Dato y Relato
¿Pócima mágica o cuento chino? El acuerdo comercial con el gigante asiático
Ph.D. en Economía Universidad de Boston, secretario general del FLAR y docente de la UDLA. Ex gerente general del Banco Central y exministro de finanzas de Ecuador, y alto funcionario de CAF y BID.
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Luego de la ratificación del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Ecuador y China por parte de la Asamblea Nacional, el acuerdo comercial más importante para el país entrará en vigencia en los próximos meses.
Según las autoridades ecuatorianas, la eliminación de las barreras arancelarias para las exportación actuales y futuras del país, y la simplificación de las medidas sanitarias, técnicas y administrativas, potenciarán las ventas a uno de los mercados más grandes y dinámicos del mundo.
Sostiene el gobierno que los sectores productivos tendrán acceso a insumos, maquinaria y tecnología avanzada que les ayudará a mejorar su competitividad, mientras que el consumidor contará con una gama más amplia de bienes que no son producidos a nivel local, a precios más competitivos.
De acuerdo con el Banco Central del Ecuador, las exportaciones al mercado chino podrían incrementarse en un promedio anual del 8,4% hasta 2030, mientras que las importaciones lo harían en 7,8%. Dicha expansión comercial tendría un impacto de 0,5% adicional en el crecimiento económico hasta 2030.
El mayor dinamismo económico implicaría más oportunidades de empleo e ingresos para las empresas. Traduciendo a dinero, el TLC dejaría anualmente un promedio de USD 140 adicionales en los bolsillos de cada hogar ecuatoriano, suficientes para comprar un Xiaomi Redmi 9, uno de los teléfonos inteligentes más populares en China y en el mundo.
Los detractores del acuerdo comercial criticaron el tratado porque inundaría la economía con productos chinos muy baratos, quebraría a la industria nacional, y afectaría a los pequeños y medianos productores. Incluso, afirmaron que el país se llenaría de importaciones de basura china.
Además, al incentivar la inversión extranjera directa desde ese país, también han advertido sobre el riesgo de concentrar en manos inescrupulosas, sectores ambientalmente sensibles como la minería, la extracción de madera y la pesca.
Algunas de estas preocupaciones pueden ser legítimas. Otras tal vez provengan de desinformación o de una perspectiva ideológica anacrónica e irrealista. Lo cierto es que ningún acuerdo comercial es una pócima mágica que resuelve todos los problemas, ni un cuento chino que termina siendo una historia confusa y engañosa. Todo dependerá de cómo el país enfrente el desafío comercial más importante de la presente década.
A estas alturas, las críticas parecerían ser extemporáneas, pues el tratado está firmado y ratificado. Corresponde hacerlo funcionar en pro de los intereses de la mayoría, aprovechar sus oportunidades y mitigar sus riesgos.
Ecuador es el más reciente caso de haber logrado un TLC con China, pero no es el único. Chile lo hizo en 2005, durante el gobierno socialista de Ricardo Lagos. Perú lo firmó en 2009, en la presidencia de Alan García.
Es importante revisar la experiencia de estos dos países y recoger lecciones útiles para Ecuador. De entrada, una buena noticia: ninguno de los dos países ha quebrado ni se ha llenado de basura.
El caso chileno
En el caso de Chile, las exportaciones a China aumentaron de USD 2 mil millones en 2003 a casi USD 40 mil millones en 2022, es decir 20 veces más. El mercado chino pasó de menos del 9% a casi el 40% del total de exportaciones chilenas.
Las exportaciones mineras lideraron este aumento, junto con papel y celulosa. No obstante, también se dio una significativa expansión y diversificación de productos, en especial del sector agropecuario como las frutas. Además, China es el principal destino para el vino chileno.
En dicho período, las importaciones chinas también se incrementaron de USD 1,8 mil millones a USD 23 mil millones, o sea 12,6 veces más. En la actualidad, representan casi la cuarta parte del total de importaciones chilenas.
En contra de la percepción inicial, el mayor crecimiento de las importaciones no fue solo en bienes de consumo, que más bien redujeron su participación del 49% en 2003, al 20% en 2022. La mayor expansión se dio en bienes intermedios y de capital importantes para el sector productivo, como equipos, maquinaria, y fertilizantes, entre otros.
El caso peruano
En el caso de Perú, el crecimiento del comercio con China fue igualmente espectacular. Entre 2005 y 2022, las exportaciones aumentaron de menos de USD 2 mil millones a más de USD 20 mil millones, es decir 11 veces más.
Sin embargo, a diferencia de Chile, la mayor parte de este incremento se dio casi exclusivamente por las exportaciones mineras. La diversificación de exportaciones fue muy baja.
