
Es un programa de formación para políticos ecuatorianos de 20 a 35 años que han destacado por su compromiso con la democracia, el estado de derecho y la institucionalidad, al que me invitó a colaborar mi amigo Johannes Hügel, representante de KAS en ese hermano país.
Se me pidió compartir con los participantes unas breves impresiones sobre los instrumentos que me habían sido de utilidad para el ejercicio de la Presidencia.
Narré a los jóvenes de ese proceso formativo que, a lo largo de la larga vida que Dios me ha regalado, en muchas ocasiones me han solicitado consejo personas que desean participar en política.
Durante muchos años les he dado tres consejos iniciales.
Primero: Propósito. No vale la pena participar en política si no se tiene un propósito de bien común, un proyecto favorable para la comunidad por cuyo desarrollo se tenga verdadera pasión.
Segundo: Independencia. No es recomendable participar plenamente en política hasta que se tenga una posición personal gracias a una profesión, un oficio o un trabajo al que se pudiera volver, o una empresa o capital, que permitan tener firmada en el bolsillo la carta de renuncia, para presentarla sin vacilación alguna ante la demanda de acciones contrarias a nuestros valores y principios éticos.
Tercero: Familia. Es muy inconveniente participar en política si uno no tiene relaciones familiares fuertes, capaces de resistir las tentaciones y las limitaciones en la vida hogareña que impone una carrera dedicada al servicio público en puestos que demandan enorme entrega.
La carrera política se justifica para cumplir con un propósito muy claro y concreto de servicio público. Para simplemente ganar dinero son mucho más eficientes otras actividades que la política como servicio público. Para ganar fama es mejor la farándula o el deporte, el arte o ser “influencer” en las redes sociales; que además tienen menos costos por ataques de los adversarios. Para opinar sobre asuntos públicos se puede ser académico o analista sin las dificultades de una carrera política.
Un propósito de servicio no creo que sea verdadero sin el fundamento de un profundo compromiso ético. “Gobernar es difícil, gobernar en democracia es más difícil” me enseñó el gran político y pensador venezolano Arístides Calvani. Hay que hacerlo apegado a un profundo respeto a los valores que promueven la vida, la dignidad, la libertad, la fraternidad y los derechos fundamentales de todas las personas, así como las instituciones de la democracia y del estado de derecho que garantizan esos valores. Para una exitosa carrera política se deben conocer y amar esos valores y garantías.
Para poder tener una visión y un propósito específico de servicio al bien común es necesario prepararse. La capacitación no cae del cielo, y la improvisación es una ruta inadecuada y peligrosa en la vida personal, e inaceptable en el servicio público.
La preparación además es compleja y toma tiempo. En mi caso, desde niño mi abuelita materna me infundió el deseo de ser Presidente. Y me fue claro que para ello debía prepararme. Por eso estudié derecho y economía, y participé desde la adolescencia en tareas de servicio a los demás. Luego serví en el Poder Ejecutivo, en la empresa privada, en organizaciones internacionales, en la academia y en centros de análisis de políticas públicas.
Además, la preparación incluye el conocimiento de las realidades concretas y específicas de diversos grupos, intereses y comunidades y el establecimiento de las relaciones interpersonales que son necesarias para avanzar en la carrera política y para poder contar con un equipo capaz y comprometido con ideales comunes en el ejercicio de tareas públicas. Esto convierte la carrera política en una verdadera maratón, no es una carrera de 100 metros. La resistencia es más importante que la velocidad. Tardé 10 años desde que inicié mi candidatura presidencial hasta llegar a la Presidencia. Ya en el gobierno, reconozco que no antes, le di a Dios gracias por esa espera. Tenía mejores conocimientos, un equipo muy sólido y comprometido y programas mucho mejor elaborados gracias a esos años.
Parte de la preparación es la humildad que se va ganando con las experiencias y fracasos de la vida. La humildad de la verdad, de saber que somos ignorantes, que podemos estar equivocados, y que, aunque estemos en lo cierto, quien se nos opone tiene razones para hacerlo. Solo de la tolerancia, el respeto y el diálogo puede surgir mi conocimiento de sus razones, y solo de ese conocimiento puede surgir la negociación que construye acuerdos.
La política no es ni un lecho de rosas ni una carrera fácil. Pero es maravillosa y depara gratificaciones inmensas. Especialmente el placer de servir y hacer el bien desde posiciones que tienen mucha influencia en el bienestar de las personas.
Siempre termino los consejos solicitados, que hoy con este artículo se vuelven consejos no solicitados, repitiendo la afirmación del Papa Pío XII en una de sus alocuciones radiales de los sábados por la tarde desde Roma: “La política es después del sacerdocio la más sublime de las profesiones”.