Adictos al espectáculo de la política
Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
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El espectáculo ha sido un componente esencial del juego del poder desde que el primer tipo se alzó sobre los otros y empezó a mandar. Entonces se declaró hijo del Sol, o de la Montaña Sagrada, o de un Dios invisible y usó joyas deslumbrantes y coronas de oro, capas y espadas que despertaban admiración, respeto y miedo.
Lo más visible que resta de esa tradición monárquica son los Windsor, cuya única función es disfrazarse para encandilar a la plebe con sus uniformes llenos de medallas, con carrozas y penachos. Eso, y alimentar el cotilleo con escándalos de alcoba donde la princesa se acuesta con el palafrenero o el fotógrafo.
Acá, el primero que convirtió el ejercicio de la presidencia en un show permanente fue Abdalá, que cantaba, bailaba y quería ser como Tinelli. Se apodó a sí mismo “el loco que ama” y fue derrocado por incapacidad mental, dejándonos esas tomas cinematográficas de su escape en avioneta.
Correa, calificado al inicio como “Abdalá con Ph.D.”, llevó el show a un nivel más alto, al Estado de Propaganda, donde todo estaba diseñado para atraer y subyugar a la gente.
Desde entonces, la política ecuatoriana se ha convertido en una serie de entretenimiento que supera a cualquier producción de Netflix. ¿Cómo va a competir ‘House of Cards’, por ejemplo, con las denuncias que cada semana sacuden, enervan, indignan, asustan o deprimen a la audiencia?
Esos escándalos nos mantienen morbosamente adictos a los noticieros y las redes, ansiosos de saber quién más está implicado, cuál es el nuevo chanchullo, qué nuevos ataques y conspiraciones planean los malos contra nuestra heroína máxima, esa fiscal de película que nos dejó un anciano sabio y que se faja diariamente con los pillos de distinto pelaje.
Este combate arquetípico entre el bien y el mal genera un subibaja de emociones que parece diseñado por un cruel guionista de Hollywood pues al economista que reinó diez años y vive obsesionado con volver al poder y vengarse, le han quitado tres veces el caramelo de la boca, empezando por Moreno, que escapó de su tutela.
Para echar gasolina subsidiada al fuego e incorporar escenas de masas enardecidas, la Conaie lideró dos tomas violentas de la capital de la República, obligando a que los quiteños se encomendaran a Mariana de Jesús mientras los jefes indígenas ya se veían despachando en Carondelet.
Sin embargo, la temporada 2023 superó todo lo anterior. Si ves algo así en una película, no te lo crees. Como reza el cliché: la realidad puede ser inverosímil, el cine no. La trama arrancó el 9 de enero cuando La Posta inició el caso El Gran Padrino, que fue presentando por entregas, estrategia de comunicación muy criticada, pues convertía al periodismo en un thriller de entretenimiento que banalizaba el problema.
Sin embargo, la denuncia cobró fuerza en la Asamblea más desprestigiada de la historia nacional y desembocó en la Muerte Cruzada (nombre digno de una novela negra). Incertidumbre, tensión, teorías de la conspiración y un país yéndose al diablo. Mejor dicho, al narco, como lo advertía Fernando Villavicencio mostrando la foto “de los tetones” que le iba costar muy caro.
Las elecciones subsiguientes fueron otra montaña rusa que nos mantuvo al filo del asiento: Luisa frisaba el 40% y amenazaba ganar en primera vuelta, pero no pudo romper el techo de quienes detestan a su jefe. Luego fue asesinado Fernando Villavicencio y Noboa dio el batatazo, subiendo como 20 puntos en tres días.
En una historia paralela, otro personaje de telenovela mexicana, Mayra Salazar, con poderosos implantes y conectes, oficiaba entre narcos, políticos y jueces. Su celular terminaría embarrando a todes.
Cuando llevábamos meses enganchados a esa cadena de sucesos escabrosos, la tensión dramática llegó al clímax con la toma de TC por un grupo de sicarios de a luca (en buena hora). Ecuador entero lo vio en vivo y en directo, se instaló el terror y el presidente declaró la guerra interna. Esto sucedía al año exacto de El Gran Padrino, dando inicio a la temporada de 2024 que está resultando igualmente adictiva.
Lo grave es que no estamos mirando una serie gringa de Netflix, sino que se trata de nuestro flagelado país y afecta a millones de gentes. ¿Con qué abrirán el lunes los noticieros?