En dicho período, las importaciones aumentaron desde alrededor de USD mil millones a casi USD 16 mil millones, o sea 15 veces más. Destacan los productos electrónicos, la maquinaria, los químicos y los textiles. De manera paralela, la inversión extranjera china en el Perú superó los USD mil millones, principalmente en el sector minero.
En resumen, la experiencia de los dos países muestra que, tras la firma de los TLC con China, las exportaciones e importaciones se dispararon. En ambos casos, las exportaciones se concentraron en el sector minero, que además se benefició de un fuerte aumento de precios en el mercado internacional.
La concentración en la minería continuó siendo significativa. Sin embargo, Chile logró diversificar sus ventas a China, en especial aquellas del sector agropecuario. En contraste, en Perú no hay signos de mayor diversificación.
La perspectiva ecuatoriana
Ecuador parte de una realidad muy distinta. El punto de inicio de la relación comercial es mucho más alto que aquel que enfrentaron Chile y Perú cuando firmaron sus respectivos tratados. Entre 2012 y 2022, el valor exportado de Ecuador a China pasó de USD 392 millones a USD 5,9 mil millones, es decir un aumento de casi 15 veces.
Esto convierte a China en el primer destino de las ventas externas no petroleras del país. La canasta de exportación ecuatoriana no solo ha aumentado, sino que ha cambiado su composición. Hace una década, la exportación más significativa era el petróleo.
En la actualidad, el producto estrella es el camarón, que llega a alrededor de USD 4 mil millones. Le siguen los productos mineros, con más de USD 1,2 mil millones, y mucho más abajo vienen banano, madera y productos del mar.
Las importaciones desde China subieron de US$ 2,6 mil millones en 2012 a US$ 6,4 mil millones en 2022. Aunque el 70% de dichas importaciones corresponde a bienes intermedios y bienes de capital, como maquinaria, equipo y vehículos, las importaciones de bienes de consumo, como productos electrónicos y textiles, más que se duplicaron en dicho período.
Por tanto, y a diferencia de Chile y Perú cuando firmaron sus TLC, la relación comercial de Ecuador con China ya tiene historia y es significativa para el comercio exterior ecuatoriano.
Para aprovechar las oportunidades y disminuir los riesgos del TLC, el país debería contar con una estrategia comercial ofensiva, y promover el acceso de nuevos productos ecuatorianos al mercado chino, y una agenda defensiva, para precautelar los intereses y el empleo en los sectores que pueden ser sensibles.
El TLC da un marco para la expansión y diversificación de la oferta exportable, siguiendo el caso exitoso del camarón. Contempla el acceso preferencial para alrededor del 99,6% de los productos que conforman la actual oferta exportable de Ecuador (camarón, banano, cacao en grano, flores, entre otros) y para nuevos productos por descubrir (arándanos, aguacate, pitahaya, guabas, carnes, productos lácteos, artesanías, entre otros).
Para aprovechar estas oportunidades, especialmente para pequeñas y medianas empresas y nuevos emprendedores, es fundamental crear las capacidades productivas, logísticas, comerciales y financieras que faciliten hacer negocios con China. La clave será realizarlo en un marco de equidad y sostenibilidad ambiental.
Pasar de la negociación a la acción requerirá de iniciativas puntuales para sacar provecho del tratado. Recuerdo con claridad a un emprendedor peruano que, en un evento de lanzamiento del TLC con China, destacaba que lo más útil para él fue entender cómo registrarse como proveedor y cómo concretar los pagos en alibaba.com, el portal de comercio electrónico chino más grande e importante en el mundo.
En cuanto a la agenda defensiva, el acuerdo excluye 828 productos en industrias sensibles como textiles y confecciones, línea blanca, metalmecánica, maderas y muebles, calzado escolar y de vestir, plásticos y cerámica. Para otros de sensibilidad media, como vehículos, artículos de hogar, carnes y otros, la desgravación tendrá un período de hasta 20 años.
Estos sectores ya han estado enfrentando desafíos competitivos de productos chinos y de otros mercados. Para ellos, la respuesta no puede ser simplemente la tradicional protección arancelaria, sino un conjunto de políticas de desarrollo productivo que permitan mejorar su productividad, diversificarse o transitar hacia sectores con otras ventajas competitivas.
El rol de los distintos sectores de producción y comercio internacional tendrá que ser más activo, pero alejado de las viejas prácticas para disputar una renta o un privilegio, sino más bien para trabajar conjuntamente con el sector privado, laboral y académico en políticas de Estado que mejoren la competitividad del país y aprovechen la oportunidad de tener una puerta más abierta al mercado del gigante asiático.
Por supuesto, esta recomendación también es válida para los acuerdos con Costa Rica, Corea del Sur, y todos aquellos que se concreten en esta y las próximas administraciones.